George Lucas ha dicho muchas veces que hizo La guerra de las galaxias al observar que los padres de su generación no leían cuentos a sus hijos. Esa tradición oral, ese trasvase de aventuras y fantasías, se estaba perdiendo.
Afortunadamente, esto ha cambiado, al menos en España; yo veo que los padres de hoy compran libros de cuentos y se los leen a sus hijos, o directamente se los inventan. Ése es mi caso; yo escribo cuentos infantiles, muy sencillos, a mis sobrinos, y se los cuento en las temporadas de vacaciones que pasan en España –viven en Alemania-. Es el regalo que les hago, y que me hago a mí mismo, porque considero un privilegio el narrar y oír cuentos. Puedo decir, además, que esto, en buena parte, me lo ha transmitido La guerra de las galaxias y el trato tan asiduo que he mantenido con la saga estos últimos años.
Pero no soy un caso aislado. La guerra de las galaxias, una fantasía épica que se alimenta del mundo atemporal de los mitos y los cuentos de hadas, activó en el público de todos los países el placer por un tipo de historias que, como dijo Lucas, “era la misma historia contada cada cierto número de años”.
La historia de un elegido, dos elegidos, Anakin y Luke Skywalker, padre e hijo, señalados por el destino, las leyendas, y la Historia –la Historia del mundo de Star Wars-, para devolver el equilibrio a la galaxia.
El “pasado” de Star Wars
Todos conocemos el relato de La guerra de las galaxias; lo que no sabe mucha gente es que Lucas, para crearlo, viajó a los orígenes de su vida, los seriales de ciencia-ficción, los space-ópera, que veía en televisión en su niñez, y viajó a los orígenes de la vida humana y su condición de productora y receptora de relatos, relatos míticos y luego, con el tiempo, cuentos de hadas. Es la evolución de la fantasía humana, con un pie en la religión, en el espíritu y la psicología humana, como especie y como individuos.
La ciencia-ficción, en Star Wars, no deja de ser un envoltorio maravilloso para un relato que quiere recuperar las esencias del hombre de hoy y de siempre. Envoltorio, por supuesto, que crea sus propias exigencias, aunque, no lo olvidemos, La guerra de las galaxias nos remite a un illo tempore, un tiempo del pasado mítico, heroico, donde se produce todo lo fundamental, lo fundacional de un grupo humano, de una civilización. En el fondo es un tiempo atemporal, presente, pasado y futuro. Un tiempo cíclico. La guerra de las galaxias podría desarrollarse hoy, en nuestra compleja época, tan compleja, quizá, como todas las épocas. Y prueba de ello es que el conflicto político que muestra pertenece a todos los tiempos.
Lucas creó un arquetipo histórico, observando –una vez más, observando- que en la Historia había un episodio que se repetía: cómo un hombre se levantaba sobre los demás hombres, se señalaba a sí mismo como salvador, y daba un vuelco a las estructuras políticas y a la Historia instaurando la dictadura. Es el caso de Julio César, de Napoleón y de Hitler, con todas las diferencias que hay entre ellos. “Cuando eso ocurre –dice Lucas-, la corrupción prospera.” Y la falta de libertad también.
miércoles, 8 de julio de 2009
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