lunes, 29 de junio de 2009

Historia de una investigación


Cuando empecé a investigar la vida de Pedro J. Ramírez, tuve muy claro que se trataba de un personaje muy desconocido. Esto, en realidad, es normal tratándose de gente famosa. Los medios de comunicación nos dan de ellos una capa muy superficial, que no tiene porqué ser falsa, pero que es insuficiente. Nadie puede decir que conoce a una persona sólo porque la ve en televisión, la oye en la radio, e incluso porque lee sus libros y artículos.
Pedro J. me decía que él era una persona muy transparente, y que la gente tenía que saber cómo era porque llevaba muchos años publicándolo en libros y periódicos. En absoluto estuve de acuerdo. Es más, me di cuenta en seguida de una cosa: Pedro J. nunca escribe sobre sí mismo, sino sobre los demás, sobre la actualidad, sobre los grandes personajes de la política. Si Montaigne decía al principio de sus Ensayos “Este libro trata sobre mí mismo”, y ése era su gran hallazgo, de Pedro J. no se podía decir lo mismo.
Nunca había escrito sobre sí mismo, salvo de forma indirecta, y creo que nunca lo hace porque piensa que no tiene interés, o porque cree que no le interesa a nadie más que a él. Y es más, esto es coherente con una de sus posturas vitales: la de preservar su intimidad por encima de todo. Por eso tuve mucha suerte, en mi libro Pedro J. Tinta en las venas, de poder mostrar esa intimidad. Ésa era la gran novedad sobre Pedro J. Ramírez, no el GAL, la caída de Felipe González, sus relaciones con Aznar, con Zapatero, o el 11-M, asuntos que también traté, pero que me interesaban menos, porque ya eran del dominio público.
Quería dar a los lectores a un hombre, y me parece que esto no se había hecho nunca con Pedro J. Leí muchos periódicos, libros, visioné vídeos, mantuve con él muchas entrevistas, y también con sus colaboradores, familiares y amigos, pero sobre todo me fijé en sus palabras y en sus gestos. Le vi vivir. Cómo se mueve en su despacho, cómo es como jefe, cómo juega al pádel, cómo habla ante todo un auditorio. Cómo es en Mallorca, en vacaciones, cómo es su casa de Madrid, desconocida. Él fue mi cicerone, él me guió por su vida y por su personalidad, porque pronto fui consciente de que estaba haciendo la investigación de una personalidad. Conocemos las consecuencias, los hechos, pero no la esencia, explicada, clarificada, y mi libro da eso.
Pedro J. reconoce que ha tenido mucha suerte en su vida, pero sólo una persona tan trabajadora como él, tan entregada a su trabajo, al periodismo, podía haber alcanzado lo que él alcanzó. Dice que tiene las cualidades ideales para el trabajo periodístico, y que en cualquier otra profesión le habría ido mucho peor. Es posible. Yo creo que a una persona que ama tanto lo que hace, y pone todos los medios, todo el esfuerzo y todo el tiempo que sea necesario para realizar su trabajo, tiene que irle tan bien como a él. Habría que preguntarse más bien cómo le nació esa gran pasión, o vocación, y aquí hay un misterio que ni él mismo sabe explicar: siempre quiso ser periodista, desde niño, y no había modelos en su familia que él pudiera emular; además, el periodismo entonces no era una profesión de moda. Cómo alimentó su vocación sí que lo sabemos, y la verdad es que desde que salió de la Universidad de Navarra y realizó su viaje iniciático a Estados Unidos, al caso Watergate, le fue bien.


(Artículo publicado en "El Norte de Castilla", 1-IV-2009.)

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