domingo, 31 de enero de 2010

Kuwait estratégico IV

Kuwait estratégico


Todos los expertos consultados para escribir este artículo coinciden en que Kuwait es importante en el mundo por un solo aspecto: el petróleo. No es poco. “Por eso ha reinvertido mucho de sus ingresos de petróleo en países del extranjero –dice Paul Halloran-. Esto es una medida inteligente y prudente por cuanto el petróleo un día se acabará.”
El profesor Faruk Abu-Chacra, de la Universidad de Helsinki insiste mucho en que los kuwaitíes tienen que empezar a invertir en sí mismos, en su propio país. Pero Kuwait es un país extremadamente rico en petróleo que carece de otros recursos. Antiguamente, era rico en pesca y perlas, por ejemplo, pero la pesca ya no significa lo que significaba antes en su economía. Como otros países de la zona, era un país de comerciantes. Ahora es un país de hombres de negocios y de gente venida de todo el mundo, especialmente de los países colindantes: indios, yemeníes, pakistaníes… para explotar el petróleo y lo que el petróleo genera a su alrededor.
Kuwait está muy cerca de Arabia Saudí, y ya sabemos que su relación no es completamente buena, aunque se parezcan tanto. “Kuwait y Arabia Saudí son diferentes de la mayoría de otros países árabes por su postura de ser islamistas –nos dice Paul Halloran-; su petróleo les preserva del shock financiero y subsidia la pereza de su propia gente. En poco tiempo no tienen que trabajar; por eso la mayoría de los trabajadores son extranjeros.”
¿Pereza? En Kuwait los nacionales, que deben demostrar que son kuwaitíes desde 1920, tienen pagada la casa, el gas y la electricidad. Hay que tener un temple muy bien formado para seguir trabajando en esas condiciones, pero los kuwaitíes que yo vi durante mi viaje eran dinámicos y trabajadores. Se han dado cuenta de que para estar al nivel que quieren ostentar en el mundo, tienen que invertir su tesoro, el petróleo, en tecnología y negocios por todo el mundo. Kuwait quiere ser un centro financiero, como demuestran las grandes torres que se están construyendo. Kuwait sigue siendo un país en formación, que ya sabe lo que quiere ser y que quiere alcanzarlo, más allá del petróleo.

sábado, 30 de enero de 2010

Kuwait estratégico III

Kuwait


Kuwait es complejo, como cualquier país, aunque sea muy pequeño. Se encuentra al final del Golfo Pérsico, donde forma una especie de vértice de un triángulo. Tiene dos millones y medio de habitantes, de los cuales el 40 % son kuwaitíes y el resto de otros países. Casi toda la población vive en la Ciudad de Kuwait, pero hay otros lugares en los alrededores; el resto del país es desierto. El petróleo crece en la confluencia con Irak y Arabia Saudí. Kuwait es uno de los mayores productores de petróleo del mundo.
Ya en el aeropuerto se puede ver la estratificación de la sociedad, parecida en el fondo a la que tenemos en España, aunque con matices. En el aeropuerto, los mozos son casi todos indios, y van vestidos con un uniforme azul, con gorro incluido. El que me tocó a mí era de Blangadesh. Cuando fui a montarme en el coche, en el aeropuerto, le fui a dar una propina y le di algo más de dos euros. Se me indignó profundamente. Están acostumbrados a viajeros muy ricos, y mis monedas le parecieron una miseria. “Paper, paper”, me dijo, “papel, papel, billetes…” Recomiendo, en Kuwait, en cualquier sitio, dar propinas generosas o no dar nada. Si no das nada, les resulta indiferente, al menos en apariencia, pero si das poco, no te lo perdonan.
Primavera es una época muy buena para visitar Kuwait, con temperaturas bastante templadas para los sentidos occidentales. Por la mañana hace calor, más de treinta grados, y por la noche la temperatura es verdaderamente agradable.
El mar se puede contemplar muy bien desde las Torres de Kuwait, dos torres prácticamente gemelas, con dos bolas enormes, una llena de agua dulce que abastece a la ciudad, y otra llena de alimento. En una torre, en lo alto, hay una cafetería, y en la otra un restaurante. En la cafetería uno puede dejarse llevar por un suelo deslizante que va dando vueltas en torno a la torre, con lo que se contempla la ciudad y el mar.
Uno de los descubrimientos que hice ante el Golfo Pérsico, fue que el mar huele igual en todas partes. O en todas partes que yo conozco; huele igual en Nueva York, en el Pacífico de Chile, en las Rías Altas gallegas, en el Golfo Pérsico… Éste debería ser un buen punto de arranque para la concordia entre los pueblos. Debería ser el mar un símbolo que nos uniera.

viernes, 29 de enero de 2010

Kuwait estratégico II

Kuwait, Qatar, Dubai

Es curioso cómo emiratos como Qatar y Dubai son más conocidos en el mundo que Kuwait, siendo Kuwait muy rico en petróleo y habiendo protagonizado –como víctima- un conflicto tan famoso como la primera guerra del Golfo.
Christopher Dickey, director de la revista Newsweek en Oriente Medio, nos da algunas respuestas para entender este fenómeno: “Una razón muy simple para explicar que Qatar y Dubai sean más conocidos que Kuwait, es que gastan masivas cantidades de dinero en publicitarse como destinos de negocio y, en el caso de Dubai, de placer. Si uno mira atrás unos cuantos años, verá que Dubai tiene que hacer esto para sobrevivir, teniendo en cuenta que sus reservas de hidrocarburos son muy limitadas.” Dubai ha llegado a abrir ramas del Museo del Louvre y del Guggenheim, lo que ha provocado celos en la zona.
El director de Newsweek en la región de Oriente Medio, analiza la popularidad de Qatar: “Este emirato también es extremadamente rico, gracias al gas natural, pero está intentando promocionarse como centro educacional y médico tanto como centro cultural. Estos tres emiratos, Kuwait, Qatar y Dubai, tienen buenos aeropuertos, especialmente Qatar y Dubai, que se están volviendo más grandes y mejores. Esto nos sirve como un indicador de las actitudes del gobierno hacia una apertura global.”
Paul Halloran, director y editor de revistas como Baltic Business Review y Russian Business Review, nos da algunas claves más de por dónde va esta zona del mundo: “Los Emiratos están diversificándose en el turismo y la alta tecnología con duty free para las zonas de comercio. Incluso en Yemen, que es un país muy tradicional, están intentando desarrollar el turismo, curiosamente sin la ayuda de Kuwait.”

jueves, 28 de enero de 2010

Kuwait estratégico

Viajé dos veces a Kuwait por gentileza de la Embajada Kuwaití en España. Creí estar en otro mundo, un mundo completamente nuevo, distinto, con otra forma de ver la vida y de hacer las cosas, aunque Kuwait, como otros países del Oriente musulmán, hayan adoptado muchas de nuestras costumbres, nuestra forma de funcionar. Pero sus costumbres más profundas las conservan celosamente. Es curioso cómo han adaptado lo nuevo, lo nuestro, a lo suyo, lo de siempre, para que ambas cosas funcionen. Otra cosa es que no tengan sus problemas y que deban evolucionar, y lo saben. Nosotros también debemos evolucionar.
Escribí dos artículos sobre Kuwait, uno para “Expansión” y otro para “Diplomacia”. Éste es el segundo de ellos. Me faltó poco para hacer un libro sobre los países del Golfo, los países del petróleo, en inglés, pero no lo hice. El futuro es largo y aún tengo que viajar, ver y escribir mucho sobre estos países.


Kuwait estratégico


De Kuwait los españoles sabemos muy poco. Sabemos que es un emirato del Golfo Pérsico, que se encuentra colindante a Irak y que sufrió en 1991 la invasión de las tropas de Sadam Hussein. Sabemos que es muy rico en petróleo… y poco más.
En este artículo vamos a conocerlo un poco mejor de la mano de un puñado de expertos en Oriente Medio. Vamos a saber por qué Kuwait es considerado un país estratégico y cuáles pueden ser las claves de su futuro.
En marzo asistí en Kuwait a un Seminario de Periodismo con el tema central del “Papel de los medios de comunicación en el diálogo entre Occidente y el Mundo Árabe”. Me parece interesante intercalar algunas notas de mi viaje a Kuwait, mis observaciones, con las opiniones de grandes expertos internacionales sobre el presente y el futuro de Kuwait.


Pisar Oriente Medio


Virginie Sandrock, experta francesa en relaciones internaciones y socia directora de VM Consulting, nos explica la importancia estratégica de Kuwait: “Kuwait se encuentra entre tres gigantes de la región: Irak, en guerra, Irán –problema chiíta-, y Arabia Saudí, su enemigo tradicional en el Golfo Pérsico. Es un pequeñísimo país, lo que significa un ejército muy pequeño, pero con muy buena economía, gracias a los ingresos por el petróleo. Recordemos que, entre los países del golfo, Kuwait tiene los mayores ingresos de hidrocarburo por persona después de Qatar.”
Para Virginie Sandrock la situación en la región, a grandes rasgos, es la siguiente: “Irak invadió Kuwait para tener acceso al Golfo Pérsico, y Arabia Saudí y Kuwait no son realmente muy amigos. Son muy similares, pero muy diferentes. También está la cuestión, como en todas partes en el Golfo, de las minorías chiítas, detrás de la cual, entre líneas, está la relación con Irán, y los trabajadores extranjeros que vienen de Filipinas.”

miércoles, 27 de enero de 2010

Entrevista con el Dr. Jerónimo Sáiz, psiquiatra

Jerónimo Sáiz

Psiquiatra y catedrático de Universidad


“Tenemos tasas de curación comparables a cualquier especialidad”



La corbata llamativa, la barba perfilada y el cabello, entrecano, de raya perfecta. El Dr. Jerónimo Sáiz es catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Alcalá de Henares, y jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal.
Está considerado el máximo especialista en España del trastorno bipolar, la “enfermedad de las emociones”. Autor de numerosos libros y artículos, heredero de médicos clásicos como López Ibor, el Dr. Sáiz también es un gran experto en otras cuestiones, como la ludopatía, la ansiedad y el pánico.
Afirma que la psiquiatría “tiene tasas de posibilidades de tratamiento y de curación en todo comparables a las de cualquier otra especialidad médica”.


-¿Por qué las enfermedades mentales tienen tan mala prensa?
-Es verdad. Uno de los problemas con los que nos tenemos que enfrentar los psiquiatras, los enfermos y sus familias, es el estigma de la enfermedad mental: el prejuicio social. Explicarlo no es fácil, pero probablemente la locura encierra uno de los temores básicos de la existencia humana: la desaparición.
-Hay muchos tipos de desaparición.
-Se puede desaparecer a través de la muerte, la desaparición física, pero si uno pierde la razón también desaparece. Y esto genera angustia y rechazo. Uno parece que se aleja del problema si no lo toca, si no lo ve, si no lo admite. Por otra parte, hay una serie de mitos rodeando a la enfermedad mental, como son que el enfermo mental es incurable, que es impredecible, que es peligroso…
-¿Por qué aparecen estos mitos?
-Son arquetipos que están en nuestra cultura, se adquieren por la educación y luego son muy difíciles de modificar. Son actitudes internas, y se expresan muchas veces aunque la razón diga lo contrario.
-Puede poner un ejemplo.
-Sí, por ejemplo entre los psiquiatras, que han estudiado cómo es la enfermedad mental y tienen conocimiento objetivo. Si tú les preguntas te dirán que la enfermedad mental es muy parecida a cualquier otra enfermedad, en cuanto a pronóstico, tratamiento, etc. Pero sin embargo si se enfrentan de una manera directa a ella; por ejemplo, si un hijo o una hija suya tiene un novio o novia que padece una enfermedad mental, entonces su conducta no va a ser tan racional.
-Eso es muy serio.
-Es algo parecido a lo que puede ocurrir con el racismo, y de ahí viene la discriminación, la exclusión, el rechazo de la sociedad. También el tratamiento que los medios de comunicación hacen muchas veces del enfermo mental y la enfermedad mental ayuda poco. Nosotros nos sentimos muy insatisfechos con eso.
-¿Por qué?
-Cuando sucede una desgracia: un enfermo mal tratado o que no ha sido detectado, comete un delito, con características muy llamativas, muchas veces sin historia y sin lógica: una persona mata a tres desconocidos… Eso genera unos titulares en los periódicos tremendos, y hace mucho daño a otros enfermos y no justifica la realidad de que los enfermos mentales en términos generales tengan ese peligro. Hay una batalla en la psiquiatría por mejorar esa percepción del enfermo mental.
-Uno de los mitos es que es incurable, pero usted ha curado a muchos. ¿Qué se siente al curar a uno?
-Mucha satisfacción, sobre todo en algunas enfermedades que tienen su comienzo en la adolescencia o primera juventud. Si la enfermedad no ha sido bien tratada, o ha tenido una evolución negativa, estas personas quedan muy fuera de juego: hablo de que no hayan podido terminar sus estudios, o encontrar un trabajo como es debido.
-¿Qué ocurre cuando uno de sus pacientes se cura?
-Cuando esto se controla, cuando las personas mejoran, vemos cómo recuperan todo ese tiempo perdido, y se instalan en una vida en la que hay muchos más elementos de satisfacción para ellos y para los demás. Pero también da satisfacción curar otras enfermedades, muy invalidantes.
-¿Por qué se especializó en psiquiatría?
-Es difícil muchas veces el saber por qué. Yo soy de una familia de médicos: mi padre y mi abuelo eran médicos. Con especialidades muy diferentes: mi abuelo era ginecólogo y mi padre era odontólogo, dentista. Tanto una cosa como otra tuve claro desde el principio que no iba a hacerlas. Y otro aspecto que me influyó bastante es que yo soy bastante torpe en las actividades manuales, pero he sido bueno para todo lo conceptual. Creo que desde muy pronto en la carrera, quizá desde segundo año, decidí que iba a ser psiquiatra.
-Muchas veces elegimos por eliminación.
-Sí, psiquiatría en aquella época, hace más de treinta años, era bastante diferente del resto de las especialidades médicas. Ahora afortunadamente se ha hecho más afín, y estamos en mejor situación. Pero realmente es muy distinta.
-Usted es especialista en el trastorno bipolar. ¿Cómo lo explicaría a un público amplio?
-El trastorno bipolar es una enfermedad en la que se produce una alteración de la regulación del estado de ánimo. Esta alteración provoca que aparezcan episodios tanto de un ánimo exaltado, eufórico, desinhibido, episodios que se llaman de manía, o de hipomanía, y eso se alterna, o se mezcla, con episodios de lo contrario, de un descenso del ánimo, es decir, de una depresión.
-¿Esta alternancia es continua?
-Sí, estas alternativas van sucediéndose a lo largo de la vida, configurando un trastorno que antes se llamaba psicosis maníaco depresiva, por la aparición de estos dos tipos de trastornos, y que ahora se llama trastorno bipolar, aludiendo a la bipolaridad positiva y negativa del ánimo en estos enfermos.
-Este trastorno se ha visto en muchas artistas, como Lord Byron o Rosalía de Castro, o políticos como Churchill…
-No está tan claro. Juan Antonio Vallejo Nájera, psiquiatra y artista desgraciadamente desaparecido, publicó un libro que era continuación de otro libro que había escrito su padre, "Locos egregios", y en él analizaba este tema. La conclusión suya, a la que me añado, es que la enfermedad no añade creatividad o un plus de mejor producción a los artistas, sino que el que tiene dotes las expresa.
-Pero algunos de ellos producían más en ciertas fases.
-A lo mejor la enfermedad en sus épocas de actividad eufórica podría aparentar que es más productiva, pero no está tan claro. Algunas de las personas que ha citado antes tenía más bien una forma menor del trastorno bipolar que se llama ciclotimia, y que no llega a ser una enfermedad, sino una forma de ser, una personalidad.
-¿Qué es la ciclotimia?
-Es como un trastorno bipolar atenuado. Son personas que por temperamento tienen tendencia a que su ánimo oscile, pero dentro de unas variaciones digamos normales. No tiene rango de enfermedad. Son personas que pueden tener un carácter festivo, con velocidad de pensamiento, con euforia dentro de un orden. Y al mismo tiempo puede coexistir en que se ven más desfondados, desilusionados, apáticos. Sería como la expresión menor de la enfermedad sin llegar a ser enfermedad.
-Sé que da conferencias con Raúl del Pozo sobre ludopatía. ¿Cómo son?
-Hemos coincidido una vez en una mesa redonda en la que teníamos dos intervenciones con enfoques diferentes: yo hablaba de la ludopatía como enfermedad, y Raúl como experiencia, como posibilidad dentro de la vida. Él ha escrito una novela excelente sobre la ludopatía, "Noche de tahúres", y además es un brillante orador. Resultó muy interesante.
-¿Cómo se conjugan esos dos puntos de vista?
-Yo creo que muchas de las cosas que Raúl contaba estaban dentro de la descripción de la enfermedad. El juego no sólo es una conducta que puede hacerse adictiva, sino que también, dentro de un uso moderado y normal, puede hacerse agradable para la mayoría de la gente y no supone mayor riesgo. Lo que pasa es que el juego de azar, con apuestas y en metálico tiene esa capacidad adictiva.
-Se dice mucho que nuestra sociedad está enferma…
-Es una concepción sociológica, más que médica. Nosotros valoramos un sector en un contexto social y familiar protector, con cohesión, que funciona en torno a una idea, autodirigido, con sentimientos de solidaridad, de pertenencia a un grupo y con una comunicación fluida…
-Y estamos perdiendo todo eso.
-En ese sentido sí que se puede decir que nuestra sociedad está enfermando. No hay más que ver a los adolescentes actuales.




Asociación de ideas


Inteligencia: Capacidad de adaptación

Napoleón: Epiléptico

Pedro J. Ramírez: Personaje

Terrorismo: Lacra

Hemingway: Autodestrucción

Julio César: Emperador

Sangre: Mareo

Don Quijote: Loco genial

Suicidio: Camino que no lleva a ningún lado

Premio Nobel: Icono cultural

Curación: Horizonte

Hitler: Locura

Diagnóstico: Etiqueta

Ciencia: Conocimiento

José Saramago: Gran escritor
Entrevista publicada en "Generación XXI".

martes, 26 de enero de 2010

De escritores, héroes y papas

Hace algo más de dos años hice un reportaje sobre el libro de José Catalán Deus, "El príncipe del Renacimiento". Me fijé en ese libro porque estaba escribiendo una novela sobre Fernando el Católico, y los Borgia son importantes para entender a Fernando el Católico.
Lo que más buscaba leyendo la biografía de José Catalán Deus sobre César Borgia, era indagar un poco en "El Príncipe" de Maquiavelo, hasta qué punto se había inspirado para escribirlo en César Borgia o en Fernando el Católico, pues de los dos se dice lo mismo. Llegué a la conclusión, leyendo "El Príncipe", de que esas características del perfecto gobernante coincidían punto por punto con Fernando el Católico, aunque éste no quería que lo temieran sino que lo amaran para que lo sirvieran mejor. Había puesto su ambición al servicio de España y sólo quería movilizar los mejores recursos para lograr que España subiera y avanzara. En todo esto llegué a la conclusión de que Fernando era muy ambicioso y muy simpático, porque tenía el don de ganarse a la gente. Era también muy inteligente, muy mujeriego y estaba también, aunque resulte difícil entenderlo para algunos, muy enamorado de su mujer. Yo creo que la admiraba enormemente, que se admiraban mutuamente.
César, en cambio, por lo que sabía de él, me pareció un bluff: iba para papa y estaba obsesionado con la gloria militar, lo cual es muy comprensible. Una vez leí en una novela de Antonio Prieto, uno de mis maestros, "Una y todas las guerras", que nada admiraba tanto a una mujer como ver a su amado empuñando una espada. Cervantes valoraba más las cicatrices de Lepanto que todas sus obras literarias.
Pero José Catalán Deus ofrece un retrato de César Borgia que me sedujo, muy positivo, tratando a Borgia como un maltratado de la Historia, un hombre que sufre una especie de maldición.
Quedé con Catalán Deus en Madrid una mañana, entre el verano y el otoño: nos intercambiamos libros y me regaló una biografía suya de Rodrigo Borgia, padre de César, al que yo veo muy similar a Fernando el Católico. ¿Más implacable?
Recientemente Catalán Deus ha sacado otro libro. Éste es sobre el Papa Ratzinger, Benedicto XVI, sobre el presente, el pasado y el futuro de la iglesia. Se titula Después de Ratzinger, ¿qué?, y está publicado por la editorial Península. Catalán Deus, Jose, se define como un “observador” de la Iglesia y ha hecho un libro muy cuidado, en el que demuestra un gran conocimiento sobre el Papa, la Iglesia y los problemas más inmediatos, que son también los más futuribles, de este Papa estudioso, sabio, más preocupado en la conservación de la nave de Pedro que de los cambios que muchos le solicitan. Todo llegará.


Artículo publicado ayer en "El Norte de Castilla".

domingo, 24 de enero de 2010

Internet

Esta semana he tenido una reunión de compañeros de BUP y COU, en pleno Madrid, en el bonito barrio de La Latina. Nos hemos reunido gracias a Internet, Face Book, las redes sociales. Todos ellos estaban metidos allí, menos yo, que siempre me han dado un poco de miedo estas cosas. Tonto miedo, miedo a lo nuevo, a lo desconocido. Un amigo mío que sabe de informática me dijo que comprendía bien mi miedo, “porque hay gente que cuenta toda su vida allí”. Ahí fue cuando comprendí que no había nada que temer: lo mismo hago yo en El Norte de Castilla.
Lo pasamos muy bien, fue agradable. Somos distintos, pero los mismos, y yo creo que todos estábamos pendientes de ver cuánto habíamos cambiado, para comprender que éramos los mismos, sólo que con más años, más palos, y algo más maduros. Pero todos estábamos contentos de nuestra vida, mucho más que cuando teníamos 18 años. El pasado deja de idealizarse en cuanto lo pasamos por la prueba de la realidad.
Pero yo no quería hablar de esta reunión, sino del medio que nos convocó: Internet. A la salida del restaurante caminábamos hacia el coche en un largo paseo. Yo iba charlando con una amiga, precisamente de Internet. Los dos estábamos de acuerdo en que era una revolución. Yo quería decirle algo valioso, propio, mío. Se me ocurrieron algunas experiencias, ideas de amigos míos escritores, grandes ideas… pero llegué a la conclusión que no tenía sentido lo que los demás habían dicho o hecho, sino lo que pensaba yo, con mi propia experiencia.
Alguien dijo que la inteligencia era lo que utilizábamos cuando no sabíamos qué hacer. Yo me esforcé, exprimí mi cerebro con calma y dije, simplemente, que Internet, efectivamente, era una revolución, pero que me daba pena porque todo iba a seguir igual. Beneficiará a los ricos, a los inteligentes, a los bien formados, y aunque todos vamos a subir un poco, todo va a seguir más o menos igual. El mundo mejora, sin duda, pero los mecanismos son los mismos. Se acabará el hambre, los países subdesarrollados se desarrollarán, pero siempre habrá una jerarquía en espiral que marcará la diferencia.
Los seres humanos no somos iguales, pero eso no significa que no tengamos un valor y que no podamos ser felices y ayudar a la sociedad. Internet está al alcance de todos, los que lo tenemos, que no dejamos de ser las zonas más ricas del planeta. En Internet hay de todo, bueno y malo, y es el hombre el que debe buscarlo, seleccionarlo y utilizarlo.
Estoy leyendo estos días La alquimia de las multitudes, de Francis Pisani y Dominique Piotet. La idea principal es que con Internet llega la “sabiduría de las masas”, la inteligencia de todos, y que la red es una obra colectiva en la que no sólo cuentan los expertos, sino todo aquel que se asome a ella y quiera participar. La red mejora cuantos más la usen, y nuestras actuaciones levantan el edificio, algo más que una biblioteca, viva y en movimiento. Hemos pasado de internautas a webactores, dicen estos expertos, algo muy positivo, porque significa actuar, interactuar, ir hacia delante.
Internet es una revolución, pero vendrán otras, y muy pronto. La inteligencia del hombre se ha elevado a una potencia superior. Nuestros cerebros evolucionan, y es de desear que algo más evolucione. Gracias a las redes sociales yo he quedado con mis compañeros de colegio. Internet puede ser un instrumento para hacer un mundo mejor. No estaría de más que cada vez que nos conectemos esta idea brillara en nuestra mente.


(Artículo publicado hace meses en "El Norte de Castilla".)

La vocación

Cuando eras niño, tenías tanta fe que le pedías todas las noches a Dios que te llevara, cuanto antes mejor. Pero no te llevaba. Nunca me ha importado morirme; nunca le he tenido miedo a la muerte.
Ahora veo que no tengo alicientes en la vida. Quería ser escritor, también de niño, era mi vocación, mi máximo deseo, y lo he conseguido. Yo no quería ser un escritor famoso; sólo quería ser escritor.
No me atrae ni el éxito, ni la fama, ni el dinero. No tengo ningún afán por convertirme en un hombre importante, tener una casa más grande o un coche más grande. La gente da pena.
Me he hartado de las mujeres. No me han dejado de gustar, pero ya las veo con un distanciamiento muy grande. No me seducen tanto como para perder la cabeza ni por su cuerpo, ni por su mente ni por nada. Para mí son como los hombres, pero más bonitas. Pero a mí no me atrae ningún objeto, por muy bello que sea. Sólo quería escribir y publicar, y ya lo he hecho. Si Dios me da vida escribiré muchos más libros y muchos más artículos, pero ya lloverá sobre mojado. Yo ya cumplí con mi deseo sobre esta tierra.
Las mujeres no son dignas porque están imposibilitadas para serlo. Me temo que los hombres tampoco son dignos. Yo mismo he engañado a una mujer 19 veces, hace mucho, es cierto. Yo mismo me he ido con la mujer, mejor dicho, el “rollo”, de un amigo. Hace bastante también. He luchado toda mi vida por cumplir mi vocación y por ser mejor. Uno se convierte en un espejismo, por mucho que se esfuerce.
Ahora tengo que seguir, porque es lo mío, y tengo que trabajar, para ganarme la vida, pero ya estoy realizado. Conmigo no jugará una mujer, ni un hombre. No me manejarán. Haré sólo lo que yo quiera hacer. La ingenuidad se rompe cuando uno tiene las ideas realmente claras. Ay del que no sepa para qué ha venido a la tierra. Será una pobre barquita en un mar encrespado, rodeada de tiburones.
Las mujeres que más me han gustado han jugado conmigo, aunque casi siempre he mordido sus labios. Yo no juego con nadie, y si lo hago es por un fin trascendente. Además, lo hago involuntariamente. Conozco poca gente noble, que merezca realmente la pena; todos somos pobres hombres, una mezcla contradictoria de grandes y pobres hombres.
Yo me moriría, pero Dios me quiere aquí, eso está claro. El otro día, el segundo de mis treinta y cuatro años, casi me atropella un coche. Hubiera sido un buen fin, pero ahora debe seguir caminando, escribiendo e ignorando todo aquello que no se merece mi atención.

sábado, 23 de enero de 2010

La vanidad

Desnudo entre las olas
bailo una canción
para ti.
Del eco de la caracola
surjo para amarte,
tú, indigna de mi amor,
flor que marchitará
El paso,
mientras yo, aquí,
quedo eternamente,
inmortalmente joven.

viernes, 22 de enero de 2010

La cumbre

“Hace muchos años, en unas tierras recónditas del Norte, unas tribus siempre en conflicto resolvían sus problemas de una forma extraña. Sus territorios tenían fronteras compartidas, todos estaban juntos, y esto hacía que unas temporadas se llevaran bien, otras regular y otras mal. Pero lo más curioso es cómo resolvían sus problemas de guerra cuando algo amenazaba su convivencia.
“Los jefes de las cuatro tribus subían a lo alto de un monte, el más elevado y el más importante de aquellas tierras. Era una hermosa montaña y para subirla había que rodearla varias veces, ascendiendo trabajosamente en una espiral. Subía cada uno con un ayudante, y encendían en lo alto un gran fuego. Entonces se sentaban y parlamentaban, cubiertos de pieles y con cascos con cuernos.
“Eran cuatro tribus y cada territorio estaba situado en un punto cardinal. Aquel monte señalaba la confluencia de los cuatro territorios. Era un espacio sagrado, común, que ningún pueblo podía violar; todos lo respetaban y estaban orgullosos de hacerlo
“-¡Oh, Sol, dios de la luz, de la lluvia, de todas las tormentas… guíanos en el paso que vamos a dar! –decía el maestro de ceremonias.
“Las reglas eran muy sencillas: si el sol se nublaba y se mantenía nublado durante un tiempo que el maestro de ceremonias consideraba suficiente, la tribu del Norte entraría en guerra con la del Sur, y al revés; si comenzaba a llover, entonces la tribu del Este guerrearía con la del Oeste; si el sol se mantenía brillando, durante un tiempo acordado, habría paz; y si se ocultaba y había tormenta… entonces todos lucharían contra todos.
“Los jefes se mantuvieron en silencio, mirándose a los ojos, atentamente, esperando. El cielo debía hablar.
“Había una nube muy grande que se aproximaba al sol, pero poco antes de que lo alcanzara, se desvió lo justo para dejar el sol, en toda su circunferencia, brillando con gran fuerza.
“El maestro de ceremonias esperó a que toda la nube hubo rebasado ampliamente el sol, y luego habló.
“-¡El dios Sol nos ha transmitido su voluntad! ¡Habrá paz durante años, muchos años, hasta que todos los que hemos visto lo que ha ocurrido ya no podamos vivir para contarlo!
“Los cuatro jefes se dieron la mano con fuerza, se dieron estrechos abrazos, y la montaña brillaba tanto como el sol. Una paz siempre es mucho más rentable, cómoda, próspera y placentera que una guerra.”
Cuando escribí este cuento no pensé incluirlo en mi columna, aunque desde hacía tiempo quería variar los “Relatos vividos” y dar un cuento. Pero estoy leyendo un libro sobre el conflicto árabe-israelí y he relacionado las dos cosas; no escribí este cuento pensando en ese conflicto, o en las guerras, pero he decidido meterlo aquí.
Es muy fácil escribir un cuento en dos folios, o escuchar viejas leyendas, con más encanto que sabiduría, pero he pensado que este relato podía serme útil. Las guerras no se pasan de moda, siempre vuelven en la historia del ser humano… una piedra que va de un lado a otro. Quizá el conflicto más humano sea el árabe-israelí, con dos pueblos maltratados por la Historia: es una guerra cíclica, que siempre está acabando y empezando, como la rueda de una bicicleta, y nunca acaba del todo.
Ojalá pudiéramos hacer como esos cuatro jefes y subir a un monte, por ejemplo el Sinaí, y dejar que el cielo, el sol, las nubes, decidan… y grabarlo todo por televisión y utilizar nuestros efectos especiales, que tan bien conocemos, sujetos a nuestra voluntad, para que siempre brille el sol y ninguna nube amenace la paz.



Artículo publicado en "El Norte de Castilla" hace algún tiempo.

jueves, 21 de enero de 2010

Las estatuas

Deberíamos hacer las estatuas de barro.

De los demás

Bastante gente me llama maestro. Si lo soy es porque aprendo de los demás.

De los demás

miércoles, 20 de enero de 2010

El país del mañana

La educación está íntimamente relacionada con lo que somos, con lo que fuimos y con lo que queremos ser. La educación está íntimamente ligada a la política, está relacionada, hasta casi confundirse, en ocasiones, con la familia. Cualquier problema con nuestra educación, y creo que lo estamos viviendo ahora, arroja la siguiente pregunta: ¿qué país queremos tener dentro de diez, veinte, treinta años?
Llevo muy poco tiempo siendo profesor, pero en este tiempo he aprendido mucho: cuanto menos se sabe de algo más se aprende de ese algo. No puedo evitar comparar a los chicos de hoy con los que fuimos mis compañeros y yo, con los que fueron mis hermanos mayores y sus amigos o mi hermano pequeño y sus compañeros. No puedo evitar pensar, incluso, en mis propios padres, en cómo son y en qué educación tuvieron. Cuando se piensa en educación hay que pensar en generaciones.
Mi padre está escribiendo ahora unas memorias y recuerda con placer la buena educación que tuvo. Me acuerdo que Francisco Umbral me decía que la formación que le dieron en primaria fue magnífica. Sin embargo, ahora tenemos los mejores medios para enseñar y algo está fallando. El problema no está en los profesores, que los conozco y en general son buenos. Tampoco creo que esté en los alumnos, o no directamente. No es un problema de material humano, de neuronas o cociente intelectual. Es un problema de actitud, y un problema aún más profundo.
No puedo evitar ver y comparar. Los alumnos que he tenido han sido buenos e inteligentes. Creo que en eso no hemos perdido: la gente joven, en general, tiene valores y buena capacidad intelectual. Pero sí que observo en el panorama deficiencias que nosotros no teníamos, y menos mis hermanos mayores, y menos mis padres. A los alumnos de ahora les cuesta más esforzarse, y tienen un bagaje menor que nosotros.
Observo carencias grandes que antes no existían. Sospecho que nos hemos relajado. Sospecho que nos ha ido bien económicamente, que tenemos un alto nivel de vida, que somos un país desarrollado… y eso es magnífico. Lo hemos logrado con esfuerzo, lo lograron nuestros abuelos y nuestros padres, pero ahora me encuentro con unas nuevas generaciones que no están tan preparadas para afrontar el futuro. Nunca antes ha habido más facilidades para estudiar, y hay gente muy bien formada, pero ¿se ha producido una curva descendente en estos años?
Nos encontramos con un problema de raíz que afecta a nuestro ser más íntimo. Últimamente oigo hablar, mucho, de decadencia… ¿estamos en decadencia? Creo que no, todavía no, pero sí podemos encontrarnos al principio de ella. Podemos darle la vuelta a esto, la curva descendente se puede convertir en ascendente. Hemos localizado el problema; ahora lo que tenemos que hacer es actuar.


Artículo publicado en "El Norte de Castilla" el pasado lunes.

El triunfo

Oigo con mucha frecuencia hablar del triunfo a la gente, y he llegado a la conclusión de que para mí el triunfo es algo muy distinto a la idea que tiene la mayoría. Oigo decir que “Fulanito ha triunfado”, o que es “un triunfador”, incluso hay algunos que me desean “que triunfe”, y cosas parecidas.
Pero ¿qué es el triunfo? Yo no entiendo ningún triunfo que no incluya la felicidad, porque para mí la felicidad es nuestro objetivo en este mundo, lo más que se puede lograr. Y dentro de ese triunfo, entiendo que se pueda hablar del triunfo profesional, porque normalmente significa una realización personal grande. Además, en la vida todo está relacionado.
Pero para el común de los mortales el triunfo está asociado al dinero y a la fama, y, de una forma más concreta y cotidiana, al éxito sexual, más que al amoroso o sentimental. Me acuerdo que una vez viajé a Egipto, tuve un pequeño idilio con una extranjera, y uno de mis compañeros de viaje, cuando pisamos Barajas, le dijo a mi padre: “¡Eduardo ha triunfado!”, con unas palmaditas a mi espalda.
Ahora hablo como hombre: ¿a quién no le gusta tener éxito con las mujeres? ¿Y a quién no le gusta ganar dinero? A pocos. Recientemente leí un artículo muy interesante en El País, sobre la felicidad, en el que decía que estaba demostrado que el dinero, a partir de una cantidad, no muy elevada, no añadía nada a la felicidad.
Yo voy diciendo a todos mis amigos que soy feliz, porque me encuentro realizado, porque soy lo que siempre quise ser, con trabajo y esfuerzo, pero gozosamente, porque el camino también fue placentero, enriquecedor. El triunfo, para mí, está en conseguir la felicidad, y eso no significa que uno no tenga problemas, y que no siga teniendo defectos, porque los defectos son como los malos de los videojuegos: cuando eliminas uno, aparecen tres.
Hay un camino de la felicidad, y hay otros caminos. Me da la sensación de que el común de los mortales no elige el camino de la felicidad, sino el que otros le marcan, o el que, simplemente, le va a producir mayor beneficio económico o relumbrón social. Los hombres siempre somos muy dados a dejarnos guiar por espejismos.
Creo que la vocación y su desarrollo están muy relacionados con la felicidad, aunque sea una ruta plagada de sacrificio, una especie de esclavitud que si no se realiza, paradójicamente, puede llevar a la infelicidad, a la frustración. Pero pocos tienen vocación, y por supuesto la felicidad está abierta a todo el mundo.
Quizá la felicidad esté muy relacionada con hacer lo que uno desea, o lo que uno tiene que hacer en cada momento, y hacerlo lo mejor posible. Y vivir lo mejor que uno pueda con lo que tiene. En todo esto el espíritu es muy importante, y aunque hay gente más vitalista que otra, yo estoy convencido de que esto se puede cultivar.
No me gusta escribir sobre temas tan amplios e importantes, porque poco será lo que yo pueda añadir a lo que han escrito tantos expertos. Pero me gusta hacerlo para ponerme en claro, y para saber lo que pienso sobre estos temas.
Y volviendo al tema del triunfo, me parece que es muy revelador que nuestra sociedad identifique el triunfo con el dinero y con el éxito, cuando hay triunfos mucho más grandes y discretos. Los ricos, los grandes exitosos, los famosos, saben que todo eso es una meta que no lleva a ninguna parte, excepto si uno no lleva algo que merezca la pena a esa meta.


Artículo publicado hace algún tiempo en "El Norte de Castilla".

martes, 19 de enero de 2010

Un instrumento

La palabra es un instrumento para conseguir el poder.

El mejor

Prefiero ser el mejor que el primero.

lunes, 18 de enero de 2010

La realidad

Vivo en un lugar paradisíaco, Montepríncipe, en las afueras de Madrid, una urbanización llena de verde, de piscinas y de pistas de tenis en Boadilla del Monte. Para mí, es el lugar perfecto para vivir, para escribir.
Mi casa no es mi casa, es la casa de mis padres, pero sí es mi casa. Vivo como un príncipe, como tantos jóvenes de mi generación, los niños de la democracia; ahora tenemos el problema de mantener, al menos, el nivel de vida que nos dieron nuestros padres. Ellos siempre fueron a más, casi siempre, y nosotros, mi generación, la gente mejor formada de la Historia de España, hemos tenido que luchar contra un sistema que no se podía permitir el lujo de pagar el talento que había creado. Simplemente porque no había hueco para él y porque los puestos para los que estamos capacitados están ocupados por ellos, nuestros padres. Un despropósito hecho con la mejor intención, pero un despropósito.
Bajo poco a Madrid. Voy a reuniones y actos del Instituto de Empresa, en Serrano y María de Molina. Doy clases de escritura creativa a una abogada sensacional, Virginia, y nos paseamos Madrid. Durante muchos años le tuve miedo a la ciudad. Me sentía inseguro y procuraba eludirla; salía por Pozuelo, Majadahonda… Pero pronto me di cuenta de que el trabajo, mi trabajo, estaba en Madrid. Los periódicos, las revistas, las editoriales, están en Madrid, y uno no nace García Márquez sino que se va haciendo García Márquez. Ya puedes ser muy bueno, pero tienes que demostrarlo, y normalmente se hace poco a poco, kilómetro a kilómetro.
Estoy enamorado del campo y de Montepríncipe, pero considero que el contacto con la ciudad, con la realidad, con el hoy, es esencial para un escritor. Yo necesito oír y oler coches, ver mendigos, y me gustaría tocarlos, sentir que hay algo diferente a mi Universidad, el monasterio maravilloso de Segovia, Santa Cruz la Real, tan cargado de todo; necesito saber que hay algo distinto a mi Montepríncipe, la urna en la que llevo viviendo desde niño; que hay algo distinto al contacto con grandes sabios y escritores y periodistas, doctos profesores y chicas guapísimas, mi océano. Hay que bajar a la tierra, pisar la tierra, porque todos somos ella.
No quiero perder la conciencia de ser un hombre en el mundo, en todo el mundo; no quiero perder la curiosidad por nada, y quiero luchar por lo que creo sin perder la relación con la realidad.
Confío mucho en las palabras. Soy escritor, soy periodista, soy escritor y filólogo… “Filólogo” significa “el que ama la palabra”, pero me parece que más que amor por las palabras amo los hechos. Las palabras expresan hechos y son puentes para otros hechos, pero al mundo lo mueven los hechos. La palabra tiene una fuerza infinita pero no debe olvidar la realidad. Para inspirar, para idear, para mover, hay que conocer. Cuando una palabra vale como un hecho, entonces es mi amada. Y para eso hay que salir de las urnas y las torres de marfil. Somos cazadores, siempre lo fuimos, pero yo pido unos objetivos a la altura de los medios que disponemos.
Cuanto más sabemos, cuanto más viajamos, cuanto más logramos, más le pedimos a la vida y a la realidad. Yo me exijo mucho a mí mismo, y tal vez por eso he conseguido tan poco. Pero también le exijo mucho a mi país, a Europa y al mundo. Creo que el ejercicio de no perder pie en la realidad, de creer en las palabras y lanzarlas a los hechos, y al revés, debería realizarlo mucha más gente.





Eduardo Martínez-Rico

Una buena

Aquí se va a montar una buena y nosotros lo vamos a contar.

Dentro de la pirámide IV

La religión y la mujer

Se habla de grandes desigualdades entre hombres y mujeres en el mundo árabe, pero en Egipto hay una buena incorporación de la mujer al trabajo. Al occidental, sin embargo, le llaman la atención los pañuelos en la cabeza, los velos, e incluso algunas mujeres que van cubiertas de negro de arriba abajo, con unos mínimos agujeros para poder ver… y algunas de ellas llevan gafas, y las llevan por fuera. Todo depende del grado de rigor que se impongan. “Lo hacen por fe”, dicen aquí, y es que cada religión muestra sus manifestaciones exteriores.
El Cairo tiene su peculiar funcionamiento. El tráfico, por ejemplo, es caótico. Avanza en distintas direcciones como una gran marea. Los automovilistas no usan el intermitente, y prefieren el claxon para avisar de algún movimiento, para advertir un peligro. Como en Occidente, pero con mucha mayor frecuencia. Algunos conductores llevan el Corán en el coche, sobre el salpicadero, y en los semáforos leen unos versículos.
La religión es muy importante para ellos. Los árabes tienen el nombre de Dios en la boca, constantemente, algo que los occidentales han olvidado, y esto es señal de la presencia que tiene Alá en sus vidas: “Si Dios quiere”, dicen constantemente. Es un espectáculo verlos rezar, un viernes, día santo, a mediodía, en las mezquitas y en las calles, delante de sus propias tiendas.



Eduardo Martínez Rico

domingo, 17 de enero de 2010

Dentro de la pirámide III

El pasado hecho presente


Hoy Egipto vive del pasado y del turista; por eso cuidan tan bien al viajero. El Cairo, la capital, es una ciudad tomada por la policía: cada treinta metros vemos un agente, fuertemente armado, y abundan los coches cargados con policías. El objetivo es conseguir que los visitantes se sientan protegidos de posibles atentados. Constantemente hay que pasar controles, y los europeos no están acostumbrados a ver perros olfateando explosivos a las puertas de los hoteles.
En El Cairo, la gente se acerca a ofrecer todo lo imaginable: guías, papiros, llaveros, pequeñas pirámides… Esto se hace un poco agobiante, pero hay que entenderlo: los turistas vienen a verlo todo, y los egipcios están para venderles todo. Ocurre lo mismo con las propias maravillas arquitectónicas, los museos, los barrios típicos… Se han juntado dos extremos que se necesitan y complementan. El turista, en el fondo, quiere comprar, y el egipcio vender. Como en cualquier comercio. Egipto se ha convertido en una gran industria turística: los faraones les dejaron su patrimonio actual, y los egipcios de hoy lo están administrando.

Dentro de la pirámide II

La lucha de una ambición


Hay teorías modernas que apuntan a que estas pirámides no eran simples tumbas, que nadie se toma la molestia de construir semejantes colosos sólo para enterrarse a sí mismo. Hay explicaciones para todos los gustos: astrológicas, esotéricas, unión de fuerzas magnéticas… Pero nosotros nos hemos encontrado unas construcciones que desafían lo humano –pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos, y casi doscientas en el país-, que tienen más de tres mil años y que irán mucho más allá de nuestras vidas. Y dentro de esas construcciones unos sarcófagos de piedra. No hay momias porque muchas tumbas fueron saqueadas hace cientos de años, y los faraones están en museos británicos o egipcios. Sólo en el caso de Tutankamon, el joven faraón, el hijo de Akenaton, fundador del monoteísmo, los arqueólogos hallaron la tumba intacta. El viajero tiene que recordar cómo Carter, su descubridor, entraba emocionado en un espacio preservado durante siglos.
La Historia de Egipto es la lucha de una ambición, de la mayor ambición, y de esto dan fe las guerras con los nubios, con los israelitas, griegos, sirios, asirios… Cuando Egipto caminaba hacia la decadencia, Alejando Magno se cruza con él, y el país lo recibe con los brazos abiertos. Apenas le da tiempo a fundar Alejandría, realizar los ritos que le emparentaban con Ra, ser tratado como faraón y seguir su peripecia a Oriente, hacia la India. El cuerpo de Alejandro volvió a Egipto muerto, pero su general Ptolomeo fundó una dinastía que dio nuevos bríos a Egipto. Ptolomeo actuó como gobernante, sin ser llamado faraón, y su pericia al frente del Estado hizo que sus descendientes sí fueran faraones, los “Ptolomeos”. Es el último suspiro de esplendor de Egipto.
Todos los grandes se han sentido fascinados por esta tierra: Julio César y Marco Antonio, Napoleón Bonaparte…. Como dice Abdel Fattah, director del Instituto Cultural Egipcio de Madrid, que financió mi viaje, Egipto tiene magia, hechizo, y probablemente lo sentimos más fuerte cuando nos hemos alejado de él, a la vuelta. Es una fascinación que confirma lo que nos han contado desde que éramos niños, lo que vemos y sentimos mientras navegamos el Nilo y contemplamos sus maravillas, y cuando regresamos a nuestros países, esa fascinación despierta vigorosa.

sábado, 16 de enero de 2010

Dentro de la pirámide

He estado en Egipto dos veces y las dos veces fueron experiencias maravillosas. Fui al Festival Internacional de Cine de El Cairo, y aprovechaba con mis compañeros de viaje para ver la ciudad y las pirámides. Publiqué varios artículos y éste no me lo publicaron. Creo. Quizá sea el que más me gusta. Lo que no digo en este artículo y lo voy a decir ahora, en privado, es lo impresionado que quedé cuando, en la cámara principal de la Gran Pirámide, al poco de entrar, sentí algo muy físico, una simple erección, cuando allí no había nada que lo provocara. Quizá es verdad que algunos lugares de la Tierra, escogidos, según algunos, muy cuidadosamente, tienen una concentración o reserva de energía especial. Puntos neurálgicos de la tierra. No lo sé, yo cuento esto porque tampoco me parece nada malo contarlo. Otros habrán sentido lo mismo en situaciones tan extrañas o más que éstas. Como viajero mi obligación es contar lo que veo, lo que siento y cómo lo veo y cómo lo siento. Y lo que todo lo que tengo alrededor me provoca.

Aquí ofrezco la primera parte de aquel artículo:


Hacia el corazón


Avanzar hacia el corazón de la pirámide, cuando el aire empieza a escasear, cada vez más. Tan pronto hay que pasar por zonas completamente agachado, como atravesar un desfiladero muy especial, como caminando por el interior de un barco, con la quilla arriba. La imaginación tiene entonces plena libertad: los egipcios llevando el cuerpo del faraón, y todos los objetos que le acompañarán en la otra vida.
Según algunos guías dentro no hay nada que ver, no merece la pena. “Bajar a la pequeña pirámide de la Reina, la mujer de Keops –dice un guía egipcio con gorra y gafas de sol-, tiene el mismo interés que entrar en la Gran Pirámide.” Pero no es verdad: hay que ascender por el interior de la pirámide.
Bajar la cabeza, doblar la espalda, subir pasos y pasos eternos hacia una cima que parece que no existe, un fin que parece que no llega. Aunque no lo notemos, aunque uno no sepa por qué, es un viaje hacia una cultura, una religión, una forma de entender la vida. Y sobre todo la muerte.
Y llegamos a la cámara funeraria del Faraón, ¿una falsa sala? No es muy grande, un espacio vacío forrado de piedra lisa y dura, bien pulida, donde no se notan las junturas. Por una abertura llega el aire, escaso, del exterior. Estamos a 75 metros de la base, y hay un tubo fluorescente que ilumina, lo justo, la escena. ¿Quiénes estuvieron aquí antes de nosotros?, ¿qué hicieron?
En esta cámara el viajero nota todo el peso de la piedra, de las miles de toneladas que tiene encima y alrededor, y esto se percibe, sobre todo, en la falta de aire. Pero también nota una extraña potencia, una energía que se concentra dentro del cuerpo.

viernes, 15 de enero de 2010

Rompo con la ola,
Todo para ti,
Tú misma,
Mi sombra y mi luz,
Mi deseo y mi pecado,
Mi risa y mi luz.
Vuelvo a tu lado,
Potente y eterno,
Para descansar junto
A tu roca,
Suave brisa,
Viento marino,
Nieve en la costa,
Simplemente ya.


Eduardo Martínez-Rico

jueves, 14 de enero de 2010

De hospital en hospital

Ando de hospital en hospital, palpando el dolor. El dolor exterior es mi dolor, interior y muy físico. Cuando eres sensible eres sensible para lo bueno y para lo malo. Vienen, venimos, los hombres y las mujeres a que nos arreglen en el taller humano del cuerpo. Que la distancia entre nosotros y nuestros médicos sea la justa para que nos
curen mejor.

El futuro

Que todo lo que recibamos lo recibamos en vida.

miércoles, 13 de enero de 2010

No te preocupe

No te preocupe lo que dicen de ti, lo que hacen, con mala intención, para hacerte daño. No te afecta, no puede contigo. No estarías donde estás si eso te doliera verdaderamente. Aborrece la envidia, el mal, la mala idea, y deja que tus logros respondan a tus detractores. Poco a poco irán callando todos, si no han callado ya, y a los que no lo hagan se les notará mucho su envidia. Eres un portaviones y nadie puede pararte.

martes, 12 de enero de 2010

Los políticos

Yo a los políticos los quitaba a todos y ponía otros nuevos.

Cela, la estrella polar

Relatos Vividos


CELA, LA ESTRELLA POLAR





Me acuerdo de la portada de Abc un día de otoño de 1989. Aparecía la cara de un señor, cortada por la mitad, y el siguiente titular: “Cela gana el Nobel de Literatura”. A mí me resultaba familiar aquel hombre con ceño fruncido que parecía cabreado por algo, pero no había leído nada de él.
Desde entonces se convirtió en un modelo para mí. Empecé a comprar y leer todos sus libros, y cuando tuve que dar una conferencia en clase, en octavo de EGB, elegí el tema de La familia de Pascual Duarte. Recuerdo cómo el profesor nos advirtió que aquella novela era muy dura, como dudando de que fuera para nuestra edad. También me acuerdo de que, años después, un novio de mi hermana me dijo que él había leído el Pascual Duarte porque se la prohibieron en clase. Desde luego leer a Cela ya significaba algo, y eso me gustaba.
Sólo había adquirido un modelo de escritor, un referente, una estrella polar. A día de hoy es difícil distinguir las cosas si no invento nada, pero es verdad que cuando le dieron el Nóbel yo le escribí una carta en la que le decía que quería que fuese mi maestro como Baroja lo había sido suyo. Porque eso sí lo sabía.
Ahora me he distanciado mucho y hay escritores que me gustan más que él, mucho más, pero marcó una época de mi vida. Cada vez que salía en televisión mis padres me llamaban a gritos desde el cuarto de estar: “¡Eduardo, Cela!” Y yo bajaba alborozado para ver la entrevista. Durante un tiempo la figura de Cela me parecía sinónimo de escritor, como si sólo se pudiera ser escritor siendo como él. Afortunadamente superé eso.
Hay un detalle: Cela no sonreía apenas, nada, porque ése era su marketing, su marca. Yo pensaba que tampoco se podía sonreír y durante años estaba seguro de que con la sonrisa y la risa se escapaba la inteligencia. Ahora eso me recuerda a El nombre de la rosa y las discusiones de Guillermo de Baskerville con los monjes de la abadía. En las fotos yo también salía serio, muy serio. Me costó recuperar la sonrisa, pero también lo superé, y ahora veo que sonreír es de lo más valioso que tiene el ser humano.
Leí casi toda su obra, libro tras libro, incluso los más difíciles, los que sólo leían cinco personas. Creo que no los entendía bien, si había que entenderlos, pero para mí eran la obra de un gran escritor. Por aquel entonces yo decía a mis amigos que Cela era el mejor escritor del mundo, algo muy audaz teniendo en cuenta lo que había leído entonces.
Cuando murió, el 17 de enero de 2002, el día de mi cumpleaños, salí a la calle con un ejemplar de Viaje a la Alcarria, como el mejor homenaje que le podía rendir. Ahora compruebo cuánto me he distanciado de él como escritor, pero también cómo mi cariño no ha decaído.





Eduardo Martínez-Rico

lunes, 11 de enero de 2010

El eterno problema

EL ETERNO PROBLEMA





El Hombre se encuentra con la Mujer. Se encuentran, hablan, pasan unos días, se han gustado, quedan y se besan, se tocan y hacen el amor.
La historia pasa, dura unos días y se acaba. No se sabe por qué. ¿Qué ha ocurrido? ¿Uno de los dos ha dejado de sentir algo? ¿Uno de los dos ha dejado de sentir y se ha puesto a pensar? ¿Lo que le daba el uno al otro ya no se produce?
El amor es el único tema en el que nadie se puede llamar experto. Lo mejor es aprender a pasar, ¿convertirse en un profesional del amor, al menos del sexo?
Los hombres sensibles, supongo que también las mujeres sensibles, deben construirse una coraza, y estar dispuestos a que todo suceda. Cuando esperas algo, y es mejor esperar lo peor, cuando sucede no te afecta tanto.
Pero cuesta renunciar a lo que has tenido, a lo que te ha llenado, aunque eso vaya envuelto en las mil contrariedades de la vida. El amor, unido al sexo, o el sexo, unido al amor, tiene una gran capacidad de colmar. Yo recomiendo centrarse en las actividades constantes de la vida, en lo que siempre nos da la vida. Si tenemos un trabajo sensacional, los desengaños amorosos, los “ahí te quedas” duelen mucho menos. Cuando uno está desarrollando su vocación, el amor queda en muy segundo lugar, aunque ese desarrollo también tenga muchos problemas. Ningún camino es fácil, todos están tachonados de espinas.
Nuestros padres, en general, sólo follaban de casados, apenas hacían nada hasta que no se casaban. Mi padre sólo tuvo dos novias, que yo sepa, y una de ellas es mi madre. Mi madre, novios novios, tuvo uno, mi padre. Yo he estado con muchas mujeres, muchísimas –aunque los hay que han tenido muchas más-, aunque novias novias, muy pocas.
Tengo mucho éxito con las tías, pero me duran muy poco. A veces por mi culpa, a veces porque quiero. Antes quería una novia formal, alguien con quien compartir lo que tengo, con quien comunicarme y potenciar la vida. Ahora ya no; ahora quiero gozar de la vida. No se le puede pedir demasiado a una relación, la ilusión se dispara, pero pronto hay que volver a la realidad. Ellas están tan desconcertadas como nosotros, nos hemos metido en una espiral desenfrenada de cambios, prisas, polvos e insatisfacciones. También satisfacciones, pero en seguida tenemos los ojos y el sexo puestos en otra parte.
Está el patio muy revuelto.
Somos hijos de nuestro tiempo, y si no lo somos, si somos de otra parte, sufrimos. La gente como yo que vive un poco en otro mundo lo pasa mal, insisto. Como siempre, hay que adaptarse. Siempre la puta adaptación. El mundo no se adapta a ti, a menos que te hagas famoso e “imprescindible”, y puede que ni entonces. Conozco a mucha gente importante que tiene muchos problemas por ser diferentes y por tener ideas diferentes. Para lograr lo que uno quiere no hay que traicionarse pero sí que hay que transigir. Algo o bastante.
En el amor y en el sexo es parecido, pero teniendo una cosa muy clara: si gustamos es por ser como somos, si nos quieren es por ser como somos. Y si nos dejan, es por lo mismo. Pero mejor seguir siendo nosotros mismos que dejar que otros digan cómo tenemos que ser.



Eduardo Martínez Rico

Cómo se escribe un libro

Me escribe desde Roma un antiguo compañero de carrera. Me dice que está preparando dos novelas, pero que supone que tardará mucho en escribirlas. Yo le deseo “ánimo y suerte” y me responde que esperaba algún consejo por mi parte.
No doy consejos sino al que me los pide, porque no me gusta ir de maestro literario de nadie; la literatura es el reino de la susceptibilidad y a nadie le gusta que le echen la lección, si no la ha pedido antes. Una vez, también en la Universidad, un compañero me pidió que le enseñara a escribir, y casi me dio un susto. Pero este amigo de Roma quería que le dijera algo, y se lo dije.
Según mi experiencia, un libro sólo se escribe si es una prioridad para uno mismo. Es decir, si estamos rodeados de cosas que son más importantes para nosotros que nuestro libro, nunca lo escribiremos. Un libro es una amante celosa y absorbente, y sólo acabaremos el libro si le dedicamos todos nuestros pensamientos. Cuando digo esto me refiero a que hay que convertirlo en una obsesión, y que nos acompañe a todas partes, porque las ideas surgen no sólo cuando estamos delante del ordenador.
Para mí es muy importante avanzar en mi libro todos los días, escribir algo, aunque sea poco, porque así siento que está en marcha, que va creciendo. Si abandonamos el trabajo unos días, unas semanas, un mes… es posible que nunca volvamos sobre él. Un libro abandonado es muy difícil de recuperar. Nos meteremos en otro, pero ése lo dejaremos de lado, porque está, en cierto modo, muerto, sin sangre, y es muy difícil volver a dar vida a un organismo muerto. Los libros tienen vida propia, pero esa vida se insufla cuando se ha cerrado el círculo.
Yo recomiendo no perderse demasiado en la fase de documentación, o preparación, porque lo que hay que hacer es escribir el libro. Aunque hay que optar por un término medio: si no tenemos nada que decir, a no ser que tengamos un estilo deslumbrante, no interesará nada de lo que escribamos. Un libro hay que cogerlo por los cuernos y lanzarse a escribir, palabra a palabra, frase a frase, página a página, y si todo va bien veremos cómo avanzamos y los números del ordenador que marcan la extensión de nuestro libro irán creciendo.
Es muy útil hacerse un plan, un índice provisional, sobre lo que queremos escribir y contar, e ir llenando los títulos del índice con lo que vamos diciendo. Si necesitamos crear un capítulo nuevo, lo creamos; si hay que eliminar alguno, lo eliminamos.
Una vez que tengamos el libro terminado, que en realidad es un borrador, hay que revisarlo, varias veces. Pulir el estilo y muchas otras cosas. Conviene que lo lea alguien de nuestra confianza que sepa de esto, si es un buen escritor amigo nuestro –y que no quiera nuestro mal-, mejor.
Escribir un libro es una prueba de esfuerzo, una carrera de fondo, sí, y después de ella viene otra, muy fuerte: publicarlo. Una vez que está en las librerías, uno se lamenta porque se ha distribuido mal, o porque se vende mejor o peor, o porque ha sido mal comprendido, o porque los medios de comunicación no se hacen eco de él. Pero eso es quejarse de vicio. Un libro da muchas satisfacciones, y compararlo con un hijo es tópico pero verdadero. Hay que luchar por ellos sin descanso y tienen su propia vida, más allá de nosotros, sus autores, que ya estamos trabajando en otros libros o que nos hemos muerto.




Eduardo Martínez-Rico


(Publicado en "El Norte de Castilla".)

domingo, 10 de enero de 2010

Vestido de novia

Montepríncipe se despide de vosotros. Todo él está cubierto por una nieve blanca, pura, fuerte y deliciosa. Da gusto cogerla con tus guantes de cuero y tirarla al aire, como cuando eras niño, y siempre estabas esperando, con tus hermanos, por la noche, que cuajara, que se incomunicara todo y no fuérais el colegio. Algunos años algunos esquiaron, y siempre salíamos a jugar con la nieve. Era tan raro ese paisaje, esa forma de ver la vida, de ver Montepríncipe.
Se despide de ti Montepríncipe con este paisaje que ves desde tu ventana. El tejado nevado, la nieve suspendida de los árboles, el cielo cárdeno. Qué hermosura pasear por las calles, mirando al suelo y pensando en el cielo y en la tierra, en lo que estás leyendo, en las clases del martes, en lo que quieres escribir, en el futuro que siempre tira de ti y que tú, más o menos, sabes ver.
Montepríncipe se despide de vosotros, familia Martínez-Rico, después de 27 años en él. Una vez le dijiste a un escritor, José Luis Olaizola, hombre bueno y buen amigo, que todo lo que habías aprendido lo habías aprendido aquí. No es muy justo decir eso, pero como metáfora no está mal.
El arroyuelo que navega por delante de tu parcela, y que se lleva vuestros excrementos, está precioso. Dibuja un pequeño valle, como siempre, pero esta vez todo cubierto de nieve, y sólo se ve un pequeño sendero de agua, un surco, un fino hilo, como el sexo de la tierra, rodeado de nieve. Qué hermoso.
Se despide Montepríncipe vestido de novia. Tu corazón está aquí.

El amor

Siempre enamoramos a quien no queremos. Rara es la vez que enamoramos a quien queremos.

Si algo sabes

Si algo sabes es que te vas a morir.

Si algo sabes

Si algo sabes, siempre, es que no lo sabes todo.

sábado, 9 de enero de 2010

Meditación

Tienes el día tonto. No te apetece ni leer ni escribir, algo insólito. Áhora dices mucho esto, a quien te quiere escuchar: "Yo ya he conseguido lo que quería en la vida." Y más todavía. Has recibido más de lo esperaba, racionalmente, porque siempre hay sueños, y el hombre es un animal que sueña despierto. Pero bastante sueño es el impulso que nació en tu infancia y adolescencia. Escribes y publicas libros, y variados además, has escrito y publicado muchísimos artículos. Tuviste una época de sex-symbol juvenil... que ahora añoras, pero no tanto, después de todo, porque en tu vida cada etapa nueva es mejor que la anterior, aunque siempre haya que aguantar incomprensiones y cabronerías. Pero el fondo siempre es bueno y siempre cada vez mejor.
Eres feliz, muy feliz, y no sabes cuánta gente puede decir esto, aunque si hiciéramos una encuesta nos encontraríamos con que hay más gente feliz de la que parece. Tú ya hablas de esto con lo que se cruzan en tu camino, o con los que cruzas tu camino, porque la gente es muy tímida, mucho más cerrada que tú, y tienes casi siempre que ir a por ella. Todos vivimos en nuestro pequeño nicho, nuestra cueva con calefacción, aire acondicionado y DVD última generación. Y más todavía con Internet.
Pero tan feliz como eres te encuentras con que, tan realizado, ahora tienes la vida vacía. "Vacía", entiéndeme... La tienes y tienes que llenarla. Resulta que el hombre más feliz del mundo necesita buscarse aventuras para ser todavía más feliz, porque la felicidad que le desborda se ha quedado en nada. Es un problema filosófico, porque tú no renuncias absolutamente a nada de lo que tienes.
Sin embargo ahora ves cosas que antes no veías, o las ves de forma mucho más potente. Si la vida es un cuadro, hay zonas del cuadro que para ti antes eran secundarias y ahora no lo son, las ves mucho más. Pero ya pensarás/escribirás sobre todo esto, paso a paso.
Estás en casa, en Montepríncipe, despidiéndote de todo, haciendo limpia de libros, pensando muy seriamente en renunciar a las mujeres para siempre y meterte sacerdote. Es una broma, pero no del todo, porque eso tendrías muchas ventajas para ti. Pero ése no es tu camino, aunque muchas veces lo pensaras. Tu camino es caminar y mientras ir escribiendo todo, lo mejor, esperas, de lo que se te pasa por la cabeza, trabajándolo como el alfarero levanta sus obras, en tres dimensiones, a todo color o en blanco y negro. Pero mientras escribes y caminas, que fue lo que una vez te recomendó, ¿ordenó?, Sánchez Dragó en un libro, puedes hacer muchas más cosas. Los escritores siempre habéis sido hombres-orquesta. El que vale para escribir vale para todo, sólo hay que concentrarse, esmerarse.
¿Hay algo más bello que recogerse en un papel, o en "Los días de Ícaro", y compartir esta esplendorosa máquina que llamamos vida con los demás?
Yo vivo por ti, lector, persona, ser humano. Soy tu. Tú me hablas y yo escucho, escribo, invento, levanto edificios para ti. Somos una unidad, alzada en el aire, ahora en Internet, lo más parecido que conozco, real, al alma colectiva con la que sueño. Y esto existe: se llama Humanidad, o Animalidad, porque incluyo a todo.
Piensas que los conjuntos entran todos dentro de todos, unos dentro de otros, y que lo que hace falta es que funcionen lo mejor posible. Yo soy de Montepríncipe, Madrid, España, Europa, el mundo, el Universo, y siempre que viajo me siento del lugar que piso. Y cuando dices "siento" es para lo bueno y para lo malo. El sufrimiento también nos recuerda lo que somos, y es posible que nunca seamos más grandes que cuando sufrimos. Quizá los extremos: el amor, la euforia y el sufrimiento, la desolación.
No quieres extenderte: no te apetecía escribir y ahora ves que podrías llenar la tierra de páginas webs escritas de tu puño y letra. Pero ésa es una tarea colectiva que estáis haciendo entre todos, y si Borges soñó con un mapa que reprodujera punto por punto la Tierra, teniendo el tamaña de la Tierra misma, tú sabes que Internet cubre el mundo entero con sus contenidos, igual que los libros ya lo han hecho.
La calidad de esos contenidos será la calidad del ser humano en cada etapa de su vida. Nosotros, ahora, somos el mundo.

Contra los defectos

El lunes pasado publiqué esta columna en "El Norte de Castilla":



CONTRA LOS DEFECTOS






Los defectos nos hacen sufrir mucho. Podemos corregirlos, o pulirlos, minimizarlos, pero siempre están ahí. Mejor dicho, aparecen unos nuevos. Yo he convertido antiguos defectos en verdaderas virtudes, por el milagro de darles la vuelta: mucho trabajo y un toque de suerte, natural, casi divino. Pero nuestros defectos nos persiguen, nos ponen a mal con los demás, que los zahieren con fuerza, que no paran de recordárnoslos. Esto viene bien porque así no los olvidamos y podemos pulirlos.
Pero siempre hay defectos. Esto es desolador: por mucho que los corrijamos siempre aparecen otros nuevos. Mi vida es una continua lucha por el equilibrio, y ésa es una de las razones por las que escribo. Escribir me llena, me aclara y me equilibra, pero el equilibrio me dura muy poco, unas horas o, a como mucho unos días.
Cuando me ocurre una desgracia me siento a escribir y la supero. Siempre me ha ocurrido así. Hay una corriente literaria, encabezada tal vez por Oscar Wilde, que dice que la literatura, todo el arte, no tiene que servir para nada, y mucho menos ser como una especie de medicina. Para mí lo es. Leer y escribir me ayuda mucho, me divierte, me enseña, me serena. Hay algunos autores que los tengo como fármacos, y en mi opinión deberían venderse en farmacias. Mi querido Vázquez-Figueroa es uno de ellos. No es que nos evadan, es que nos curan, nos hacen felices, y estoy seguro de que no soy el único que piensa así.
La soberbia me persigue desde hace años, desde niño, pero sólo cuando me atacan. En casa me pasa mucho, me ha pasado desde siempre. Pero supongo que esto es normal. No me gusta atacar, pero cuando me atacan, no sólo me defiendo sino que ataco yo también. No sé si eso de que la mejor defensa es un buen ataque es cierto, pero yo lo hago, sin querer.
Creo demasiado en mí mismo como para dejar que otros me destruyan. Me ha atacado gente muy importante y encumbrada y no ha conseguido nada, porque mi vocación es del mejor metal y mi mente está en continua expansión. Soy el primer admirador de los mejores, y aprendo de todo el mundo, pero me mantengo como una roca inamovible ante los que me quieren hacer daño.
Creo que si la gente creyera más en sí misma no envidiaría tanto a los demás. Creo que si los demás lucharan por realizarse y ser felices, mirarían con más respeto y alegría a los que lo han logrado.
Este mundo gira mucho más rápido de lo que parece. Marco Aurelio decía que lo que quisiéramos hacer en este mundo que lo hiciéramos ya, que no esperáramos a la otra vida. ¿Quién sabe si habrá otra vida? ¿Quién sabe si entonces lo de ahora nos importará algo? Me temo que esto poca gente lo hace.




Eduardo Martínez Rico

viernes, 8 de enero de 2010

Si quieres futuro prepara el presente

El futuro, qué es el futuro, qué nos deparará el futuro. El futuro nos inquieta, la incertidumbre, el miedo de no saber qué será de nosotros y de nuestras vidas. Pero el secreto del futuro, en mi opinión, y por lo menos en mi caso, es sencillo. El futuro es el presente.
Yo sé que me dedicaré en el futuro a lo que me estoy formando ahora, y lo sé porque así me ha ocurrido muchas veces. Te buscan por lo que saben que sabes, por lo que has demostrado que sabes y sabes hacer. Y eso sólo se consigue con trabajo, con horas de desvelo cultivándonos y perfeccionándonos. Escribí dos libros de conversaciones con Francisco Umbral. Me ofrecí para hacer entrevistas en Época y el director juzgó que una persona que había hecho dos libros de entrevistas, y más con una persona como Umbral, sabría hacerlas. Esos libros eran biografías, distintas, aunque a mí me cueste aceptarlo, y gracias a ellos, sobre todo el segundo, pude hacer mi libro sobre Pedro J. Ramírez. Y por hacer un libro sobre Alberto Vázquez-Figueroa, Toni Iturbe, subdirector de Qué leer, me “especializó” en novelas de aventuras.
Con Umbral aprendí muchas cosas, entre ellas a hacer artículos, y ahora escribo columnas en El Norte de Castilla. Sé que todo lo que he aprendido en la vida me va a servir para el futuro, porque ya me está sirviendo, me sirve ahora.
Los militares, algunos, desde muy antiguo dicen: “Si quieres la paz prepara la guerra.” Yo digo: Si quieres futuro prepara el presente, trabaja el presente. No soy un modelo de nada, pero en mi vida esto se cumple matemáticamente, y ninguna vida de ningún hombre es tan original como para diferenciarse radicalmente del resto.

Trabaja en el hoy

Trabaja en el hoy, piensa en el mañana, y no te preocupes por todo lo malo que rodea tu vida: lo mejor siempre se construyó también con lo peor. Hasta las mejores tropas se hicieron, también, con asesinos.

jueves, 7 de enero de 2010

Eugenio Trías - Entrevista

Cuando me documentaba para mi libro "Pedro J. Tinta en las venas" entrevisté a mucha gente sobre el director de "El Mundo". Una de esas personas fue el filósofo Eugenio Trías. Por aquel entonces hacía entrevistas a fondo para "Época" y aproveché para hacerle una entrevista, aparte del libro, a Trías. Fue un gran placer conocerle y un placer intelectual hablar con él.
Recupero la entrevista porque me gusta mucho y porque, salvo en pocos detalles, es atemporal.


Eugenio Trías:



“La ciencia no tiene jurisdicción en el tema
de la muerte”



Eugenio Trías es uno de nuestros primeros filósofos, preocupado por un abanico de temas muy amplio: la estética, la religión, el periodismo, la Cultura con mayúscula.
Se declara muy tímido. Dice que la timidez es “una especie de coraza para poder vivir en este mundo tan complejo”. Es muy sensible, y habla bajo, moviendo las manos, muy cerca del cuerpo, dibujando pequeñas ondas, muy despacio.
Trías es un espíritu libre. Me habla del teléfono móvil: “Es un invento que no se hizo para mí. No me gusta nada el sentirme bajo control.” Pero sí aprecia el ordenador y cómo ha mejorado sus formas de trabajo.
Trías es autor de libros La filosofía y su sombra, La edad del espíritu o Vértigo y pasión, sobre Alfred Hitchkock. En septiembre publica un libro de 1200 páginas sobre música, El canto de las sirenas (Variaciones musicales) -Galaxia Gutenberg-, su obra más ambiciosa. Cuando le hice esta entrevista me lo encontré corrigiendo las pruebas de su último libro.


-¿Qué sentido tiene hoy ser filósofo?
-Yo creo que tiene sentido hoy, ayer y lo tendrá mañana. Es una ocupación milenaria, una vocación, un ejercicio y una profesión. Se originó seis o siete siglos antes de Jesucristo, y ha seguido viva hasta ahora. Hoy hay los suficientes interrogantes de todo tipo, relacionados con nuestro mundo o con las preocupaciones que toda persona con su vida o con su muerte, y yo creo que en esos temas la filosofía tiene campo libre. Son temas que jamás podrán ser obviados por otra actividad.
-¿Por ejemplo la ciencia?
-La ciencia puede llegar muy lejos en muchos campos, pero las cuestiones de ética, de estética, de la religión, yo diría que la desbordan. Y lo mismo ocurre con otros campos.
-¿A qué se dedicaría hoy Sócrates?
-Lo mismo que hizo entonces: pasear por las calles y conversar con unos y otros. Ése sí que era genio y figura, no me lo puedo imaginar de otra manera. Hoy también podría estar, posiblemente no en Atenas, pero sí en Nueva York o en Madrid, en la Puerta del Sol, en el Círculo de Bellas Artes…
-¿Pero de qué viviría?
-Ya encontraría la manera de vivir de algo. Yo creo que tendría un tipo de obligaciones docentes, posiblemente, si es que persistía en su exclusivismo oral, y en su repugnancia a la escritura. Siempre habría un Platón –Trías se echa a reír- para tomar nota de todo lo que iba diciendo.
-¿Platón tomaba nota de verdad?
-Yo pienso que sus diálogos primeros, e incluso muchos del resto, como el Fedón o el Banquete, responden bastante fidedignamente al espíritu de Sócrates. Ha habido mucha controversia sobre este punto. Yo creo que da una imagen muy elaborada y pensada, y probablemente con mucha más fiabilidad histórica que la que normalmente se ha creído. Yo creo que la imagen que da Platón de Sócrates es bastante convincente.
-¿Qué relación tiene el filósofo con la muerte?
-El filósofo tiene que dar una opinión razonable sobre la muerte, ya que no se puede dar otra. Evidentemente es un terreno en el que uno no puede aproximarse a través de la ciencia. La filosofía debe dar una posible respuesta a la enorme interrogación que la muerte nos provoca a todos los seres humanos, que los griegos llamaban “mortales”, y no se equivocaban.
-¿Me puede poner un ejemplo?
-Lo da el propio Platón en el Fedón. Da una serie de pruebas de lo que considera que es la posible pervivencia del alma tras la muerte, y finalmente un relato-mito racional, pero entre medio hay un debate fuerte muy elaborado con los personajes que están cercanos a él. Yo creo que ahí da una pauta del tipo de reflexión que la filosofía puede hacer.
-¿Cuál es su explicación en torno a la muerte?
-Yo creo que se ha impuesto una idea, como si hubiera certeza en ella, como un dogma, que con la muerte se cancela totalmente nuestra existencia, frente a testimonios como los de los egipcios, Platón, la tradición judeocristiana… No hace mucho leí un libro que se apoyaba en la ciencia y que decía justamente eso. Yo creo que eso no es verdad.
-¿Por qué?
-Primero, la ciencia no tiene jurisdicción en este tema, y segundo, es un tema de amplio debate, de nada fácil orientación y resolución, y que está abierto desde la cultura egipcia y el poema de Gilgamesh. Yo no acepto la posición que toman con la muerte las filosofías existencialistas (Sartre, Heidegger, etc.), la muerte como el horizonte máximo de nuestra existencia, evidentemente algo que le da sentido o le quita el sentido. Yo ahí dejo abierta una cuestión, y abro un diálogo posible con otras respuestas, la de Platón por ejemplo, tradiciones religiosas que me son enormemente interesantes.
-¿Usted cree que después de la muerte hay vida?
-Yo desde la filosofía no puedo hacer esta afirmación. Yo desde la filosofía lo único que puedo es provocar preguntas, pero sí puedo hacer cortar de cuajo opiniones absolutamente discutibles que se presenten como se fueran principios dogmáticos. La filosofía tiene esa capacidad crítica del dogma.
-¿Por qué le interesa tanto la belleza?
-Porque es uno de los grandes enigmas, junto con la muerte, junto con el ansia de justicia que todo ser humano tiene… Está ahí, existe. Nos preguntamos: ¿cómo podemos entenderla?, ¿cómo se nos expresa o se nos revela? Y lo hace a través de los ámbitos donde el hombre puede aproximarse a ella, sea por la vía del arte, la música, el cine, la pintura…
-¿La belleza y la muerte se parecen en algo?
-Yo creo que hay una vinculación, una relación, enigmática, pero la hay. Yo pienso que la auténtica belleza siempre tiene cerca el tema de la muerte. Éste es un asunto que trato en algunos ensayos de El canto de las sirenas, que publico en septiembre, un recorrido a través de los músicos occidentales, desde 1600 hasta 2000. En ellos trato su mundo, su música, su personalidad, pero también una serie de temas filosóficos que se me plantean, uno de ellos el tema de la belleza y la muerte. Sale en los ensayos sobre Mozart y Shubert.
-Una de sus grandes pasiones es el cine…
-A mí me gusta el arte en general, y dentro del arte el cine también. Sobre cine tengo un proyecto pendiente para el futuro: un texto sobre uno de los grandes directores de cine que más me interesan, me importan y me incitan, Stanley Kubrick.
-Kubrick es muy racionalista, muy cerebral.
-Tiene un sentido del cine extraordinario. Una de las personas con mayor capacidad de entendimiento y renovación del lenguaje cinematográfico que ha habido. Su concepción del espacio y el tiempo, por ejemplo. Hay películas de Kubrick que habré visto muchas veces… Me emocionan profundamente.
-Es misterioso además, ¿verdad?
-Sí. Las películas que más me gustan muchas veces no son las que tienen mejor crítica. Por ejemplo, me encanta Shining, El resplandor, que encuentro una magnífica película. Me encanta también Eyes Wide Shut, extraordinaria, a la que le dediqué un artículo.
-Es muy cinematográfica.
-Es cine puro. Entiendo muy bien que sea su pensamiento. Además, se superpone al tiempo real, prácticamente; puede ocurrir en una noche. Y es una manera magnífica de sugerir un estado intermedio entre lo vivido y lo soñado. El relato en el que se basa se llama, precisamente, Relato soñado, magnífico. Kubrick gana con el tiempo: cada nueva visión de su cine mejora. Sobre todo era un grandísimo artista.
-Época es una revista política. ¿Le decepciona mucho nuestra política?
-Me decepciona mucho el enconamiento general de los estados de opinión. Yo veo ahí secuelas muy ásperas que para mí tienen dos raíces: la huella lejana que deja un conflicto civil, de una dictadura demasiado larga que todavía nos cuesta digerir; y en segundo lugar, algo lamentablemente característico de España, un descuido grande del tema educacional y cultural. No se han fomentado hábitos de discusión, de controversia, de debate, ni en los medios de comunicación públicos y privados. Ha prevalecido más el sectarismo, el enconamiento, de grupos políticos, mediáticos e intelectuales.



Eduardo Martínez Rico



Asociación de Ideas:



Hitchkock: Belleza y horror

Divulgación: Necesaria con reparos

Platón: El más grande maestro

Autoconocimiento: Actividad necesaria

Intelectual: Prefiero “pensador”

Bello: Lo bello y lo siniestro, polaridad imprescindible

Guerra: Fatalidad y condena

Mariano Rajoy: No aprovecha sus oportunidades

Alma: Lo más íntimo y lo mejor

César Antonio Molina: Gran opinión

Sabiduría: Vieja aspiración

Periódico: Oración del hombre actual

Bernabé Soria: Persona respetable

Vida: Cada día tiene su afán

Nietzsche: Referencia del pensamiento

Democracia: Único régimen aceptable

Ética: Ámbito de la filosofía

Aristocracia: Aristocracia del espíritu

Ignorancia e imaginación

Los escritores llenamos con imaginación nuestra ignorancia.


E.M.R.

miércoles, 6 de enero de 2010

Carta de los Reyes Magos

Anoche me iba a la cama. Todos teníamos la sensación de que los Reyes Magos, este año, no nos iban a dejar nada en el salón. Pensé llamarlos, pero no sabía si me iban a hacer caso. Entonces yo, que creo en lo sobrenatural, dejé mis zapatos, como tantas veces, durante toda mi vida, he hecho. Esta mañana mi madre ha mirado en el salón, durante el desayuno:
-Un optimista ha dejado sus zapatos... Y qué es esto, hay una carta...
Sí, mi madre se ha encontrado una carta sobre mis zapatos, en un sobre del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, para el que durante muchos años trabajó mi padre. Debe de ser que este año los Reyes nos quieren regalar trabajo a todos los españoles.
La carta decía, dice así:


Montepríncipe, 6 de enero de 2009


Queridísima familia Martínez-Rico,


Este año no os hemos traído nada porque hemos llegado a la conclusión de que tenéis de todo, porque procuramos ir a vuestra casa todos los días del año. Hemos querido regalaros sobre todo salud, y creemos que estamos consiguiendo que cada día estéis más sanos, aunque siempre haya algo por hacer. Vamos a intentar que Papá se ponga mejor de su constipado y, sobre todo, de su corazón, y que Jose estudie muy bien la carrera, que Eduardo siga tan bien como va pero ganando más dinero y que Mamá pueda descansar más tranquila con todo el panorama.
No sólo visitamos las casas el 6 de enero; siempre hacemos lo posible para estar con todos vosotros el año entero, pero la gente esto no lo ve, sólo ve lo que se encuentra en los zapatos el día 6. Lo importante es la ilusión, la salud, la buena voluntad, la capacidad que tenemos de ser felices ayudando a los demás y dejando que nos ayuden.
No os entristezcáis porque este año no tenéis regalos materiales. Tenéis el regalo de disponer siempre de todo lo que necesitáis y, ahora, nuestros buenos deseos de paz, prosperidad y felicidad. Y, como somos magos, nuestros deseos son hechos.
Tomamos nota de vuestra nueva dirección en O´Donnell. Buena mudanza.
Abrazos de vuestros aliados y sabios



Reyes Magos de Oriente


(La carta está firmada, en bolígrafo negro, RR.MM.)

martes, 5 de enero de 2010

Avatar

Fuiste a ver Avatar, la película de estas Navidades y para algunos –esto se ve venir-, la película del año. Un primo tuyo, Joaquín, te dijo que venía con la fama de revolucionar el cine, “como lo hizo La guerra de las galaxias”. Tú ya no te crees estos ditirambos, hay muchos “partidos del siglo”, pero aquello disparó tu atención, no lo podías evitar. Fuiste a ver Avatar.
Uno tiene la sensación de que Cameron quería colocar su fantasía, poder imaginativo, de “imagen”, todos los medios a su alcance, y se inventó rápidamente una historia con originalidad 0. Aunque es verdad que en la vida pasan muchas cosas que ocurren en la película, como enamorarse de la hija del jefe.
Como espectáculo visual Avatar te parece magnífica, pero crees que se queda en el espectáculo, que nos trata a los espectadores como a niños –lo cual no está mal del todo-, y que hubieras agradecido un poco más de ingenio a la hora de escribir el guión. O la “historia”, que no es lo mismo. La película está escrita por Cameron, un hombre con una trayectoria impresionante en la Historia del Cine actual, pero no se ha tomado muy en serio la imaginación de la historia. Ha creado un videojuego más, y para eso nos quedamos en nuestro sillón favorito. Hace mucho tiempo que no juegas a los videojuegos, pero jugaste a muchos durante tu infancia y los recuerdas muy bien. ¿Avatar es tecnológicamente tan revolucionaria como para permanecer en la memoria más de unos meses? No lo sabemos, pero estoy seguro de que mi querida Guerra de las galaxias no va a ver peligrar su trono como mejor película de “ciencia-ficción” de la Historia, incluyendo las nuevas películas. Pongo comillas a lo de “ciencia-ficción” porque ha sido muy discutido que La guerra de las galaxias lo sea de verdad. Pero no hay peligro. Lucas podría haberse suicidado con los nuevos episodios, como opinan muchos, pero hasta con ellos La guerra de las galaxias es lo que es, un maravilloso monumento vivo que explica quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Para los que sabemos del tema, los efectos especiales, visuales, etc. no son más que una forma más de engancharnos, de pegarnos a la maravillosa, ambiciosísima historia mítica que cuenta. El componente mítico es lo que hace que una historia como éstas perdure, es el metal que las hace inmortales e inolvidables, y eso, en Avatar, lo veo demasiado facilón, simple, también sencillo, pero demasiado simple. Nuestros cerebros son mucho más complejos.


Eduardo Martínez-Rico

lunes, 4 de enero de 2010

Antes

Antes no lo veías, pero ahora sí lo ves: hay gente que no merece la pena. Eres capaz de comprender a todo el mundo, incluso al más malvado, pero ése te puede destruir, a ti y a otros. No puedes cambiar a la gente, un poco sí pero no del todo, y puede que puedas cambiar a la gente pero ni mucho menos a todos. Los clásicos latinos decían: “Siembra intereses más que buenas intenciones.”
Constantemente andamos cambiando, evolucionando, a los demás, sin darnos cuenta, y ellos nos cambian y evolucionan a nosotros mismos, pero siempre habrá una chispa que haga saltar lo que cada uno es, bueno y malo. Te temes que éste es un tema complejo.
Pero que los malos sigan su camino que tú seguirás el tuyo, tu influencia también llegará a ellos, y desde luego no los ayudarás, y desde luego que si puedes les harás la zancadilla, como ellos te la han hecho a ti tantas veces. Eres un buen saltador, especialista en levantarte del suelo, cada vez más resistente. Cada vez es más difícil tumbarte, porque estás en guardia cuando tienes que estarlo. Dios acaba eligiendo a los suyos, separándolos, aunque sea en el campo de batalla, cuando los carros recogen los cadáveres de los caídos. Morir en combate siempre fue un honor para los guerreros de todas las culturas.
Estos son tiempos en que necesitamos más un Moisés que un Jesús, o al menos una mezcla de los dos, un Alejandro Magno que hubiera pasado por la consulta del psiquiatra. Estaba muy mal. Necesitamos un alma colectiva osada, inteligente y positiva que se preocupe más de su propio progreso que por el mal de los otros.
No piensas cerrar los ojos ante el mal y no te vas a limitar a escribir. Piensas actuar, ya estás actuando. Pensándolo bien, qué forma más completa de actuar hay que hablar y escribir. Con la palabra se ha construido y logrado todo lo que está bajo la luz del sol, y aún lo que está fuera de ella, ahora que tenemos un vehículo atascado en la arena de Marte.
Antes no lo veías, pero ahora sí lo ves.


Eduardo Martínez-Rico

domingo, 3 de enero de 2010

Ando desnudo

Ando desnudo
entre tus ropas,
implorando
un perdón
que no me llega,
maltratado por tus besos
y preso de tus insultos.
No soy
otro
más que tú,
matiz viviente
de tu persona,
danza de esferas
y redondeces,
fina curva,
un solo trazo
que sobre ti
Dejé.


Eduardo Martínez-Rico

sábado, 2 de enero de 2010

La Columna

La columna es la pieza periodística más literaria junto con el artículo de viajes. Es una buena mezcla de periodismo, como información y opinión, y de literatura, por la exigencia de calidad formal que implica.
Los columnistas forman el grupo más prestigioso de un periódico, y es raro el periodista que no quiera ser columnista. Los lectores les distinguen con un interés que no tienen otros periodistas, y hay lectores que sólo leen columnas o que compran un periódico únicamente para leer a un columnista.
Los columnistas para muchos lectores se convierten en amigos, compañeros inseparables; por eso son tan importantes para un periódico. Un solo columnista puede significar para un periódico miles de lectores. Y muchos más.
Umbral decía que la columna era “el soneto del periodismo”, y lo explicaba así: “Cuando todo el periódico está tocando lo suyo, como una orquesta, con todos los instrumentos, en la columna se levanta un violinista que hace algo distinto.” Algo valioso, artístico.
La columna también ha sido definida como “el vuelo sin motor del periodismo”.

Ruano escribía artículos, porque a las columnas antes se las llamaba artículos, y era otro gran maestro. Su máxima enseñanza era ésta: “El artículo es como una morcilla, tiene que ir bien atado al principio y al final, y en medio uno mete lo que quiera.”
Todos los periódicos tienen columnistas, y su columnista estrella. En El Mundo, ahora, en la última página –la más codiciada-, escribe Raúl del Pozo. Os voy a poner una entrevista que le hice hace un par de años sobre el arte de la columna. La grabamos en el Café Gijón.

Raúl del Pozo dice que la columna es un género puramente español, “como la tortilla de patatas o los golpes de Estado”. Quizá su idea central sobre la columna es ésta: “Para mí la columna es un reportaje en quinientas palabras.” Y lo dice porque él tiene muy a gala ser un periodista, un becario del periodismo, es decir, alguien que está siempre aprendiendo y que no se toma demasiado en serio.
Raúl del Pozo, hasta hace poco, y durante muchos años, hacía la crónica parlamentaria de El Mundo. Estaba orgulloso de acudir allí todos los miércoles con su bloc de notas y su bolígrafo.

La buena columna tiene una estructura definida. Hay que empezar brillante, planteando el tema, luego desarrollarlo incluso con otros temas, y terminar de forma igualmente brillante.
Algunos columnistas citan a mucha gente, personalidades históricas, escritores, artistas… Creo que es un error. El lector se pierde; tiene la sensación de aprender, pero se pierde. Las columnas “limpias”, clásicas, quedan muy bien, y se puede citar a gente, claro, pero con medida. El término medio suele ser un buen aliado.
Umbral decía que había que poner una idea, una sola, en cada columna, y que si se metían más se estropeaba el artículo.
Se refería a una idea principal, por supuesto, porque metía muchas más ideas. Ideas cortas, como ráfagas. Él buscaba una impresión estética, que el lector levantara los ojos del periódico y dijera: “Qué bien escribe este tío”, o “Cómo le ha pegado duro a este otro.”
Con la columna comprobamos algo verdaderamente valioso: podemos apreciar la calidad litearia de un escritor cuyas ideas no compartimos; nos puede gustar una columna aunque no estemos de acuerdo con lo que dice. Y es que la literatura, al final, no quiere convencer de nada, sólo quiere ser literatura, ser hermosa, ser alto arte, y el arte también se da en los periódicos, y de forma muy grande. Ahora también se da en Internet, aunque a veces, como ya pasa con los periódicos, haya que escarbar-navegar mucho.
La columna es el espacio perfecto para criticar, zaherir, a veces de forma cruel. Larra hoy sería columnista -también podría ser director de periódico-, y estuvo golpeando a la sociedad española en todas sus lacras. Hoy gente como Prada o Sánchez Dragó hacen algo parecido.
Cada columnista tiene su estilo. Yo creo que en la columna hay que mostrarse moderadamente culto, pero inteligente; hay que ser crítico, pero sin pasarse, aunque de vez en cuando se puede emplear el tono incendiario. Hay que pensar en los lectores, incluso en nosotros mismos como posibles lectores nuestros. ¿Qué nos gustaría encontrar?, ¿qué nos cansaría?
Umbral decía que una columna, cuando era buena, era como un diario íntimo.


¿Cómo enfocar una columna hacia lo cultural?

Es muy fácil enfocar una columna hacia lo cultural; es un género que se presta mucho a ello, desde las columnas que se escriben para la sección de cultura sobre un escritor, un cineasta, el comentario de lecturas personales que hace el columnista; por ejemplo, la de Juan Bonilla en El Mundo.
La columna es un género muy versátil que se puede colocar en cualquier sitio del periódico, basta que el tema principal esté en correlación con el entorno en la página. Y ni siquiera hace falta eso. La literatura encaja en todos los lugares imaginables, y acompaña y resalta cualquier circunstancia, momento, monumento, personalidad, etc. Por eso la literatura ha sido siempre tan utilizada por los políticos, y ahí está la Eneida de Virgilio, creada a mayor gloria, en principio, de Augusto. Quienes más acaban citando a los poetas son los políticos.
A los columnistas famosos se les da plena libertad para escribir sobre lo que quieran, pero al tratarse de artículos periodísticos es muy recomendable tratar sobre la actualidad. Raúl del Pozo me ha dicho muchas veces que sus artículos son muy leídos sobre todo cuando se ocupan de la actualidad. En su opinión, la actualidad es la clave.
Los grandes columnistas de vez en cuando escriben sobre asuntos de la Cultura, sobre Literatura, Historia, cine, muchos temas. El tema político es el predominante, porque se supone que es el que más interesa a los lectores –y sin duda condiciona la vida de todos-, pero si escribieran sobre política todos los días cansarían al respetable. Algunos columnistas escriben de vez en cuando una columna cultural para descansar, ellos y los lectores, de la política.
La política es muy dura, tiene un tono muy fuerte y pesado. Es proclive a los gritos, a los insultos, más o menos declarados. Sólo hay que ver los programas de Jiménez Losantos y muchas declaraciones de los políticos para ver en qué grado de crispación vive la política.
Y luego está el nivel de los políticos. Si los políticos son de muy bajo nivel, por mucho talento que tengan sus comentaristas, no se podrá alcanzar un nivel muy alto. Al menos desde el terreno puramente periodístico, porque la literatura es capaz de elevar cualquier cosa.
Hoy en día mucha gente piensa que los periódicos son aburridos, y hay quien piensa también que lo son por la situación política actual. Yo me pregunto si no son aburridos por el nivel de nuestros políticos. Si apareciera en España un Kennedy o un Churchill, políticos con encanto, ilusionantes, llenos de fuerza y carisma, los periódicos resucitarían y serían apasionantes. La prensa, el periodismo es la juglaría de la Edad Media, perfectamente evolucionada, aerodinámica, llena de medios y con muchísimo más poder. No es lo mismo cantar o informar sobre el Cid que sobre un político de tres al cuarto.
Las columnas culturales son muy instructivas para los lectores, porque los articulistas incluyen muchos nombres propios de la Cultura e informan a los lectores de pequeños detalles muy curiosos, muy interesantes o muy importantes que desconocían.
Una buena columna informa, divierte y da la visión personal de un escritor o un periodista que se le busca precisamente por su personalidad.

A un columnista se le exige una de estas dos cosas, o las dos cosas: un gran estilo literario; una visión del mundo. Y fuera de esto, conocimiento e información. Si una de estas tres cosas es difícil que nos publiquen columnas en prensa. Los antiguos sabios de Grecia hoy escribirían columnas; Montaigne, como ya se dio cuenta Pedro J. Ramírez, hoy sería colaborador asiduo de la prensa. Reflexionad sobre estos puntos leyendo y escribiendo columnas.


Eduardo Martínez-Rico

La victoria

La victoria te persigue, pero siempre tienes que luchar por ella.

Eduardo

viernes, 1 de enero de 2010

Petición de Año Nuevo

Me he quedado solo en casa. Mientras me daba un baño, el primero en varios días y el primero también del año, mi familia se ha debido de ir a misa. Pero yo también he estado rezando. Este verano hice un viaje con mi hermano José Manuel por el Norte de España: fui a la Rioja y luego a Santander, y desde allí por Cantabria y Asturias hasta Galicia, donde suelo veranear. Paré en Covadonga, donde estuve siendo muy niño, cuando tenía unos cinco años, y casi pierdo el dedo pulgar de la mano derecha, debía de ser la derecha. Me salvó que el maletero del 131 de mi padre cerraba mal por un pequeño accidente que tuvimos meses atrás. Si mi padre hubiera arreglado el maletero yo me habría quedado sin pulgar, porque estábamos en la explanada que hay al lado del Hotel Don Pelayo, al lado de la estatua del rey, sacando las maletas y mi padre cerró el maletero con energía. Sentí un dolor terrible que todavía recuerdo.
Volví a Covadonga, feliz, extasiado por el agua y los lagos. Subí, como todos suben cuando van allí, a ver a la Virgen y a rezar -los habrá que no recen-. Di gracias por el viaje tan magnífico que estábamos teniendo y por todo lo que quedaba atrás. Hice una petición a la Virgen de Covadonga que ahora, hoy, día de Año Nuevo, hago a Dios:
Salud para mi familia, unidad para España y paz para el mundo.
Jesús dijo: "Pedid y se os dará." Por pedir que no quede. Pidamos y pongamos las bases, los medios, las herramientas, el trabajo, para que nuestras peticiones se realicen. Pidamos y hagamos.

El niño

Para mi madre



El niño es el mayor escritor, el mayor filósofo, el más sabio, pero se le olvida, no toma nota y se le olvida. Si algún niño leyera mis columnas le diría que tomara nota de lo que se le pasa por la cabeza, de sus ideas y sensaciones, y que cuando fuera mayor le diera forma y escribiera un libro. Eso es lo que intentamos todos los escritores que escribimos sobre nuestra infancia, o sobre la infancia: mostrar la auténtica cara de un niño, su vida y su personalidad.
Pensé titular este artículo “La infancia”, pero me pareció muy general y pretencioso. “El niño” está bien. Además, me he dado cuenta de que no puedo escribir sobre la infancia, en general, porque el único niño que conozco bien soy yo mismo, y eso con muchas dificultades. Echar la vista atrás, realizar el viaje en el tiempo y colocarse en la piel del que fuimos con seis, ocho, diez años, es muy difícil, aunque se puede lograr. Cuando escribimos, llega un momento en que estamos dentro de ese niño, y que lo vemos todo, sentimos, como lo hacía ese niño.
Yo era un niño muy peculiar, “especial”, raro. Era un niño feliz, al igual que ahora soy un hombre feliz, pero era un niño bastante gordo y tartamudo. Me comunicaba con los demás de forma distinta a como lo hago ahora. Desde que superé la tartamudez, no hace tantos años, nunca me he planteado, hasta hace poco, lo que he ganado superando ese defecto. Ahora me doy cuenta de que el salto es enorme, y no dejo de dar gracias a Dios todos los días por haberlo hecho.
Siendo adulto me hubiera impedido muchas más cosas, pero quizá es al niño al que le acomplejan más este tipo de defectos. Mi madre, que es una madre Coraje con todos sus hijos, aunque unos lo han necesitado más que otros, me llevó a un logopeda y éste me enseñó una serie de ejercicios de respiración y vocalización. No noté mi mejoría, pero pasaron los años y me di cuenta de que aquello sí sirvió para algo. Ahora veo esos ejercicios en libros para hablar en público.
No creo que dejara de tartamudear por la acción de ese logopeda, aunque sin duda ayudó, sino porque se me pasó la edad, como ocurre en tantos detalles de la vida. Conozco sin embargo a muchos adultos tartamudos que, hay que decirlo, se manejan bien en la vida. Yo tengo la suerte de que nadie, salvo alguna rara y desagradable excepción, se rió de mí cuando tartamudeaba.
Hace poco tuve que hacer de moderador en una mesa redonda sobre Coaching, en la clausura del Curso Superior de Coaching de la Escuela de Negocios del CEU. Me encargaron hablar del talento literario y dije que el talento podría surgir muy bien de las limitaciones. Les conté que yo era tartamudo de niño y que ahora pienso que me hice escritor por esa razón. Cuando escribía podía hablar con la misma fluidez, o mayor, que mis compañeros, que mis padres, que mis profesores. Y siempre he tenido la suerte de escribir con fluidez.
Tuve una infancia muy buena, en una urbanización de árboles y de campo donde no parábamos de hacer cabañas. Tuve muy buenos amigos, y me aficioné en seguida a los libros. Los libros siempre fueron mis inseparables, mis íntimos; no me han fallado nunca en mi vida. Si aquel niño hubiera sabido que de mayor iba a escribirlos, seguramente nada le hubiera hecho más feliz. Uno se acaba acostumbrando a todo, hasta a lo mejor, pero yo siempre procuro ser consciente para disfrutar de las grandes alegrías. Ya hay muchas desgracias en la vida.
Aquel niño no era muy estudioso, aunque se defendía. No le gustaba mucho el colegio, pero tampoco lo odiaba. Lo que prefería eran los amigos, las cabañas y los libros, cada vez más. También era muy deportista. Ahora que lo pienso, siendo raro, “especial”, era un niño muy normal, equilibrado, con mucha curiosidad por la vida.



Eduardo Martínez-Rico


(Versión larga de la columna que publiqué el lunes en "El Norte de Castilla".)