sábado, 2 de enero de 2010

La Columna

La columna es la pieza periodística más literaria junto con el artículo de viajes. Es una buena mezcla de periodismo, como información y opinión, y de literatura, por la exigencia de calidad formal que implica.
Los columnistas forman el grupo más prestigioso de un periódico, y es raro el periodista que no quiera ser columnista. Los lectores les distinguen con un interés que no tienen otros periodistas, y hay lectores que sólo leen columnas o que compran un periódico únicamente para leer a un columnista.
Los columnistas para muchos lectores se convierten en amigos, compañeros inseparables; por eso son tan importantes para un periódico. Un solo columnista puede significar para un periódico miles de lectores. Y muchos más.
Umbral decía que la columna era “el soneto del periodismo”, y lo explicaba así: “Cuando todo el periódico está tocando lo suyo, como una orquesta, con todos los instrumentos, en la columna se levanta un violinista que hace algo distinto.” Algo valioso, artístico.
La columna también ha sido definida como “el vuelo sin motor del periodismo”.

Ruano escribía artículos, porque a las columnas antes se las llamaba artículos, y era otro gran maestro. Su máxima enseñanza era ésta: “El artículo es como una morcilla, tiene que ir bien atado al principio y al final, y en medio uno mete lo que quiera.”
Todos los periódicos tienen columnistas, y su columnista estrella. En El Mundo, ahora, en la última página –la más codiciada-, escribe Raúl del Pozo. Os voy a poner una entrevista que le hice hace un par de años sobre el arte de la columna. La grabamos en el Café Gijón.

Raúl del Pozo dice que la columna es un género puramente español, “como la tortilla de patatas o los golpes de Estado”. Quizá su idea central sobre la columna es ésta: “Para mí la columna es un reportaje en quinientas palabras.” Y lo dice porque él tiene muy a gala ser un periodista, un becario del periodismo, es decir, alguien que está siempre aprendiendo y que no se toma demasiado en serio.
Raúl del Pozo, hasta hace poco, y durante muchos años, hacía la crónica parlamentaria de El Mundo. Estaba orgulloso de acudir allí todos los miércoles con su bloc de notas y su bolígrafo.

La buena columna tiene una estructura definida. Hay que empezar brillante, planteando el tema, luego desarrollarlo incluso con otros temas, y terminar de forma igualmente brillante.
Algunos columnistas citan a mucha gente, personalidades históricas, escritores, artistas… Creo que es un error. El lector se pierde; tiene la sensación de aprender, pero se pierde. Las columnas “limpias”, clásicas, quedan muy bien, y se puede citar a gente, claro, pero con medida. El término medio suele ser un buen aliado.
Umbral decía que había que poner una idea, una sola, en cada columna, y que si se metían más se estropeaba el artículo.
Se refería a una idea principal, por supuesto, porque metía muchas más ideas. Ideas cortas, como ráfagas. Él buscaba una impresión estética, que el lector levantara los ojos del periódico y dijera: “Qué bien escribe este tío”, o “Cómo le ha pegado duro a este otro.”
Con la columna comprobamos algo verdaderamente valioso: podemos apreciar la calidad litearia de un escritor cuyas ideas no compartimos; nos puede gustar una columna aunque no estemos de acuerdo con lo que dice. Y es que la literatura, al final, no quiere convencer de nada, sólo quiere ser literatura, ser hermosa, ser alto arte, y el arte también se da en los periódicos, y de forma muy grande. Ahora también se da en Internet, aunque a veces, como ya pasa con los periódicos, haya que escarbar-navegar mucho.
La columna es el espacio perfecto para criticar, zaherir, a veces de forma cruel. Larra hoy sería columnista -también podría ser director de periódico-, y estuvo golpeando a la sociedad española en todas sus lacras. Hoy gente como Prada o Sánchez Dragó hacen algo parecido.
Cada columnista tiene su estilo. Yo creo que en la columna hay que mostrarse moderadamente culto, pero inteligente; hay que ser crítico, pero sin pasarse, aunque de vez en cuando se puede emplear el tono incendiario. Hay que pensar en los lectores, incluso en nosotros mismos como posibles lectores nuestros. ¿Qué nos gustaría encontrar?, ¿qué nos cansaría?
Umbral decía que una columna, cuando era buena, era como un diario íntimo.


¿Cómo enfocar una columna hacia lo cultural?

Es muy fácil enfocar una columna hacia lo cultural; es un género que se presta mucho a ello, desde las columnas que se escriben para la sección de cultura sobre un escritor, un cineasta, el comentario de lecturas personales que hace el columnista; por ejemplo, la de Juan Bonilla en El Mundo.
La columna es un género muy versátil que se puede colocar en cualquier sitio del periódico, basta que el tema principal esté en correlación con el entorno en la página. Y ni siquiera hace falta eso. La literatura encaja en todos los lugares imaginables, y acompaña y resalta cualquier circunstancia, momento, monumento, personalidad, etc. Por eso la literatura ha sido siempre tan utilizada por los políticos, y ahí está la Eneida de Virgilio, creada a mayor gloria, en principio, de Augusto. Quienes más acaban citando a los poetas son los políticos.
A los columnistas famosos se les da plena libertad para escribir sobre lo que quieran, pero al tratarse de artículos periodísticos es muy recomendable tratar sobre la actualidad. Raúl del Pozo me ha dicho muchas veces que sus artículos son muy leídos sobre todo cuando se ocupan de la actualidad. En su opinión, la actualidad es la clave.
Los grandes columnistas de vez en cuando escriben sobre asuntos de la Cultura, sobre Literatura, Historia, cine, muchos temas. El tema político es el predominante, porque se supone que es el que más interesa a los lectores –y sin duda condiciona la vida de todos-, pero si escribieran sobre política todos los días cansarían al respetable. Algunos columnistas escriben de vez en cuando una columna cultural para descansar, ellos y los lectores, de la política.
La política es muy dura, tiene un tono muy fuerte y pesado. Es proclive a los gritos, a los insultos, más o menos declarados. Sólo hay que ver los programas de Jiménez Losantos y muchas declaraciones de los políticos para ver en qué grado de crispación vive la política.
Y luego está el nivel de los políticos. Si los políticos son de muy bajo nivel, por mucho talento que tengan sus comentaristas, no se podrá alcanzar un nivel muy alto. Al menos desde el terreno puramente periodístico, porque la literatura es capaz de elevar cualquier cosa.
Hoy en día mucha gente piensa que los periódicos son aburridos, y hay quien piensa también que lo son por la situación política actual. Yo me pregunto si no son aburridos por el nivel de nuestros políticos. Si apareciera en España un Kennedy o un Churchill, políticos con encanto, ilusionantes, llenos de fuerza y carisma, los periódicos resucitarían y serían apasionantes. La prensa, el periodismo es la juglaría de la Edad Media, perfectamente evolucionada, aerodinámica, llena de medios y con muchísimo más poder. No es lo mismo cantar o informar sobre el Cid que sobre un político de tres al cuarto.
Las columnas culturales son muy instructivas para los lectores, porque los articulistas incluyen muchos nombres propios de la Cultura e informan a los lectores de pequeños detalles muy curiosos, muy interesantes o muy importantes que desconocían.
Una buena columna informa, divierte y da la visión personal de un escritor o un periodista que se le busca precisamente por su personalidad.

A un columnista se le exige una de estas dos cosas, o las dos cosas: un gran estilo literario; una visión del mundo. Y fuera de esto, conocimiento e información. Si una de estas tres cosas es difícil que nos publiquen columnas en prensa. Los antiguos sabios de Grecia hoy escribirían columnas; Montaigne, como ya se dio cuenta Pedro J. Ramírez, hoy sería colaborador asiduo de la prensa. Reflexionad sobre estos puntos leyendo y escribiendo columnas.


Eduardo Martínez-Rico

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