lunes, 30 de noviembre de 2009

Amor

Esta noche, mientras paseaba a Berta, le he dicho a la Luna:
-Quítame el miedo, Amor.

Vive

Vive para tu corazón y regálaselo a ella/él.


E.M.R.

La entrevista I

Hay muchos tipos de entrevista y a muchos tipos de personajes. Nos puede interesar un experto en algo porque en ese momento hay una gran demanda de información sobre ese algo. Por ejemplo, en estos momentos la crisis económica. Un experto en crisis hoy en día encontrará fácilmente una tribuna para mostrar sus ideas. (Poner ejemplo de mi entrevista con Enrique Alcat en Alba).
Ésa es la entrevista de actualidad.
Las entrevistas se hacen a las personas que las merecen y a las personas que son aceptadas por la publicación en la que trabajamos. Esto es importante. Conviene, antes de hacer la entrevista, consultar con el periódico o la revista que nos la va a publicar para que nos digan si les interesa. Las publicaciones tienen su ideología y no todos los entrevistados son aceptados. Además, a nosotros un personaje nos puede parecer interesantísimo, pero al director o al redactor jefe de nuestra revista no.
La palabra clave, sobre todo cuando estamos empezando, es adaptación. Adaptación de nuestros temas, de nuestro estilo y de nosotros mismos a la publicación en concreto. Una vez me dijo Jerónimo Sáiz, un importante psiquiatra, que la inteligencia era “capacidad de adaptación”, y en el periodismo es rigurosamente cierto, sobre todo cuando somos free-lance, una magnífica manera, aunque muy dura, de empezar en esta profesión.
Sin embargo, siempre hay que tener en cuenta que lo que no le interesa a una publicación puede interesarle a otra. Yo he hecho muchas entrevistas que no me las publicaba el que se había comprometido a ello –nunca hay que fiarse; el ok de un redactor jefe o director es orientativo-, pero que al final me las publicaron otros.
En principio no hay que hacer entrevistas “en el aire” porque dan mucho trabajo, y no se puede jugar con las expectativas y el tiempo que nos dedica el entrevistado, pero yo aconsejo que si tenéis la oportunidad de hablar con un personaje realmente interesante, no lo dejéis escapar. Tarde o temprano aprovecharéis ese material.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Manantial

Cuando escribo me convierto en manantial.


E.M.R.

La novia

Recupero esta columna publicada en El Norte de Castilla hace meses, porque me sigue gustando mucho.


LA NOVIA



Cuando termino de dar mis clases, me quedo un rato en la terraza de la Universidad a escribir un poco en este cuaderno. Fumo mi pipa y pienso en los alumnos, en lo que he dejado atrás y en lo que me espera después. Entonces, mientras tomo notas e imagino algo sobre mi próxima novela, aparece ella con su Mini rojo y me da unos pitidos desde el coche. Su Mini es precioso, brillante, nuevo y siempre lo lleva perfectamente limpio. Se asoma por la ventanilla y me sonríe, un poco pícara.
Mi novia, y no quiero dar envidia a nadie, es muy guapa. Es rubia y tiene los ojos verdes, la piel bastante pálida, y muy delgada. Sí, es delgada, tirando a alta y tiene andares de princesa. Siempre va vestida como si fuera a desfilar. Habla dulce pero tiene carácter, de vez en cuando me grita, o hace que se enfada, que es lo que suelen hacer las mujeres cuando quieren que les prestemos más atención, o las queramos más.
Mi niña es abogada en una consultora madrileña, internacional, y gana mucho más dinero que yo; pero qué digo, muchísimo más. Pero le gusta mucho tener un novio escritor y profesor, “joven y guapo”, como dice ella, “inteligente e interesante”, como dicen sus amigas. Si esto fuera verdad, no creáis que es mucha suerte; por estas cualidades me han dejado un montón de mujeres. Las dosis hay que saber manejarlas bien, y yo no sé hacerlo, al menos todavía. No se puede ser siempre un volcán, y yo lo soy. Pero a ella le da igual, disfruta conmigo, y cuando se cansa, simplemente, me sube en su Mini y me aparca en casa.
Mi novia no me deja en paz, es muy celosa. Me llama constantemente al móvil, o me escribe mensajes, y se entera siempre de a qué alumnas les he puesto notable o sobresaliente. Una vez le conté que Fernando Sánchez Dragó, cuando daba clases en Japón, ponía sobresaliente a todas las guapas, y se cree que yo hago lo mismo. No se fía de ninguna. Cuando viene a recogerme en su mini, cierro la puerta, me da un besito, “para no escandalizar”…. y me lleva a un bar de Segovia, a hablar durante toda la tarde. Cuando el trabajo se lo permite. Pero ella se las arregla para que se lo permita, porque es bastante jefa. Algunos días nos vamos a cenar por la ciudad, y disfrutamos mucho de la noche segoviana, que sin duda es mágica e inspiradora.
Sabe mucho de literatura, de filosofía, de arte, de humanidades, porque lee mucho y hace cursos de vez en cuando. Pero ya no los hace, dice, porque conmigo tiene bastante. Debe de pensar que soy un plomo. Yo le digo que hablar con un escritor es como leer, y que teniendo un novio escritor ya no necesita leer una sola línea. Supongo que cuando se harte de mí, me dejará y se pondrá a leer y hacer cursos otra vez.
A mí me gusta bailar solos, a un lado de la carretera, las manos en sus caderas, al son de una lenta canción de Kiss FM. Pero a ella le gusta más la música clásica, y a veces tengo que aguantar sus cariños al son de Carmina Burana o La Pastoral de Beethoven. Beethoven le encanta, y a mí también, pero para el amor es muy cansado.
Si mi novia no existiera, yo la inventaría. No siempre me porto bien con ella, pero la necesito como los peces necesitan el agua para vivir. Esta columna es para ella.





Eduardo Martínez-Rico

viernes, 27 de noviembre de 2009

Entrevistando

Pronto entraremos en el tema de "La entrevista" en el curso de Periodismo Cultural de IE University. Recupero una columna que publiqué sobre la entrevista en "El Norte de Castilla", hace unos meses.


ENTREVISTANDO



He hecho muchas entrevistas y me han hecho ya bastantes entrevistas, y me gusta mucho más que me las hagan a mí que hacerlas yo, aunque he llegado a la conclusión de que la entrevista, si se hace bien, es un género apasionante. Un género en el que se va al fondo, lo que permita el tiempo, el talento y algunas otras circunstancias, de un personaje, una situación, un momento histórico.
Es obvio, aunque para algunos no tanto, que para hacer una buena entrevista hay que saber escuchar. Yo no sabía escuchar hasta que me puse a hacer entrevistas, y gracias a eso aprendí. No te queda más remedio; lo que quieres es información, conocer, y si no escuchas, sencillamente no obtienes la información. Hay que tener muy claro que el protagonista es el entrevistado, y no tú, y que al lector le interesa el entrevistado, no tú. Mi regla cuando entrevistaba a personajes era hacer todo lo posible para que brillaran ellos. Consideraba que si ellos brillaban mucho yo brillaba también. Pero, insisto, estas cosas no las tiene todo el mundo claras.
Para hacer entrevistas es preferible documentarse, lo más posible, pero para hacer una buena entrevista, si hay talento y un poco de suerte, no es necesario leer un solo papel. Claro que antes hay que haber leído mucho y tener experiencia. Hay que saber improvisar, tener recursos y todo eso se suele obtener de la experiencia.
Siempre he creído que a los lectores les cuesta menos leer una entrevista a un Premio Nobel, que un artículo de ese mismo Premio Nobel, a no ser que el Nobel en cuestión sea muy buen comunicador, o un escritor muy atractivo. La entrevista está impregnada de la oralidad, y si está bien transcrita entra muy bien por los ojos.
Ése es otro punto importante. La entrevista, para mí, es un género literario como otro cualquiera, y esto supone que puede estar bien escrita o mal escrita. La entrevista tiene que encontrar un punto medio entre la oralidad y la lengua escrita. El lector, aunque sea inconscientemente, debe comprender que está ante algo que se ha hablado, y si reproduce la misma conversación mucho mejor, pero al mismo tiempo debe tener la elegancia de la buena literatura. Hay que cortar mucho cuando se transcribe una entrevista, y corregir mucho, siempre a favor del entrevistado y de nuestras propias preguntas. Debe ser una lengua impecable, transparente, pero sugerente, con profundidad y mucho contenido. En el periodismo el contenido es fundamental: hay que decir mucho en poco espacio. Si el periodista empieza a divagar y a no decir nada, mal asunto.
Tener don de gentes ayuda mucho. Si el entrevistador es tímido será mejor que lo supere, o lo oculte. La entrevista es un cuerpo a cuerpo que no empieza y termina con la entrevista, sino que comienza en el momento en que nos encontramos con el entrevistado y acaba cuando nos despedimos de él. En realidad acaba cuando la escribimos, la mandamos, o cuando se publica.
Yo no sé si esta columna es muy teórica, pero me acaban de hacer una entrevista unos franceses de Le Point sobre Pedro J. Ramírez, y he recordado mi época de entrevistador. Ya escribí una columna sobre el columnismo, porque me hacía gracia la vuelta de tuerca.
Sólo me gustaría decir que la entrevista supone un viaje al centro de la tierra con dos personajes, aunque pueden ser más. Un descubrimiento continuo en el que se va avanzando a favor del lector, porque los temas que se tratan siempre son interesantes, para muchos. Es otra ley del periodismo.


Eduardo Martínez-Rico

Hipnosis

Sois un faro
De luces dulces
Y engañosas
En la costa
De la oscuridad.
Giráis, volvéis
Y repetís
El único movimiento
Que conocéis,
Engaño y seducción,
Verdad y muerte,
Sexo reluciente.
Apostáis a un número
Y seguís girando.
Vuestro eje
Está en mis ojos,
Mi vida
Es síntesis
De vuestros deseos.
Oigo vuestras palabras
Día y noche,
Sueño con ellas
Mientras os hipnotizo.


Eduardo Martínez-Rico

jueves, 26 de noviembre de 2009

Roberto Arribas Senín

La foto que acabo de publicar en la que aparecemos Vázquez-Figueroa y yo, la hizo Roberto Arribas Senín en la presentación de mi novela "Cid Campeador", en IE University, campus de Santa Cruz la Real. La foto que he puesto en mi perfil también la hizo él, y yo creo que es un recorte de la foto anterior.
Mi agradecimiento a Roberto.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Vázquez-Figueroa y su sueño




Ayer publiqué esta columna en "El Norte de Castilla":




Ya aviso que esta columna va a tener poca objetividad, porque quiero mucho a Vázquez-Figueroa, pero doy algo a cambio: lo conozco también mucho.
Alberto tiene una profunda y sencilla sabiduría que se debe a sus muchos viajes por el mundo, a sus experiencias y libros. Aunque él dice a menudo que sólo ha escrito un libro bueno, Tuareg, a mí me gustan mucho Cienfuegos, Ícaro, Piratas o el reciente Coltán.
Ve las cosas con claridad, y tiene ideas para todos los campos de la actividad humana; ejemplo de esto es su sistema de desalación. Yo creo que esta habilidad la tiene gracias a su imaginación; está muy acostumbrado a pensar, a buscar posibilidades nuevas.
Cuando tenía 24 años, leí Los ojos del tuareg, la segunda parte de su magnífica Tuareg. Algo encontré en ese libro porque le escribí una carta mental desde mi cama, a punto de dormir; luego me dije “¿Por qué no la escribes?”, y al día siguiente “¿Por qué no se la mandas?” Puse sólo en el sobre: “Alberto Vázquez-Figueroa. Lanzarote”. Le llegó y quedamos en su casa de Madrid, un piso de luz velada, muy moderno, digno de un escritor aventurero.
Mantenemos una relación entre el cariño, la literatura y el mundo en general, aunque nos vemos menos de lo que me gustaría. Nos hemos acostumbrado al teléfono y al e-mail. Yo le pido consejo para muchas cosas y sé que él escucha mis opiniones.
Alberto está enamorado de Iche, su esposa, su mejor compañera, gran lectora, como les pasa a todas las mujeres de escritores. Sigue viajando por todo el mundo, vendiendo sus novelas al cine, sus guiones y proyectos. Es un hombre que siempre, o eso parece, ha elegido lo que quiere hacer, y casi siempre lo más arriesgado, y se entrega a ello con todas sus fuerzas.
Tiene muchos hijos, como un patriarca bíblico. Es un escritor al que le gusta mucho escribir, y esto no se puede decir de todos nosotros. También es un gran trabajador, y pone toda la ilusión en cada libro. Luego es exigente con sus obras, y casi nunca piensa que son todo lo buenas que podrían ser. Sus ojos han visto mucho, más visto que leído, porque es un escritor más de vida, lo que la gente común entiende por vida, que de lecturas. Cuando era más joven asistió a muchas guerras en África y en América, y eso le ha dejado un poso distante, él que es tan abierto. Como novelista, sabe muy bien lo que le gusta al público, porque ha ido destilando ese gusto de los lectores escribiendo sus más de setenta novelas.
A Vázquez-Figueroa le gustaría poner en práctica las mejores ideas de sus libros, y lucha por ello. Siempre está dispuesto a ayudar a los demás, pienso yo, cuando se lo merecen. Pero en esto Alberto tiene el espíritu muy amplio. Una vez me dijo una hija suya que su padre creía que todo el mundo era bueno, y ella pensaba que eso no era así. ¿Quién puede creer que todo el mundo es bueno? Alberto tampoco lo cree, pero a veces parece que se le olvida. Es un hombre entregado a sus sueños, un visionario, que ve lo posible en lo “imposible”, y que se lamenta todos los días por la pasividad de los hombres, por su poca o mala voluntad.
A la gente no se le puede cambiar tan fácilmente, y Vázquez-Figueroa es como es, una buena persona y un gran fabulador. El primer día que nos vimos me dijo: “Si el éxito me hubiera cambiado sería un estúpido.”

El coche



El coche, cuanto mejor es, mejor se conduce.
Eduardo Martínez-Rico

martes, 24 de noviembre de 2009

Después de la aventura

Te estás afeitando
Después de la aventura.
Tienes magulladuras
Por todo el cuerpo,
Incluso has perdido
Muchos cabellos
De los golpes.

El último amor
Te ha dejado una estela
De fuego
En el estómago.

El Grial, el Arca,
Las Calaveras de Cristal…
Qué más da.
Todo pasa
Y deja su agujero.

Te quitas la espuma
De afeitar de la cara
Y sueñas
Con una esposa,
Un coche familiar
Y otro perro Indiana.

Abres los ojos
Y despiertas:
“No”.

Vas al salón
En albornoz
Y lees a Homero
Y Aristóteles.

Vuelves a soñar:
Con un avión,
La cazadora de cuero,
El látigo y el sombrero,
La mujer
De la aventura.

Ya no eres joven,
Pero qué feliz eres.


Eduardo Martínez-Rico

(Poema publicado en el Blog de Profesores Poetas.)

Buenos sentimientos

Hace dos semanas publiqué esta columna en "El Norte de Castilla". Es un artículo muy periodístico y muy del momento, pero yo creo que conserva su valor. Es una especie de crónica, un relato, en realidad es un "Relato vivido", que así se llama mi columna en "El Norte de Castilla". "Relatos vividos": vivir y contar, contar y vivir. Sentir. Un relato siempre es maravilloso, si uno lo ha vivido mucho más, si además puede contarlo... qué os voy a decir. Y si encima, después, sobre eso puede imaginar, proyectar, crear... entonces ya es el súmmum. Aunque el súmmum es cualquiera de las modalidades que acabo de decir, cada una diferente a la otra. Lo que hace falta es hacerlo bien. Espero que yo haya sabido contar aquí el magnífico día que pasé en Castilfrío, entre libros y amigos.


BUENOS SENTIMIENTOS


Trato de ordenar mis recuerdos y meter un día muy intenso en una columna. Lo viví ayer y probablemente lo que escriba se va a publicar a la semana siguiente. De miércoles a miércoles. Ayer pasé el día entero en Castilfrío, Soria, el pueblo en el que vive, refugiado, Fernando Sánchez Dragó, un hombre con el que he disfrutado mucho a través de sus programas de televisión, y con el que ahora voy desarrollando una buena amistad.
Gracias a los desvelos de Lola Sanz, de Planeta, un grupo grande de escritores y periodistas pudimos ver el pueblo de Sánchez Dragó, asistir a la presentación de Soseki, su último libro, en la iglesia del pueblo, y escuchar una muy bonita canción compuesta y cantada por Luis Eduardo Aute. Ayer ocurrieron muchas cosas y es difícil sintetizarlas, pero no hace falta contarlas todas. Mejor dar la impresión que me dejaron.
Ayer pasé todo el día con una buena amiga, mi coach Carmen Giménez-Cuenca, muy amiga también, y muy antigua, de Sánchez Dragó, y compartir con muchos colegas, algunos ya conocidos y amigos. Tuve la oportunidad también de vivir un poco la intimidad del escritor, en su casa de Castilfrío, conocer a su hija Ayanta, a su nieta Caterina, tan importante en Soseki, desayunar con amigos de Sánchez Dragó y perderme un poco en su biblioteca, perfectamente ordenada, gozosa.
Creo que Soseki, como ya han advertido muchos, es un libro importante en la obra de Sánchez Dragó, un verdadero ejercicio de contención. Fernando ha puesto brida a su palabra desbordante, y la ha hecho exacta, ha hecho un libro “para todos los lectores”, como dijo él, no adultos o niños, para todos. Un libro en el que mezcla la historia de un gato, y el amor que siente por él un matrimonio, Fernando y Naoko, con un buen cúmulo de sabiduría sencilla. En Soseki está toda la sabiduría del escritor, todo lo que ha arrastrado de sus viajes y lecturas, de su experiencia por la vida, una sabiduría que a veces sólo se insinúa, porque Fernando no quiere cargar y recargar el libro. Ha escrito una novela con toda la intensidad y ambición de un libro para adultos, pero persiguiendo la sencillez y el contacto directo que requiere un libro para niños.
Y sí, efectivamente, es un testimonio del amor de un hombre, de un grupo de hombres –la familia de Fernando-, por los animales, en este caso un gato, varios gatos. Ayer nos hablaba nuestro famoso escritor con la voz entrecortada, impedido por la emoción. Daba golpes en la mesa cada vez que recordaba a Soseki, su querido gato, y se le quebraba la voz. Esos momentos incómodos del orador en que lo pasa mal, muy mal, pero que dan a sus palabras una gran autenticidad.
Hizo planteamientos interesantes, como que es muy conocida la idea de que sólo se pueden escribir buenos libros con malos sentimientos, pero que él no estaba de acuerdo –en esto me tiene a su lado-, que la mejor literatura se había hecho con buenos sentimientos, y que no hace falta ser perverso para ser un gran escritor. Citó a Cervantes y a otros. “Éste es un libro de buenos sentimientos, y por eso lo presentamos en una iglesia.”
Hay que conocer a Fernando para darse cuenta de cómo pueden distorsionarlo los grandes medios que propagan sus palabras. Fernando es un hombre muy cercano, muy cariñoso, muy atento a las personas que le rodean. Su fama, su influencia mediática, el interés nacional que despiertan sus libros, su edad, le han hecho más sabio. No lo han estropeado.

lunes, 23 de noviembre de 2009

A mí contigo


Cuando te llevas un libro mío me llevas a mí contigo.

domingo, 22 de noviembre de 2009

El lenguaje literario aliado con el periodístico.

El lenguaje periodístico, salvo raras excepciones, normalmente columnísticas, debe ser claro, sencillo, informativo, con buen estilo literario.

El lenguaje del periodista cultural no se debería diferenciar del de cualquier otro periodista, pero en realidad tiene un plus. Si el periodista debe escribir bien, y ya hablaremos de esto, el periodista cultural debería escribir mejor, porque sus contenidos, propiamente culturales, implican un mayor nivel de sensibilidad, de estilo, de pensamiento, etc. Hay que escribir sobre cultura con la misma exigencia que tiene la alta cultura.
La primera premisa del periodista cultural, o del periodista, es la claridad. El lector tiene que entender lo que le contemos o expliquemos a la primera, y sin apenas esfuerzo. Si conseguimos esto ya es bastante. Esto implica elegancia y buen estilo. No por ser rebuscados escribimos mejor ni somos más inteligentes. Ortega decía que la claridad era la cortesía del filósofo, pero en el caso del periodista no es cortesía es obligación.
Los grandes periodistas han acabado siendo grandes escritores. Echad una ojeada a A sangre fría, de Truman Capote, y analizad su estilo. Capote es como una cámara que sigue los acontecimientos y los muestra tal como son, transparentes. Esto no significa que no haga observaciones, que no sea subjetivo… Significa que traslada la realidad al lector, y que el que debe juzgar en última instancia es el lector. Al final, el periodista, aunque dé su opinión, lo que hace es mostrar al lector una información, incluida su valoración, para que el lector la sopese y la tenga en cuenta.
Cuando un lector de periódicos lee una noticia convencional no tiene por qué disfrutar con la prosa del periodista. Aunque en este caso también haya calidad de escritura: objetividad, transparencia, laconismo, veracidad… Pero cuando un lector lee una noticia cultural, una entrevista, una crítica literaria o un artículo de viajes, tiene que estar a gusto con lo que está leyendo, y en muchos casos las fronteras entre periodismo y literatura se borran.
Aunque el lector no lo sospeche, muchas veces la diferencia entre una buena entrevista, un buen artículo, y una mala entrevista o un mal artículo, es la forma como está escrito el texto. Cuando hacemos una entrevista, después de documentarnos y hablar con el personaje, llega el momento de transcribirla. De la calidad de esa escritura, de la “calidad de página”, como decía Lázaro Carreter, va a depender gran parte de la calidad de la entrevista o el artículo. Y de esa calidad puede depender que el texto trascienda en texto literario, es decir, que permanezca.



-Debate: ¿El periodismo y la literatura son una misma cosa? ¿El periodismo puede ser literatura, o son disciplinas completamente distintas?
-Notas para la entrevista con Samuel Martín-Barbero.
-Conferencia de Zaragoza sobre Periodismo y Literatura.
-Analizar con los alumnos ejemplos de gran calidad de periodismo cultural y otros de baja calidad.

Nunca digas

Hunde tus raíces
En mi pelo,
Suspírame la mejilla,
Piensa en todo
Antes de hacer nada,
Y en el momento
Del adiós
Nunca digas por ahí:
“Me decepcionó.”


Eduardo Martínez-Rico

lunes, 16 de noviembre de 2009

EXCÁLIBUR

Soy un Reino,
Un hombre, muchos hombres,
Una Reina, una mujer,
Soy un hierro en una piedra,
La ambición, la gloria
Y el poder.

Soy un sexo en un triángulo,
Soy mil caras en la mano.

Del acero del lago estoy forjada,
Tengo doble filo
Y corto por todos
mis lados.

Me sacan en procesión,
Me exhiben en bosques
Y palacios.
Mi color es el azul
Grisáceo,
Tengo poder de trueno
Y puedo sanar
Como un volcán.

Me llamo Excálibur
Y centelleo en la noche.

Tengo fulgores divinos
Y amo a Arturo:
Mi vaina es Ginebra,
La dulce, adúltera
Reina.
Mi primer Caballero
Es Sir Lancelot,
La pureza, la belleza,
La fortaleza.

Mirad cómo me muevo
En la mano
De un hombre noble.
Mirad mi símbolo
Cuando el pueblo me admira.

El pueblo soy yo,
Y yo soy el pueblo,
Porque Camelot nació
De mí, como la prole
Nace del pene.

Excálibur es mi nombre,
Zarandéame,
Pero no me maravilles:
Acabarás trinchado
Como un pavo.

Yo construí la Mesa Redonda,
Soy los brazos y la cabeza
De Arturo;
Su corona
Se hizo con mi metal.

Me llaman Excálibur,
Y soy mujer,
Pero no pienses
Que soy frágil.
Soy temible como la Pandora,
Fuerte y erecta,
Pacífica y terrible.
Empúñame con ganas y deseo,
Guíame por la senda
Del bien y del placer,
Que yo te daré felicidad.
Confía en mí, amor,
Camelot.


Eduardo Martínez-Rico


(Publicado en el Blog de Profesores Poetas.)

domingo, 15 de noviembre de 2009

Ágatha Ruiz de la Prada y Umbral II

(Doy la segunda parte de mi entrevista con Ágatha Ruiz de la Prada sobre su relación con Umbral.)


-¿Y estás convencida de que va a quedar en nuestra Historia de la Literatura?
-Convencidísima. Es que yo creo que no hay un escritor mejor que Umbral: es una cosa espectacular. Yo he tenido millones de anécdotas con Umbral, porque he estado con él en cursos de El Escorial, sobre la moda, sobre la “Movida”… y he estado con él en Valladolid, donde pasó la primera parte de su vida.
-Cuenta una anécdota divertida, algo que merezca la pena que quede en este libro.
-Tengo tantas anécdotas que no se me ocurre. Por ejemplo, ir con él a Zalacaín, el mejor restaurante de Madrid, y pedir un tomate sin aceite, sin sal, cortado… y de repente, a las dos de la mañana, en el bareto más cutre, tomarse cualquier cosa. Ahora sale muy poco de su casa, y es una pena. Cuando vivía en Madrid salía todas las noches, le encantaba, vivía a base de ir a sitios, de estar en las inauguraciones, en los estrenos. Entonces, el día que decidieron él y España irse a vivir a un chalé de lujo, “La Dacha”, como dice él, eso le aisló del mundo.
-Seguro que tienes alguna anécdota más que contar.
-Una vez fuimos Paco y yo jurados de Eurovisión, y en esa época yo me maquillaba a mí misma, un poco como un payaso, como mal pintada… blanco, a base de manchas blancas. Llegamos a Televisión española y Paco Umbral dijo: “Yo quiero que me maquille Ágatha.” Y salimos los dos maquillados, y es cuando yo dije lo de “Amor y lujo”, y estaba cantando Paloma San Basilio, y Paco y yo estuvimos haciendo el imbécil en la tele. Pasamos completamente de Eurovisión, que no sé ni cómo nos pudieron elegir jurado, qué pintábamos ahí. Hemos estado en millones de sitios…
-Yo sé que la anécdota de Umbral en el programa de Mercedes Milá, a ti te parece genial.
-Eso fue una de las cosas maravillosas de la tele, de lo más espectacular que ha habido en Televisión Española, el famoso programa en el que Paco dijo: “Pero bueno, hemos venido a hablar de mi libro… Yo me voy.” Ese tío que sabe cortar la tele es fantástico, porque a ti te preguntan una cosa en televisión y estás asustado, pero de repente aparece un tío que corta completamente a Mercedes Milá, domina él, está tan genial… Fue de las cosas suyas más alucinantes.
-¿No crees que eso le ha perjudicado?
-Él está, para mí, por encima de todo, por encima del bien y del mal. Aquello fue maravilloso. A mí que no me gusta la tele, eso me encanta. Cuando en la tele, que me espanta, porque es una vulgaridad, de repente entra un artista… Yo me acuerdo de otra anécdota que fue maravillosa: Ceseepe con Paloma Chamorro en televisión.
-Merece la pena que lo cuentes.
-Una vez llevaron a Ceseepe a La edad del oro. Paloma Chamorro le preguntó algo, y él, que llevaba un pedal tremendo, sólo le decía: “¿Qué tal estás, Paloma? ¿Qué tal estás?” Cómo la tele se convierte en un acto artístico, en una creación, porque pasas de la tele, te olvidas, pasando totalmente de lo que te preguntan. Umbral es un ejemplo de cómo una persona puede sobreponerse a la televisión.
-Entonces, para ti, no sólo no le ha perjudicado sino todo lo contrario.
-Para mí le engrandeció. “Yo he venido a hablar de mi libro, yo me voy…” No va a hacer lo que quiere la presentadora, sino lo que quiere él, porque es un artista. Si tú dices en estos años qué ha sido la tele, yo te pondría lo de Umbral y lo de Ceseepe. Además, es cierto, en la televisión la gente te utiliza; te cortan, te ponen la publicidad, te preguntan una majadería... Yo ya no voy a la tele. Pero desde luego admiro mucho a Umbral comportándose de ese modo.
-Los dos estáis tan vinculados, también, porque tenéis una gran conciencia de creadores.
-A él le ha gustado la gente especial… Como estos últimos años han sido un poco duros, nos olvidamos de lo que ha sido Umbral, y fue lo máximo.
-¿Para ti qué significa que hagan este libro?
-Es una cosa que yo había pensado hace muchísimos años. He ido guardando todos los artículos que he visto que Umbral escribía de mí. Pero cuando él me lo dijo, pensé: “Esto es maravilloso”. Para mí es lo máximo: tener al intelectual que yo más admiro de España con mucha diferencia, que quede un testimonio de esto me parece un lujo. Para mí eso es el lujo, más lujo que mil abrigos de visón.
-Te lo dijo en un momento difícil.
-Me lo dijo el año pasado en el hospital. Ya sabes que él es muy aprensivo, y en cambio no se cuida nada, porque si se hubiera cuidado un poco yo creo que no se hubiera puesto enfermo. Leyendo el suplemento de Salud de El Mundo, haces una vida medianamente sana y no te pasan estas cosas; yo creo que hay que andar y estar activo. Umbral, cuando estaba en Madrid, andaba y hacía una vida mucho más sana.
-Para ti es fundamental que Umbral viviera en Madrid.
-Él era Madrid. Si no iba él a las cosas era como que no estaban pasando. Paco es un poco como el Truman Capote de Madrid, y a él le gustaba llegar a un sitio y montar el numerito, dejando constancia de todo. Pero si ya te tienes que ir en un taxi, no sabes cómo cogerlo, estás incómodo… Él, cuando vivía en Madrid, se iba enrollando con todo lo que iba pasando, y salía andando de su casa.
-Has dicho que es el Truman Capote de Madrid.
-Yo creo que para el extranjero Madrid es Almodóvar, y también Madrid es mucho Almodóvar, pero en escritura es Francisco Umbral. No ha habido nadie, desde luego en el siglo XX, que refleje Madrid como él. Él ha sido Madrid durante muchos años; en el momento en que deja de vivir allí y lo meten en una urbanización como de ricos, se aleja de Madrid y pierde un poco el sentido de su vida. Él estaba en el día a día de la ciudad, cuando sus crónicas contaban lo que pasaba en Madrid: un estreno, una inauguración… Y sólo era Madrid lo que él quería.
-¿Qué crees que vio en ti al principio?
-Yo creo que le parecí rara, y que cuando admiras muchísimo a alguien el otro dice: “Qué lista es esta tía que se ha dado cuenta de que yo soy la bomba.” Él ha estado en mis desfiles, en mis exposiciones… y ha estado muchas veces en casa. Los dos teníamos el sentido del happening.
-Montar el espectáculo…
-Aunque a veces hubiera muy poco público. Yo siempre he tenido la sensación de que Umbral era el escritor más importante que he conocido en mi vida, y he conocido muchísimos.
-Cuando él se va a Diario 16, tú le dices a Umbral: “Que no se te olvide que tú no eres un fichaje de Pedro J. Ramírez, sino de Ágatha Ruiz de la Prada.”
-Claro, porque cuando yo les presenté ya era muy amiga de Paco, aunque ya sabes cómo es; con Paco hay que tener mucho cuidado, según le coja el día… Y además, hay una serie de mujeres que son muy amigas de Paco. Por ejemplo, ahora, Inés Oriol, a la que Paco convirtió en un personaje, va a visitarlo dos o tres veces por semana y se porta fenomenal. Yo desgraciadamente estoy yendo mucho menos de lo que debería.
-Él ha creado una galería de mujeres, que cita constantemente en sus columnas, que aparecen en sus libros, incluso con nombres figurados, y que convierte en personajes.
-Las mujeres de Paco siempre son mujeres extrañas. Él siempre decía: “Las tontas son muy peligrosas, porque le tocas el culo a una tonta y tienes tonta para toda la vida.” Ésa es una frase muy de Paco. A él le gustan mucho las mujeres inteligentes y también extrañas. En general, le gustan mucho las mujeres. Yo creo también que él está muy obsesionado con su madre, que debía de ser una mujer muy moderna para su época.
-Y está cómodo con las mujeres.
-Muy cómodo, mucho más que con los hombres. Por ejemplo, a él le gusta mucho Pitita, y a Pitita le gusta mucho Umbral, porque a pesar de que Pitita, digamos, es una mujer pija, teóricamente, por el entorno social (hija de un banquero…), Pitita es una mujer con mucha sensibilidad y en seguida se da cuenta de quién es Umbral, y se convierte en un personaje umbraliano.
-Parece como si todas os hubiérais dado cuenta pronto, porque la Duquesa de Alba también se dio cuenta.
-Bueno, es que la Duquesa de Alba en estas cosas de los hombres es listísima. Siempre ha tenido unos amigos bárbaros, y siempre ha admirado mucho a los intelectuales, y el poder que ha tenido Umbral durante muchos años ha sido total.
-¿Cómo era ese poder?
-Eras o no eras si te citaba Umbral, y si él llegaba a una exposición era un éxito: “Ha estado Francisco Umbral…” Y para mí el gran momento de separación es cuando Umbral se va a “La Dacha”, y desaparece. Yo le he visto en todas las etapas: esta última fase, en el hospital… y toda la primera fase, de Universidades, de ser la superestrella.
-Tú también fuiste conocida muy pronto.
-Desde que empecé… la gente me conoció en seguida. Y una de las razones a lo mejor fue por Umbral. De todas formas, lo suyo ha sido muy especial. La gente que lo queremos y admiramos, en el fondo somos muy amigos. Yo creo que soy muy amiga de todas las mujeres de Umbral.
-¿Esa galería es un verdadero grupo?
-Hay una complicidad. A mí me gustaría hacer un análisis, y tú lo sabrás mucho mejor que yo, de quiénes son estas mujeres. También Rossy de Palma salía mucho… Me encanta ese título que utilizaba Umbral: Los cuerpos gloriosos, maravilloso.


Eduardo Martínez Rico

sábado, 14 de noviembre de 2009

Ágatha Ruiz de la Prada y Umbral

Hace un par de años, cuando estaba trabajando en Pedro J. Tinta en las venas, el mismo Pedro J. me invitó a pasar unos días en su casa de Mallorca. Lo pasé maravillosamente, y puedo decir que nunca he trabajado tanto como aquellos días, desde que me levantaba hasta que me acostaba, cuando tomaba notas de todo lo que iba viendo. A Pedro J. se le ocurrió que podía entrevistar a Ágatha Ruiz de la Prada con un destino que al final no se concretó. Me da mucha pena tener esta entrevista en el cajón; así que la publico ahora. Ésta es la primera parte.
Tan sólo unas semanas después de que realizara esta entrevista, Francisco Umbral, Paco, murió en el Hospital de Montepríncipe, donde vivo. Mi relación con él fue muy compleja, y no todo fue bueno en ella, pero ahora pienso que sus contradicciones no están muy lejos de las del resto de los hombres, sólo que en él destacaban más, y a veces herían más. Publico esta entrevista como un homenaje póstumo a una de las personas que más me han enseñado en mi vida. Y recuerdo aquellos días de Mallorca, donde tanto Pedro J. como Ágatha me trataron con tanto cariño y respeto por lo que estaba haciendo.




ÁGATHA RUIZ DE LA PRADA:

“Ser amiga de Umbral es como ser amiga de Picasso”





La casa de Mallorca de Ágatha Ruiz de la Prada y Pedro J. Ramírez, es un lugar perfecto para conversar con la diseñadora sobre Umbral. Entre pinos, con el mar muy cerca, Ágatha habla de su relación con Umbral durante más de 25 años, de los comienzos durante la “Movida”, de lo que les une y de todo lo que han vivido juntos.
Ágatha, desde niña, tuvo acceso a personas muy importantes, de todos los ámbitos. Vivía al lado de los Garrigues, y su familia montaba cenas con ellos. Conoció a Carrillo cuando todavía vivía en la clandestinidad, y el príncipe Juan Carlos, muy joven, vivió seis meses en casa de sus abuelos en Barcelona. Más tarde esto se acentuó: “Vivir con un periodista tiene lo bueno de que conoces a la gente que está haciendo cosas: escritores, artistas, políticos, deportistas…” Aznar, Chillida, Induráin, Carlos Saura, Arzac y un infinito etcétera.
-Pero siempre he creído –me dijo Ágatha- que la persona más brillante que he conocido en mi vida es Francisco Umbral.
Ágatha habla muy orgullosa de esta amistad: “Yo soy una de las mujeres de Umbral”, refiriéndose a esa galería femenina que ha construido el escritor con el tiempo.


-Tu historia con Umbral es una historia de admiración.
-Cuando yo empecé en los años 80 él era el tío con más morbo, el mejor escritor… y cuando te sacaba en sus negritas era una cosa maravillosa. Yo siempre he sentido entusiasmo por Umbral, pero ya en casa de mis abuelos, cuando yo era pequeña, estaban todos los libros de Umbral. Recuerdo El Giocondo, por ejemplo.
-A ti siempre te ha gustado la literatura.
-A mí me gustaba muchísimo la literatura, porque la mejor profesora que tuve en mi colegio era de literatura. A mí me encantaba leer, y Umbral era una cosa espectacular por aquella época. Me empezó a sacar en sus artículos poquito a poquito, y nos hicimos muy amigos. Yo creo que cuando admiras mucho a alguien, en seguida la otra persona se da cuenta y todo funciona muy bien. Umbral me sacaba mucho en El País, e hicimos muchísimas cosas juntos… Yo presenté un par de libros suyos, uno de ellos Fábula del falo. Incluso una vez me pidió que fuera como testigo a un juicio que le pusieron los herederos de Ramón y Cajal.
-Entre vosotros es importante la “Movida”.
-Claro, era toda la época de la “Movida”. Me acuerdo que hice una exposición de cuadros, de dibujitos, en la Galería Moriarti, la primera, que era una especie de librería, y Paco, que es muy protagonista, muy personaje, me hizo una entrevista en la inauguración, que tampoco era el día más apropiado, pero eso era parte de la “Movida”… Donde estaba Paco él era el centro de atención siempre, durante muchísimos años, y yo he estado horas y horas con él.
-Gracias a ti Umbral conoció a Pedro J. Ramírez.
-Se lo presenté a Pedro J. para que se viniera a Diario 16, lo hizo y fue una cosa fantástica. Y luego, cuando a Pedro J. le echaron de Diario 16, una de las primeras personas que se le unieron fue Umbral. Me acuerdo de pasear con él por la finca de mis padres, cuando estábamos pensando en el nombre del nuevo periódico, cuando salieron los nombres de El Mundo, El Universal… y yo quería que se llamara El Ojo. Antes de eso fue el padrino de mi hija Cósima, y el día de su bautizo le echó encima un poco de whisky, porque a veces también le hacía cabronadas.
-¿Le echó whisky en la cabeza?
-A él le gusta mucho que todo sea un happening. Umbral no podía ser una cosa normal; tenía que vestir de una forma especial, y él era siempre el centro. Pero en el fondo yo siempre he admirado a los grandes personajes, y entiendo que tiene que ser así.
-A ti te quiere mucho.
-Me quiere mucho, y se ha portado fenomenal conmigo, porque Paco parece que hace todas esas cosas, pero luego es muy cariñoso y muy amigo de sus amigos. Yo le quiero una barbaridad a Paco.
-¿Por qué le hicisteis padrino de Cósima?
-Porque era la persona cercana a mí que más admiraba. Es que yo encuentro que ser amiga de Umbral es como ser amiga de Picasso. Es uno de los españoles más brillantes que existen. Ha habido artículos de Umbral que he leído doce veces, y muchos los leo cuatro o cinco veces. Hay que leerlos de rodillas.
-“Como ser amiga de Picasso”, has dicho. Umbral es un amigo muy original, ¿verdad?
-Me acuerdo una vez que estaba Aranguren en su casa, y se bebieron juntos dos botellas de whisky. Esas cosas que hace Paco, que un día no bebe nada, sólo agua; y otro día se bebe una botella de whisky entera, y le sienta fatal. Cela era otro personaje fantástico, pero para mí Umbral era mucho más de mi época, porque es verdad que Umbral era la “Movida”, el gran cronista de la “Movida”.
-Tú eras protagonista de la “Movida”. ¿Cómo la reflejó Umbral?
-Seguías en El País todo lo que decía en esa época. La reflejó divinamente, se enteraba de todo. Yo he visto muchas veces, en algunos sitios, cómo él ha estado todo el rato haciéndose un poco el sordito, y luego lo escribe y resulta que ha oído la cosa más bajito que ha dicho nadie. Y te dices: “Dios mío, pero entonces… ¿ha estado disimulando, o qué ha hecho?” Es impresionante cómo él se entera de todo. En la época de la “Movida” Umbral fue una de las cosas más importantes que hubo. Yo también quiero muchísimo a Raúl del Pozo, pero es que a Umbral creo que le deberían dar el Nobel. Porque no tiene una buena organización; si no se lo darían, estoy convencidísima.

Churchill

Para José María Blanco Núñez


Estamos en Afganistán, frontera con la India. Un jovencísimo Churchill realiza su primera campaña militar, a las órdenes del general de división Blood.
Churchill es un audaz teniente, y se ha hecho muy amigo del general. Blood está desesperado. Llevan una semana ante la ciudad de Jalalabad, muy bien fortificada. El enemigo no da ninguna señal de debilidad, y Blood piensa que va a tener que renunciar a tomarla.
Pero Churchill no está de acuerdo y tiene un plan. “Le propongo una apuesta. Le apuesto 500 libras a que en el plazo de quince días le brindo la ciudad en bandeja de plata.” Blood no tiene nada que perder y acepta. Está harto de tener estancado el ejército en ese lugar perdido en el desierto, con hambre y sed.
Churchill escribe por las noches y piensa por el día. Es corresponsal de un periódico en Londres, y muchas veces le resulta difícil conciliar sus dos ocupaciones, militar y periodista.
Al día siguiente, ante los ojos atónitos de Blood, manda que caven un túnel hasta el corazón de la ciudad. Pasan los días y el túnel está terminado. Un destacamento de diez hombres se desliza por el túnel, llega a la torre más alta de la ciudad y enarbola la bandera inglesa. Todo esto sin llamar la atención, y Churchill, que conoce a los afganos, sabía que no sería muy difícil.
La bandera es la señal para atacar. Parte del ejército inglés se divide en dos y ataca al Este y al Oeste de la ciudad. Mientras, sigilosamente, disfrazados de afganos, el destacamento que ha penetrado por el túnel en la muralla, abre sus puertas. Entonces, el grueso del ejército de Blood entra en la ciudad y se hace con ella.
Churchill, sentado en una silla de campaña, fuma un puro. Uno de sus soldados se acerca a él y le entrega una bandeja de plata. En ella está, brillante, la bandera de la ciudad. Churchill se la entrega a Blood: “General, me debe usted quinientas libras.”



Eduardo Martínez Rico

viernes, 13 de noviembre de 2009

El triunfo

Un día el presidente le dijo a su ministro de más confianza: "El triunfo es una mujer hermosa, la más hermosa, exclusiva, que te está diciendo constantemente: "Tú eres el mejor, eres superior a los demás, desprécialos y no los escuches, porque nada te van a aportar." El presidente hace una llamada y luego sigue hablando a su ministro de más confianza: "Y mientras te dice todo esto la muy puta no deja de acariciarte, por todas partes, hasta que eres suyo, completamente suyo, y hay que ser muy fuerte para cerrar los ojos, separarte violentamente de ella e irte a otra habitación."

Dónde encontrar periodismo cultural de calidad II

Esta pregunta es difícil de contestar, porque yo puedo daros mi opinión y no ser necesariamente correcta. Es un tema muy subjetivo, pero los lectores y los expertos coinciden muchas veces en algunos ejemplos.
Pero no sólo por eso es difícil contestar esta pregunta: en el periodismo español hay unas convenciones que dicen de forma muy marcada cuál es el mejor periódico, cuál es el mejor suplemento cultural, etc. Yo no me creo demasiado esas convenciones, y creo que es más inteligente considerar los periódicos y sus suplementos por partes. Por ejemplo, me parece que "El País" tiene una sección de Internacional mejor que la de "El Mundo", pero que "El Mundo" es mucho más interesante en Nacional que "El País".
"El País" está considerado en general el mejor periódico de España. Incluso los profesionales del periodismo, de otros periódicos, piensan esto. También está considerado el gran periódico cultural. En general todo el grupo mediático de El País, el grupo PRISA, está considerado el mejor grupo cultural, con sus editoriales como Alfaguara, Taurus, Aguilar.
Pero es mejor mirar con detalle los periódicos, los suplementos y las editoriales. Uno se lleva muchas sorpresas cuando decide saber hasta dónde llega la verdad de un tópico.
Periodismo de calidad puede ser el que satisface nuestros intereses. Ésa sería una definición “egoísta”, digamos.
Pero al final periodismo cultural de calidad es el que se ocupa de todo lo que interesa en cada momento, lo hace con rigor, sin apasionamientos –por lo menos contraproducentes, porque yo creo que la pasión es buena-, con buena calidad de escritura. Periodismo de calidad cultural es el que informa sobre la cultura seleccionando cuidadosamente sus temas, tratándolos con calidad literaria, incluso, no conformándose con lo que se espera de él sino dando algo más.
Periodismo cultural de calidad es el que cuenta con grandes profesionales, capaces de hacer cualquier cosa, o casi cualquier cosa, bien, porque son muy buenos.
Lo cierto es que el periodismo cultural de calidad es una trayectoria. Es muy difícil que un periódico o un suplemento distinguido por su calidad no la mantenga, aunque yo recuerdo que cuando era niño el "ABC Cultural", el suplemento del "Abc", tenía mucho más prestigio que ahora, quizá el que más prestigio tenía. Ahora el más prestigioso es "Babelia", pero todos tienen una seña de identidad, unos puntos fuertes y otros más flojos que los caracterizan.
"El Cultural" de "El Mundo", al igual que el periódico, es más vivo y dinámico que "Babelia", pero éste es más sólido, probablemente más aburrido.

La calidad en el periodismo cultural es un equilibrio, equilibrio de temas, de formas, de profesionales:
-Si los temas no nos interesan es difícil que leamos los artículos o las críticas, aunque los escriban Premios Nobel.
-Al mismo tiempo, si los colaboradores son de la talla de, pongamos, García Márquez o Vargas Llosa, dará igual de qué escriban, nos interesará.
-Un periodista cultural, o un escritor en periódicos, tiene que ganarse la fama de buen escritor, con buenos temas y alta exigencia. Si consigue esto, le acabarán leyendo sin mirar el título de sus artículos.
-La calidad de escritura es esencial, así como la formación de los redactores, críticos, escritores, etc.
La formación puede ser autodidacta, por supuesto. Un hombre que no haya ido a la Universidad pero que haya leído y viajado mucho, por ejemplo, tiene muchas cosas que contar.

El equilibrio se da también en una selección atractiva de temas, de calidad expositiva y de redactores. Es un equilibrio, una media que da la calidad, con los destellos de algunas estrellas literarias.
Los temas atractivos son ésos que cuando estamos leyendo el periódico nos llaman inmediatamente la atención porque siempre nos han interesado o porque son muy del momento. A mí me interesan más los primeros.
Un periódico debe satisfacer una necesidad inmediata, la de los lectores de periódico, y de ése en concreto. No es lo mismo un lector de "El País" que otro de "El Mundo", y esto también hay que tenerlo en cuenta, por supuesto en lo cultural.
Los libros nos satisfacen de otra manera, pero los periódicos lo hacen de forma inmediata.
¿Qué desea saber nuestro lector hoy?, podría preguntarse un director de periódico.
Eso también marca la calidad en la prensa.


Por último, la calidad depende de los lectores, depende de la calidad de los lectores, y de sus intereses y objetivos. Para algunos lectores algo puede ser muy flojo y en cambio para otros ser muy hondo. Cada publicación tiene sus propios lectores, y los conocen bien por las encuestas y controles; saben a quién se dirigen.
El concepto de calidad es fluctuante y depende de todos sus agentes: autores, lectores, textos, publicaciones… Y también hay modas.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Miedo

Cuando estás bien, el miedo no existe.

Tus frascos olvidados

Sin ti,
Infinito descenso,
Vacío lleno de encajes,
Muy hueco,
Muy oscuro.
Sin ti,
Infinito negativo,
Tus películas,
Tus frascos olvidados,
Nuestro champú
Favorito
Y una patada
En mi cuerpo.
El frescor de la cama
Esperando por ti.
Contigo, aquí,
Ahora,
Tú en mi recuerdo,
Flor abierta en imágenes,
implorando al más allá,
De rodillas,
implorando
Que en un rincón
Del Universo
Repitamos mil y una
Noches
Lo que hoy desprecias.


Eduardo Martínez-Rico

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La Amada

¿Qué es mejor, la amada, cuando la tienes o cuando la escribes en el poema?

Dónde encontrar periodismo cultural de calidad. ¿Qué es la calidad?

La calidad depende del periodista, de su rigor, de su capacidad para seleccionar los temas, para tratarlos como corresponde, de forma accesible, sencilla, pero al mismo tiempo profunda, con garantías.
La calidad la da también la escritura, y esto es muy importante. Un artículo con muy buena información, con buenos personajes y buenas fuentes, si está mal escrito… es un mal artículo, mientras que, curiosamente, un artículo que diga poco, con un personaje más flojo, etc. si está bien escrito será leído con gusto por el lector. De hecho hay muchas columnas periodísticas de ese estilo, teniendo en cuenta que la columna tiene unos rasgos y condicionantes muy propios.
Pero un periodista que escribe bien, o muy bien, tiene mucho ganado. Sólo le falta trabajar más que otros para conseguir productos excelentes.

Muchas veces los periodistas más leídos son los que son famosos por otros motivos, frecuentemente por motivos literarios. En general los periodistas se pueden dividir en famosos y no famosos; los primeros suelen ser columnistas, seguidos con atención por lectores de todo el país, aunque haya de todo, no sólo columnistas muy leídos.
Generalmente los periodistas más famosos, más leídos, son los escritores, novelistas muy conocidos, o escritores en general. A menudo el mercado editorial, la fama literaria, va muy relacionada con el periodismo. Por ejemplo, cuando ganas el premio Planeta es muy frecuente que te den una columna en un periódico. Eso le ocurrió a Juan Manuel de Prada en Abc y a Espido Freire en La Razón.
Los periódicos buscan lectores y los escritores famosos tienen muchos lectores. Todos salen ganando, porque al escritor le viene muy bien tener una tribuna cotidiana, pagada regularmente, donde mostrar sus opiniones u ocurrencias. Además, una columna frecuente significa un contacto con los lectores permanente. Un escritor publica un libro al año, o dos, como mucho, y hay algunos que tardan bastantes años en publicar; escribir en los periódicos es una forma de estar siempre en contacto con los lectores, de mantener viva la llama.
Los escritores se caracterizan, normalmente, por escribir bien –aunque parezca mentira esto no siempre es así-, y por tener un punto de vista de la actualidad, de cualquier tema, muy personal. Además, los escritores son cultos, algo que desgraciadamente no son todos los periodistas. Esa calidad literaria, esa cultura y ese estilo y voz personal es lo que los escritores dan a la prensa. Lo más frecuente es que su marco sea el columnismo, porque es precisamente el columnismo el que exige esas características.
No todos los escritores, ni los grandes escritores, saben escribir buenos artículos, pero en general los escritores, y los escritores más periodistas –un buen tema para ampliar-, escriben grandes artículos, y desde luego los más leídos. Ejemplos actuales son Pérez Reverte, Javier Marías, Raúl del Pozo… Umbral demostró que se podía hacer alta literatura en el periódico, sin perder la ligereza y el frescor del periodismo, con una voluntad artística grande, y unos logros también grandes (ver artículo “Cuando el escritor toca al lector”, en "Expansión").

Hay que tener buenas fuentes, contrastar la información, los datos; asegurarse que lo que se dice tiene fundamento, actuar un poco de lector de uno mismo, distanciándose, para poder cazar los fallos… No es mala práctica que un tercero nos lea los artículos, porque pueden encontrar errores que nosotros no vemos.

Buscar ejemplos de periodismo cultural de calidad, de todos los géneros y en publicaciones variadas.
Habría que hacer una pequeña encuesta sobre qué es la calidad, qué es el periodismo de calidad y dónde encontrarlo: Toni Iturbe, Carlos García Gual, Luis Alberto de Cuenca, Agustín Sánchez Vidal, Fernando Sánchez Dragó…

El periodismo da a los lectores información y opinión para que luego ellos mismos puedan formarse su propia opinión. La función de la prensa es muy importante, su papel es útil para la sociedad. Un hombre que lee la prensa se encuentra más en el mundo que otro que no la lee, pisa con más seguridad el mundo.
El periodismo de calidad da información de calidad, rigurosa, contrastada, y ofrece opinión de gente muy especializada, muy formada, muy de fiar. El periodismo de calidad está constantemente sujeto a revisión y autocrítica, también por parte de los lectores –ver sección de “cartas al director”-.
El periodismo de calidad lo dan unos buenos profesionales, empezando por un director experto periodista, que sirve de proa del periódico que sabe dar cancha a los mejores profesionales. (Ver "Pedro J. Tinta en las venas".)

La calidad la ponen de manifiesto el número de ejemplares vendidos del periódico, aunque esto tampoco es determinante; la atención que suscita el periódico o la revista en la sociedad, empezando por los otros medios de comunicación… El periodismo de calidad acaba alcanzando una fama de “seriedad” que le hace distinguirse de otros tipos de periodismo.
El periodismo de calidad se ocupa en cada momento de lo que más importa a los lectores, personajes, noticias… Informa y comenta lo que todo el mundo tiene en mente, lo que más interesa, lo que es útil para el funcionamiento de la sociedad. El periódico o la revista, de diferente manera, satisface la demanda de noticias, opiniones, informaciones…
El periodismo exige un espíritu muy vivo, inconformista, dinámico.

martes, 10 de noviembre de 2009

El león

Ni chacales ni corderos. El león es bueno, noble y se hace respetar.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Sombra de fuego

Es una sombra de fuego,
Un perfil de agua,
Sus cabellos
Son de laurel,
Y la boca
Tiene la forma
De una barquita.
No es tu amor,
Ni tu amada,
Ni tu mujer.
Es una imagen mental,
Perturbadora,
Puro sexo y poesía.
Viene de más allá
Del sueño,
Y va más allá
De ti mismo.
Está fundida en ti
Y te lleva
Donde solo
Nunca podrías ir.
Es imagen viva
Del tiempo,
De tu deseo,
De tu deseo infantil
De perdurar,
La superficie
Del lago
Hecha mujer.
Ella te ama,
Tan real
Como un sueño,
Pero tú a ella no.
Has aprendido
A desear,
Pero no a amar
Espejismos.


Eduardo Martínez-Rico

(Poema publicado en el Blog de Profesores Poetas.)

domingo, 8 de noviembre de 2009

Vázquez-Figueroa sobre "Tuareg"

Una de las lecturas que tienen mis alumnos en “Periodismo Cultural” es “Tuareg”, de Alberto Vázquez-Figueroa. Le he pasado un cuestionario al escritor sobre su novela emblemática, y ha tenido la amabilidad de contestármelo. La idea es que mis alumnos utilicen esta entrevista para sus propios trabajos sobre la novela. Quiero que mezclen sus propias opiniones sobre el libro, con la documentación que realicen y con las respuestas de Vázquez-Figueroa.



-¿Cuál es el origen preciso de "Tuareg"?
-Mi deseo de escribir algo sobre el pueblo con el que me había criado.

-¿Qué objetivos literarios le animaron a escribir "Tuareg"?
-El de siempre; tratar de escribir una buena novela.

-El personaje de Gacel es el centro de la novela. ¿Está inspirado en personas reales? ¿Tiene algún tipo de inspiración?
-En Gacel hay un poco de cada tuareg.

-¿Cómo fue creciendo este personaje en su mente y en el papel?
-Día a día; él marca las pautas.

-La novela tiene mucho de los relatos tradicionales, orales, de todos los tiempos, y empieza con uno de ellos. ¿Fue su intención escribir uno de estos relatos en forma de novela?
-El pueblo tuareg tiene una cultura oral en la que crecí, escuchando historias en torno a una hoguera.

-¿Cómo fue el proceso de creación de "Tuareg"? ¿Qué recuerda de aquella época?
-Que me lo pasé muy bien,

-La escribió en muy poco tiempo, quince o veinte días. ¿Por qué cree que fue así? ¿La documentación fue muy fuerte y la escritura breve e intensa?
-La documentación ya la tenía de vivir con ellos; el resto es mi costumbre; o escribo rápido o no escribo.

-¿Qué peso tiene en "Tuareg" los años que pasó en el desierto con los tuaregs?
-Todo.

-¿Cree que podría haberla escrito sin esa experiencia previa?
-Seguro que no; es una novela de vivencias.

-¿Hay un antes y un después de "Tuareg" en su vida y en su obra? ¿Podría comentarlo?
-Es, sin lugar a dudas mi mejor libro, quizás el único bueno; eso desde luego marca un antes y un después.

-¿Qué dificultades especiales recuerda en la creación de "Tuareg"?
-Ninguna.

-¿Por qué cree que la opinión generalizada es que se trata de su obra maestra?
-No sé si es “maestra”; es la mejor.

-¿Qué valores literarios y extraliterarios cree que tiene "Tuareg"?
-Enseñar a la gente algo que no conoce de un pueblo maravilloso.

-Es famoso el final de esta novela. ¿Podría comentar cómo fue su decisión de optar por este desenlace?
-Fue en el último momento; cuando comprendí que un personaje tan extraordinario no podía tener un final feliz como en una novela rosa.

A quién va destinado el Periodismo Cultural

(Continúo publicando escritos míos sobre Periodismo Cultural, que sirven como complemento a mis clases en School of Communication de IE University.)


Los lectores del periodismo cultural son gente relacionada con el mundo de la cultura, casi siempre: profesores, escritores, periodistas, editores… Cada campo sigue con mucha atención lo que se publica sobre su medio. Yo he trabajado en una editorial y pude ver cómo seguían, con qué atención, lo que se publicaba en los suplementos culturales y en las revistas literarias. Estaban permanentemente al día.
Los profesores de literatura, en los colegios, utilizan muchas veces las páginas de Cultura para ilustrar algún acontecimiento importante: un premio, la muerte de un escritor…
Los profesores de Universidad no lo utilizan en clase, o por lo menos yo no tuve ninguno que lo utilizara, pero también están al día. Que no enseñen los recortes de prensa no significa que no utilicen esa información para sus clases.

Un gran escritor, un gran éxito de ventas, Alberto Vázquez-Figueroa, me dijo a mí, escritor joven: “los suplementos literarios, ni mirarlos”. Pero los escritores están al día de las críticas, de lo que se publica sobre ellos y sobre otros, colegas y competencia.
AVF me decía esto porque los suplementos culturales pueden coartar la creatividad y la imaginación de un escritor. Al final puedes escribir lo que quieren otros, los críticos, y como quieren, cuando la libertad debe presidir la obra de un escritor. Los críticos son lectores profesionales, pero yo me fío mucho más del consejo de un escritor, como AVF, que de un crítico. Por supuesto.
Digamos que el escritor es un fabricante de máquinas literarias, de motores, mientras que el crítico es un hombre que contempla esas máquinas, desde fuera, mucho más desde el exterior. A la hora de “fabricar” una de esas máquinas, el consejo de un colega, de un escritor, es mucho más útil que el de un hombre que se dedica a leer y juzgar, no a escribir, a mancharse los dedos con el aceite de las piezas, de la máquina.
Dicho esto los suplementos culturales dan una información muy buena, y bastante profunda, porque están especializados, sobre la Cultura y lo que va apareciendo, en cine, literatura, danza, etc. Su objetivo de satisfacer las ansias de algunos lectores de tener una cultura amplia y variada, se ve realizado.

Pero el mayor número de lectores del periodismo cultural lo constituye un público muy interesado, que no tiene porqué pertenecer a un ámbito profesional de la Cultura. Por ejemplo, un adolescente que quiere ser escritor y se está nutriendo de lecturas. O un abogado, cualquier profesional, especialmente culto que busca recomendaciones o simplemente estar al día.
-Las páginas de Cine son más seguidas que las literarias. Mucha gente no va al cine sin leer las críticas, y cuando hay que elegir película se guía por los críticos. Quién no ha oído la siguiente frase: “He leído una mala crítica de ésa…” Volvemos a la responsabilidad del crítico, y del periodista cultural en general, que se deriva de la confianza que la sociedad pone en él. Y en esto no se diferencia de otros periodistas.

Los periodistas culturales deben transmitir cultura a los lectores, y eso es lo que buscan éstos en ellos. Pero hay que evitar un riesgo, un exceso, y es caer en la cultura indirecta. Los suplementos culturales pueden convertirse en cultura estancada donde críticos y especialistas dan vueltas sin cesar a lo mismo, demostrando que son muy cultos pero dando cultura para una minoría. La cultura debe ser libertad, debe estar abierta a todo, y a todas las manifestaciones culturales, y debe tener siempre un toque de elegancia literaria, de atractivo para los lectores. El periodista cultural debe evitar la excesiva recreación en el contenido de su trabajo e ir en busca del lector, seduciéndolo, tanto en los temas como en las formas.
Al escritor, periodista, crítico, estudiante… que está acostumbrado a leer clásicos u obras maestras, le recomiendo que de vez en cuando se lea un best-seller. Se enriquecerá mucho, y además él puede hacerlo, porque es más difícil que lo haga alguien en sentido contrario, alguien que sólo lee best-sellers que lea algún clásico u obra maestra. Le costará mucho más.
Hay que leer variado, y, si se puede, escribir variado. Somos más ricos cuanto más abiertas y variadas sean nuestras influencias, cuanto más abiertas tengamos nuestras mentes. Un periodista cultural debe estar dispuesto a asimilarlo todo, porque ése será su trabajo, hacerlo y luego contárselo a los lectores.
En Occidente hemos tenido desde antiguo un déficit: nuestra ignorancia casi total de las culturas orientales. Yo tengo ese déficit y algo he podido subsanarlo; os invito a asomaros a la literatura árabe, china, japonesa, africana…
En Occidente pensamos que somos los únicos que pensamos, escribimos, pintamos, etc. Los artistas que se han acercado a otras culturas han hecho de sus obras algo mucho más valioso.
En este sentido, en España, el ejemplo más claro quizá sea Juan Goytisolo, ejemplo además de escritor comprometido.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Confiar

Confía en ti mismo, pero no te confíes. Hay dos vías a la hora de enfrentarse con los demás: otorgar tu confianza a todo el mundo, y luego ir manteniéndola o retirándola según las circunstancias; o desconfiar de plano de todo el mundo, e ir otorgando confianza poco a poco según se la vayan ganando los que van apareciendo nuestra vida. Lo primero puede parecer ingenuo, lo segundo es "desconfiado". Mi abuela Cándida, que era inteligente y muy sabia quizá por vieja, decía a menudo: "Piensa mal y acertarás." Esto muchas veces funciona, pero con estos razonamientos nos quitamos de encima todos los arrebatos de bondad desinteresada que tienen algunas, muchas personas. Algunas personas, es más, funcionan así por sistema.
La fe en uno mismo es fundamental para salir adelante, y más allá de eso para lograr algo que merezca la pena. Una gran obra, o, simplemente, una obra. Lo que llamamos confiarse es terrible y solemos caer en ello cuando dominamos algo, una materia, un trabajo, etc. Cualquier persona sensata sabe que nunca llega a dominar algo, un arte por ejemplo, que cuanto más sabes más ves los agujeros, y que el día a día no deja de enseñarnos algo siempre, incluso en el terreno que más dominamos.
Al final terminamos en la prudencia. A todo esto no enseña nadie; enseña la vida, con sus éxitos y sus fracasos. Al final terminamos en un arte de vivir que lo incluye todo. Nos movemos lo mejor que sabemos y cometemos errores constantemente. También cometemos aciertos. El saldo de unos y otros, y cómo hayamos sabido invertir en nuestros aciertos y errores, nos hacen ser mejores, más altos, más respetados, mejores profesionales, etc., etc. Que cada cual escriba aquí lo que crea más conveniente.
Yo no voy a descubrir la rueda, pero puedo recordar para otros y para mí, sobre todo para mí, algunas nociones básicas del pasearse por este mundo.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Quiénes hacen Periodismo Cultural y para qué

El periodismo cultural busca informar a los lectores de las novedades que se producen en el mundo de la Cultura, lo que incluye noticias de presentaciones de libros, estrenos de películas, premios a autores, congresos, festivales… o la aparición de un libro que se reseña. El periodismo cultural es más que la crítica de cine, de literatura, de teatros o de toros… Es la información de todo lo que se desarrolla en esos mundos peculiares.
Por una parte están los especialistas, críticos, que se ocupan de las novedades del mercado editorial, cinematográfico, etc. (por ejemplo, Carlos García Gual con cierto tipo de literatura) y por otra los periodistas que entrevistan a los principales protagonistas, o que cuentan un suceso importante, como puede ser un festival de cine o la muerte de un gran escritor (por ejemplo, Toni Iturbe, de Qué leer).

El periodismo cultural persigue estos objetivos fundamentales:

-Informar sobre el mundo cultural. Ser puente entre ese mundo y el lector. Mantener al corriente al lector de la Cultura, porque le interesa, le gusta o le es útil para su profesión.
-Conseguir que el lector aprecie o disfrute de la Cultura en sus muchas variantes. No hay mejor objetivo para un crítico de libros, por ejemplo, que conseguir que la gente lea y disfrute las obras. O para un crítico de cine que la gente vaya al cine y disfrute del cine.
Sánchez Dragó dice que lo que más le llena no es que le hablen muy bien de un libro suyo, sino que le digan que les ha gustado mucho un libro que él ha recomendado en su programa.
-Ampliar el nivel cultural de los lectores. Esto se consigue enfocándolos a buenos libros, buenas películas, etc. o presentándoles una buena entrevista con un gran intelectual, un gran director, etc.
-El periodista cultural es un promotor de la cultura, y cuanto mejor sea él como profesional más acercará a los lectores al objeto de su trabajo, su parcela cultural. Los lectores de los suplementos culturales los leen buscando buenos libros para leer, y los lectores de las revistas de cine buscan recomendaciones para ver buenas películas.
-El papel de los críticos es importante, de gran responsabilidad, porque muchos lectores les van a hacer caso y van a seguir sus recomendaciones.
-Los columnistas, que muchas veces son escritores en periódicos, crean opinión. Consiguen, o deberían conseguir, que la gente acabe pensando por sí mismos. Se crean unas corrientes de opinión, amplias, y luego los lectores van matizando según sus personalidades, profesiones, trayectorias, intereses…
Los escritores en periódicos, como dice nuestro decano Samuel Martín-Barbero, que es una expresión más exacta que “escritores de periódicos”, mezclan la actualidad con un estilo literario, es decir, periodismo con literatura. Para Martín-Barbero el periodista cultural es el "escritor en periódicos", y la distinción de estos nombres podría dar lugar a un buen debate
Para mí lo que diferencia el periodismo con la literatura, que muchas veces se cruzan, es la ambición y la calidad formal. Si un periodista quiere hacer algo grande y lo hace con voluntad literaria, de estilo, si tiene éxito, hará literatura. Truman Capote demostró con "A sangre fría" que la ficción no es imprescindible en la literatura, en la narrativa, y que lo importante era el requisito formal. Mezcló una investigación periodística con una escritura literaria, aunque conservando la neutralidad de cierto periodismo.
-El buen periodismo cultural, es como la buena literatura, la buena filosofía, la buena Historia… abre la mente de los lectores, les hace más ricos.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Ilusión

Nunca pierdas la ilusión, el impulso, la sana ambición de lograr algo bueno, de ser feliz, de iniciar una gran empresa, de mejorar en tu trabajo. De tantas cosas. No pierdas la ilusión; que no te la robe nadie, ninguna circunstancia, ningún lance, nada. Que si la pierdes la recuperes. Que no pueda nadie con tu barco, que tu barco colabore a que la escuadra marche mejor. Que el agua no te cubra nunca la cabeza, que siempre seas capaz de sacarla a flote.
No pierdas la ilusión. Que el desierto que te rodea no detenga tus pasos de eterno caminante. Invéntate el agua si no la tienes, pero avanza, avanza, sin tregua. Sigue tu camino, recórrelo con tus compañeros de viaje, ignora los cantos de sirena de la tentación, la maldad, la ignorancia. Que no te destruyan tus errores, aprende de ellos, proceso infinito.
Jamás pierdas la ilusión, el potencial de hechos, ideas, amor, que es la ilusión. La guardamos entre las manos, como un pájaro herido, y brilla como el sol, nos ilumina la cara y el cuerpo, nos hace volar. La ilusión está oculta entre nuestras manos y ella es la que construye ciudades, puertos, países, escribe libros y enamora mujeres, hace amigos, amadas, poemas. La ilusión levanta bancos y filma grandes películas. La ilusión construye familias y despliega la amplia autopista del futuro.
Mima tu ilusión, aliméntala. No seas un iluso, pero cuidala como el tesoro que te da la vida. Palabra de amigo.

"La mentira"

(Ayer publiqué esta columna en "El Norte de Castilla".)


Sé que la mentira está instalada en nuestra sociedad. La gente se ha acostumbrado a soltar mentiras, y ya las suelta por sistema, en lo más pequeño y en lo más grande. Yo miento poquísimo, y cuando lo hago siento unos remordimientos, un dolor terrible. Me creí los mandamientos de Moisés, la educación que me dieron de niño, del “no levantar falso testimonio”.
Sé que, como dice mi amigo Enrique Alcat, experto en crisis, la mentira no es rentable. Sé que tarde o temprano la mentira te pasa factura, te desacredita, crea conflictos. Procuro no mentir nunca, aunque he comprobado que funciona muy bien, y que a corto plazo te pueda sacar también de conflictos. Ante tonterías de la vida cotidiana le he mentido a mi madre y ha funcionado. Sé que muchos hombres mienten mucho a las mujeres, aunque luego se arrepienten de ello.
Oscar Wilde defendía la mentira como un arte, pero estoy seguro de que era otra de sus boutades. Oscar Wilde se ganó la vida epatando a su público, pero yo ya no lo tomo en serio. A mí, Wilde, hoy, me parece un humorista genial. Es muy fácil darle la vuelta a las frases y esperar a ver qué pasa. Lo difícil es decir cosas de forma accesible, pura y llana, y comunicarse con los demás.
En fin, no quiero ser injusto con Oscar Wilde, al que admiro mucho, pero su método no me gusta y no es el mío. Yo miento, sí, pero cuando escribo una novela, un cuento, una poesía. Imagino, invento, me voy a otros tiempos, otros mundos, utilizo la Historia, creo y recreo personajes. Ésa es la forma creativa de mentir. Lo otro no hace más que crear problemas a los demás y a uno mismo.
De mí dicen que tengo credibilidad. Una vez hice una prueba, apenas un par de días. Empecé a decir mentiras y todo el mundo las creía. ¿Por qué? Yo creo que porque nunca mentía, precisamente por eso. ¿Cómo vas a dejar de creer al que siempre dice la verdad?
Sí, hay muchos, casi todos, que mienten por sistema. Piensan que eso les protege, pero no dejan de firmar una hipoteca con el futuro. Hay periodistas y escritores que escriben libros difamatorios llenos de mentiras, quieren destruir personas, o mellarles la reputación, y lo hacen con mentiras, con un punto de vista distorsionado y terrible.
Siempre he pensado que escribir un libro para atacar a una persona era una tarea vana, indigna de un verdadero escritor. Pero lo peor es que los que lo hacen utilizan la mentira, la peor aliada que hay para el escritor y para el periodista. Cuando uno escribe, uno sabe que le van a mirar lo que escribe con lupa, mucho más si va atacando por ahí y por allá. La mentira sólo afecta a los desinformados, a los que no tienen criterio ni formación, y también por eso mismo me parece un flaco servicio: precisamente a esas personas hay que tratarlas con más respeto y cuidado; no podemos sembrar hiel y cizaña entre los que no pueden separar el trigo de la paja.
No se puede saber de todo. Yo no sé nada de Física, de Química, Matemáticas, apenas nada, lo que me enseñaron en el colegio. En esos terrenos cualquiera me puede engañar. Los que sabemos de algo, los que conocemos un oficio, no podemos intoxicar a los demás, mientras atacamos a terceros. La servidumbre de los hombres públicos, grandes o pequeños, y también de los escritores, muchas veces está en soportar estoicamente las mentiras que vierten sobre nosotros.

martes, 3 de noviembre de 2009

Entrevista con Antonio Prieto

Antonio Prieto fue profesor mío en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid. Lo admiraba mucho y pronto le tuve un gran cariño. Es uno de esos maestros que van apareciendo en la vida, y luego, gracias a Dios, tuve otros. Era un profesor clásico y un gran novelista, en mi opinión, aunque nada sencillo ni accesible. Esta entrevista se la hice para un medio de comunicación y por esas cosas que pasan en el periodismo -me gusta mucho decir esto-, no fue publicada. Aprovecho ahora que tengo un blog para publicarla.
Fue un placer hablar con mi viejo maestro, con calma, en su despacho de la editorial Planeta, y ha sido un placer releerla ahora para darla aquí.
En la vida no podemos conectar con todos. No todos nos entienden ni disfrutan de nosotros; también a nosotros nos pasa lo mismo. Yo sé que mucha gente pasó al lado de Antonio Prieto, pese a su temprano éxito y su gran carrera académica, sin captar quién era, su esencia, y todo lo que tenía que darles. Sin embargo ha tenido muchísimos alumnos, y algunos de ellos, también muchos, grandes escritores y profesores. No es raro oír decir: "Yo fui alumno de Antonio Prieto." Él no deseaba enseñar a escribir, porque tenía otras especialidades, pero con sus libros también enseñaba a escribir. Con sus clases sobre poesía renacentista, por ejemplo, enseñaba sensibilidad.


ANTONIO PRIETO: "LA HUMANIDAD SE REPITE EN COSAS NEFASTAS"


Escritor, profesor y editor ganó el Premio Planeta a los 24 años, con su novela "Tres pisadas de hombre" (1955). De su extensa obra novelesca destacan "El ciego de Quíos", sobre Homero y Ulises, y "Una y todas las guerras", un recorrido por el imaginario de Occidente a través de la guerra.
Antonio Prieto es sabio, discreto y resbaladizo en sus opiniones, pero si se le sabe preguntar acaba concretando las conclusiones de toda una vida.



-¿Cree que ser profesor puede perjudicar a un escritor?
-No, en España puede que sí, pero en Italia un Carducci o un Umberto Eco son profesores. Aquí te admiten que un novelista sea fogonero, funcionario del Ayuntamiento de Madrid… pero no profesor.
-¿Por qué empezó a escribir?
-Me gustaba escribir desde pequeño. Cogía papeles y los hacía pequeñitos, y entonces dibujaba cuentos. Con siete años escribí un artículo en el colegio, mi primer artículo, que se llamaba “El Quijote es necesario”, y les gustó mucho a los frailes.
-Usted empezó Medicina.
-Sí, porque mi padre era médico, yo era hijo único y era la ilusión de mi madre y de mi abuela que estudiara Medicina, pero realmente no me gustaba. Lo único que sé es que para el estómago va bien bicarbonato y para la cabeza aspirina.
-Cuando usted ganó el Planeta, Lara, que no lo votó, dijo que no tenía problemas en publicar a los jóvenes, “pero cuando fueran clásicos”.
-Sí, pero ahora que soy clásico, por viejo, es cuando me es más difícil publicar. La juventud, afortunadamente, es una cosa que se pasa. Siempre hay en las personas mayores una tendencia a elogiar a la juventud para ganársela, y eso sigue así. Ahora el ser joven es una ventaja para todo.
-Pero la literatura está muy difícil para los jóvenes.
-Es que ahora hay que ser un contador de cosas, explosivo, atrayente; no importa que sepas escribir. Y escribir es difícil; por eso nos encontramos con el caso de Ana Rosa Quintana, que tiene más éxito y resonancia que un Sánchez Ferlosio, un escritor auténtico.
-¿Qué le pide usted a un escritor?
-Que sepa escribir, igual que a un abogado se le pide que sepa de leyes, o a un médico medicina. Y nos encontramos escritores, periodistas, con faltas de ortografía, orales… que ya es difícil.
-¿Usted ha examinado a políticos?
-Que yo sepa no. Pero me refería a los locutores de televisión. Te encuentras disparates. Me acuerdo cuando se iba a casar el Príncipe Felipe, y le regaló Leticia una novela de Larra. En un programa de Tele 5 dijeron que era muy bueno el regalo, “un incunable de un poema épico”.
-Usted siempre echa pestes de “la actualidad”.
-Tiene cosas muy buenas. Lo que reniego de la actualidad, es el abandono tremendo del humanismo. Estamos agobiados por intereses económicos. Un padre de un alumno te dice: “A mi hijo no le enseñe Literatura: enséñele a ganar dinero.” Reniego de la actualidad el mercantilismo.
-¿Usted es muy distinto?
-Ahora que estoy liberado y tengo más tiempo, me meto en la biblioteca y me doy cuenta de lo ignorante que soy, y que no tengo tiempo. Pero si yo estuviera en esa actualidad, me alegraría…
-¿Por qué se alegraría?
-Porque la ignorancia te produce una audacia y una valentía que cuando tienes un poco de cultura te cuesta trabajo tener.
-Fue jurado del Premio Planeta durante cuarenta años…
-A veces había novelas muy buenas, y otras veces novelas medias deplorables. Una empezaba así: “Me hice mujer cuando mi padre se bajó los pantalones y persiguió a la criada.” Dejé de leer. Creo que ha bajado el nivel de escritura de los premios literarios.
-Pero sin embargo venden más.
-Sí, porque esto conecta con una sociedad que disfruta con las bazofias que entrega la televisión, y una escritura con metáforas e imágenes no lo entienden.
-¿Cuál es la diferencia entre un político y un intelectual?
-El político debe buscar siempre lo más conveniente, mientras que un intelectual debe perseguir siempre la verdad.
-¿Qué es lo más conveniente?
-En estos momentos lo que produce económicamente más.
-Su reciente "Una y todas las guerras" es la Historia de la guerra.
-Sí, y me manifiesto en contra de todas las guerras. Yo encontré que la Humanidad se repetía en cosas nefastas, y he buscado unas constantes en todas las guerras. La guerra de Troya se desencadenó por la situación de Troya, por cobrar el dinero para que pasaran los barcos, un chollo.


Eduardo Martínez Rico

lunes, 2 de noviembre de 2009

"Mortal y rosa"

Vamos a ver en clase "Mortal y rosa", de Francisco Umbral, y si todo marcha según lo previsto España Suárez, la viuda del escritor, amiga mía, vendrá a hablarnos sobre su marido a IE University. Quería reproducir el capítulo de mi tesis doctoral para que los alumnos pudieran leerlo y preparar mejor la lectura, la crítica y el debate sobre el libro. Pero no he logrado copiar este capítulo aquí por problemas de formato. He encontrado un documento en mi ordenador con una versión previa. Lo fundamental ya estaba escrito ahí. Ahora lo publico para que mis alumnos de Periodismo Cultural conozcan mejor una obra maestra de la literatura reciente.


MORTAL Y ROSA
"Un hombre solo"
Barcelona, Planeta, 2000
(1ª ed. Barcelona, Destino, 1975)


Libro emblemático
Libro del padre, más que libro del hijo.
Género de Mortal y rosa (ref. prólogo de José Manuel Caballero Bonald).
Fragmentarismo (poemas en prosa, técnica del artículo, recuerdos como fragmentos veloces de su memoria)
Proceso de creación del libro
Significación de la obra dentro de toda la producción umbraliana
Poesía y filosofía, experiencia vital, memoria.
El libro como un cruce de tiempos, la historia del autor, presente, pasado y futuro, sintetizados en la figura del niño.
“... esa corporeidad mortal y rosa, / donde el amor inventa su infinito”, versos de Pedro Salinas, lema del libro. Estudiar el poema de Salinas en su conexión con el libro.
Bruma, ambigüedad: los personajes se funden, como esas novias de Umbral que se convierten en una sola por el capricho de la literatura y de la memoria.
Si Umbral, como se ha dicho, “es el estilo”, Umbral alcanza la madurez de su estilo en Mortal y rosa (citar artículo de Prada en Ínsula). Algunos recursos estilísticos. García-Posada insiste en estudiar su obra con un método de análisis poético.


MORTAL Y ROSA, EL LIBRO DEL PADRE


La cultura literaria, como todo lo humano, tiende a sintetizar, a elegir, a discriminar. Los siglos van formando un canon, y en ese canon no pueden entrar todos los escritores, pero tampoco todos los libros, ni aún todos los buenos libros que escribieron los mejores escritores. Esa cultura literaria se ha quedado, por el momento, con "Mortal y rosa" de entre toda la producción de Francisco Umbral, aunque el autor haya escrito otros libros notables, tocando las teclas de muy diferentes géneros. Incluso algunos han hablado ya del “género Umbral”, ignorando que todos los hombres que escriben son creadores de su propio género, el que les ha sido dado en parte pero que también han construido hasta completarlo: son servidores de su propia personalidad literaria. Fuentes vitales y fuentes literarias, diría otro simplificador. Parece que cuando leemos debemos conformarnos con sintetizar, seleccionar, discriminar. Cualquier lectura lo hace, porque le roba al autor la suya, pero la enriquece a la vez: aporta su lectura. Umbral ha llevado al límite esta premisa y nos ha dado a sus padres de papel, pero tratándolos como hijos: Larra, Lorca, Gómez de la Serna, Valle.[1]
El análisis de dichos autores, y de otros, ha sido objeto de libros muy valiosos. Umbral se ha mostrado como un excelente ensayista, aparte de sus muy conocidas facetas de memorialista y maestro en la columna diaria. Los géneros en él, no es muy original decirlo, bailan una danza conjunta. Ese equipo de baile, donde en unos libros destaca más un componente que otro, sin olvidar el resto, es Francisco Umbral, entero. Pero hemos escrito al principio que la Historia, no sólo el público de hoy, el público de todas las épocas, quiere un libro, una obra por la que recordar al gran escritor, resumiendo una incansable labor de años, la vida entera, en un fruto, individual y accesible. Umbral lo ha señalado en muchas ocasiones. Hasta el momento, y en su caso, ese libro ha sido "Mortal y rosa". Nadie discute su calidad literaria, el dolor y la poesía, la pena poética y nihilista, que lo sustenta. Es la obra emblemática de Umbral.[2]
Nadie discute su calidad literaria, pero no pocos lo han hecho sobre el género a que pertenece. Creíamos haber resuelto la cuestión con ese epígrafe “Género-Umbral”, pero no acaba de satisfacernos. Se ha hablado de novela, de poema en prosa, de diario... José Manuel Caballero Bonald empieza su espléndido prólogo a la obra tratando este espinoso asunto. A Caballero Bonald no le gustan los “términos híbridos para clasificar cierta inclasificable literatura”, como novela lírica o poema en prosa, y prefiere definir Mortal y rosa como “una depurada síntesis poética del diario íntimo”. Sobre el mismo tema el crítico Miguel García-Posada, en su introducción a "Mortal y rosa", escribe lo siguiente:

El libro emparenta con algunos de los diarios del autor, y diario o diario íntimo lo llama él en varias ocasiones. Importa señalar, con todo, que para ser un diario en el sentido pleno del término haría falta que el texto estuviese fechado, aunque incluso esta circunstancia puede producirse y no determinar necesariamente la condición diarística: el mismo Umbral ha escrito una novela fechada día a día, "La bestia rosa", que tampoco es un diario. Pero el hecho es que el libro no está fechado y eso no deja de ser un elemento que debe considerarse.[3]

García-Posada deja abierto el debate del género, y acepta tanto la denominación de “poema en prosa”, como la de “novela atípica”, o “novela de un mal novelista” que es como llama a su libro Francisco Umbral en un momento de su escritura. En mi opinión García-Posada se olvida demasiado pronto de lo que Mortal y rosa tiene de diario, ya que el hecho de que el libro no muestre expresamente su avance cronológico puede indicar, entre otras cosas, la intención de Umbral de universalizar su obra en el tiempo, y de huir, ¿por qué no?, de una de la marcas clásicas, la más característica, del género-diario íntimo, poco apreciado en general por los lectores españoles. Sin embargo, estoy muy de acuerdo con él cuando analiza los componentes novelísticos y poéticos de la obra:

"Las dos adscripciones genéricas son válidas, sólo que se sitúan en distinto nivel de conceptualización: la referencia al poema en prosa remite a la perspectiva subjetiva, lírico, que se plasma incluso en la conformación de algunos fragmentos y capítulos, pero la segunda sitúa el texto en su propio ámbito: el juicio de valor debe ser entendido en lo que tiene de Mortal y rosa de novela atípica por su esplendor lírico y su ausencia de trama, en el sentido usual del término. Umbral es “mal novelista” porque su obra se desvía del canon habitual, de lo que normalmente y aunque de modo impreciso se entiende por “novela”, esto es, una historia articulada, de trama más o menos evidente, dentro de una poética de origen realista. En cambio, Mortal y rosa, aunque cuenta una historia , la ha reducido a sus mínimos elementos, la ha concentrado en los núcleos imprescindibles. Por eso, cuando en otro pasaje anterior del libro se planteaba la posibilidad de que la suya fuera una novela y señalaba que ésta “es un compromiso burgués”, “fruta de invierno”, de habitaciones cerradas, escritores con pipa y horas laboriosas”, no estaba diciendo nada incongruente con lo que ahora proclama: de modo desenvuelto e irónico lo que se recusaba ahí era la poética del realismo, la “ratificación ociosa de la vida” del realismo del XIX a que se alude en el libro tomando como blanco a dos maestros del género: Balzac y Galdós."[4]


¿Una novela?

Conforme con Caballero Bonald. Mortal y rosa no es una novela, aunque describa un episodio vital, aunque sea una reflexión sobre la vida y la muerte, un episodio y una reflexión con unos protagonistas, unos personajes, bien determinados. Aunque tenga un principio y un final, un tiempo interno muy característico pero ambiguo, y un desarrollo creciente en ese proceso de la desesperación que no termina nunca. Finalizamos la lectura del libro de Umbral y sentimos a ese padre sufriendo hasta el infinito. Pero la ficción parece ser el componente esencial en una novela, y en Mortal y rosa ese componente no funciona. La ficción surge de la realidad, se inspira en ella y la trasciende. Umbral lo hace en Mortal y rosa, pero su invención, como siempre, es de orden verbal; su aportación, de índole lírica y reflexiva. El autor se inspira y trasciende la realidad, pero no se independiza de ella (el presente del escritor y del niño se mantiene en toda la obra). Trasciende la realidad, pero sirviéndose para ello de un arma distinta de la ficción. Umbral utiliza la poesía.
Miguel García-Posada, en la introducción a la obra que tanto citaremos, se inclina por una denominación intermedia, “novela lírica”, entroncando el libro de Umbral con una tradición europea, muy rica, la de Joyce, Hermann Broch o Virginia Woolf, por citar los nombres que da MGP, y también española, con eximios representantes como Ramón Gómez de la Serna y Gabriel Miró, de quienes el autor indudablemente ha aprendido mucho. El crítico razona su preferencia por la etiqueta “novela lírica” con las siguientes palabras:

La desestructuración del relato, rasgo inequívoco del género, es máxima en Mortal y rosa: el texto se ordena por capítulos de extensión irregular y organización interna muy variable; los datos de la experiencia llegan siempre filtrados, depurados hasta las últimas consecuencias; la trama argumental casi niega lo que es una trama, porque el episodio desencadenante del conflicto –la enfermedad del hijo- no se produce hasta aproximadamente la mitad del texto –aunque el hijo como referente comparezca antes. Y, sin embargo, hay al cabo una historia, una fábula de amor y muerte, que está contada mediante la elusión de casi absoluta de la anécdota, de la circunstancia cotidiana. No nos topamos aquí con la historia existencial que refleja el diario, donde es el resultado de la acumulación de lo vivido –percepción del lector, no proyecto del autor-, sino una historia “tout court”, todo lo singular e irreductible que se quiera. Basta comparar Mortal y rosa con los mejores diarios genuinos de Umbral, como Diario de un escritor burgués, Mis paraísos artificiales y Los ángeles custodios, para apreciar la enorme diferencia que lo separa de ellos.[5]

Vuelvo a disentir con Miguel García-Posada, pese a que sus argumentos son irreprochables. Mortal y rosa bordea los límites del diario íntimo, de la novela lírica y por lo tanto de la poesía. Pero no creo que la comparación de Mortal y rosa con “los mejores diarios genuinos de Umbral” sea suficiente para desechar la hipótesis del libro como diario, como diario poético. Porque está claro que ningún sello le va bien del todo a “cierta inclasificable literatura” (J. M. Caballero Bonald), y que Mortal y rosa pertenece a esa clase inclasificable, valga la paradoja, de literatura. Por otro lado, hay que decir que muchas páginas de Diario de un escritor burgués están escritas con un tono muy parecido al de Mortal y rosa. Incluso se podría pensar que, de algún modo, Diario de un escritor burgués retoma la vida allí donde la deja la obra maestra de Umbral. La desolación, el nihilismo, la desconfianza hacia la gloria o los actos sociales, las reflexiones poéticas, filosóficas, cotidianas o literarias, del autor en ese diario, lo acercan mucho a la clave literaria de Mortal y rosa, con la gran diferencia –si dejamos a un lado otras formales, como la de que Umbral aquí sí pone fechas a sus textos, como bien dice MGP- del tema, el ambiente que respira Umbral, su desesperación. Más que diferencias formales entre estos dos libros, yo encuentro una distancia infinita entre el hombre que asiste maravillado al despertar de su hijo para luego verlo morir, y el escritor que ve pasar los días, entre la monotonía de la calle y las sorpresas de su actividad intelectual y vital.

Hay poesía en Mortal y rosa, mucha poesía, claro, pero no es un poema, ni siquiera un poema en prosa. Tiene fragmentos de lo que entendemos por poema en prosa, pero el conjunto no llega a serlo. Es más, es otra cosa. La poesía del libro está en el lenguaje literario de Umbral, no muy diferente al que ha exhibido en otros terrenos. Esa lengua umbraliana, ese “estilo”, palabra grata para él, se funde con el tema de la infancia, la tragedia de la infancia interrumpida, la muerte, y la fusión genera poesía. Es poesía. Pero el libro no es un poema en prosa.
Umbral incluye poemas, con la disposición del verso, pero esto no nos ayuda a distinguir la ascendencia genérica de la obra. Caballero Bonald acierta cuando dice que en esos poemas hay menos poesía que en el resto del libro, fragmentos en prosa. “Fragmentos”, deliciosa palabra para los oídos literarios de nuestro escritor. Umbral ha construido su obra a base de fragmentos, el día a día escrito en papeles sueltos. El libro futuro suelda esos fragmentos, como la poesía ha fundido su lengua con el niño, vivo y muerto, en perpetua vida y en perpetua muerte para Francisco Umbral.
En Mortal y rosa podríamos aislar textos (el autor los separa con espacios en blanco, más o menos grandes) que nos regalarían maravillosos artículos, o breves ensayos, recuerdos aislados de esas memorias que Umbral no para de escribir, textos que nos miran con complicidad como diciéndonos: “Yo no estaba aquí, pero él me colocó en este lugar para que brillara más”. No pasa de ser una intuición; sería difícil demostrarlo, precisamente por lo que prueba nuestra intuición: el fragmentarismo de la obra umbraliana. Su admirable actividad periodística le ha dado la medida del fragmento, las posibilidades que tiene lo que Julián Marías (es cita muy frecuente en Umbral, y de él la tomo) ha llamado “calidad de página”. Esa calidad de página es el mayor triunfo alcanzado por el escritor. Y sus libros están compuestos de muchas páginas con “calidad de página”. Quizá por esto aún le sigan diciendo que no es escritor “de libros”, sino de artículos, ignorando los que esto proclaman que el fragmentarismo ha dado obras tan maravillosas como los Pequeños poemas en prosa, el Spleen de París de Baudelaire, cuya mención aquí no resulta nada gratuita. Umbral no tiene sólo pluma y papel, es decir, Olivetti y folios, también tiene aguja e hilo, un prodigioso don para coser palabras, coser fragmentos, crear tapices con escenas autónomas, temas diversos, y que el producto de pluma y aguja, papel e hilo, sea algo unitario y excelente. [6]
En Mortal y rosa lo consiguió de pleno. Se dieron cita en la redacción de este libro una serie de factores, dramáticos y literarios, que favorecieron una obra maestra. Pero no sólo fragmentos distintos se reúnen en el libro, como un álbum de fotografías, sensaciones, pensamientos y gritos, felicidad y desdicha. No, no sólo. Umbral ha construido Mortal y rosa, según nuestra intuición, con la base de un diario íntimo. En un escritor como él la escritura sólo puede ser confesión velada, continuo diario íntimo: lento y rápido fluir de la intimidad y la memoria, de la relación que esa intimidad y esa memoria tienen con el entorno social. La política no la tocamos apenas en este trabajo, pero basta con decir que está muy ligada, en Umbral, a su propia vida, presente y pasada, la herencia recibida por sus padres y su experiencia en la posguerra. El autor tiene orígenes de pícaro, infancia de Lazarillo, juventud de buscón, recuerdos de Estebanillo González y otros protagonistas de la novela picaresca. Ha crecido a golpe de literatura, y ha encontrado –lo dice en Mortal y rosa, aunque no de esta manera- que su vida estaba en los libros, que él salía en los libros, y que sus días tenían que dedicarse a echar más leña en el fuego de la literatura. Leña de vida.
El diario es la pauta del escritor para formar sus libros. Sobre todo después de Mortal y rosa, hay que señalarlo. “Una depurada síntesis del diario poético”, decía Caballero Bonald. Eso es lo que es este libro si hubiera que definirlo, que yo creo que no es necesario. ¿Por qué esa manía de definir, de clasificar, cuando el objeto de estudio ya nos satisface con el título como única presentación? Sólo un fin puede justificar este afán genérico: que la “etiqueta” nos ayude a comprender mejor la obra y, mucho más importante, que esa marca ayude al lector a acercarse a la obra. En realidad, es una cuestión de estudiosos de la literatura, esos señores que, como yo en este trabajo, dejamos un poco de lado nuestras ansias hedonistas, disfrutar un texto, para acometer el análisis estructurado de sus claves. Nada aporta la discusión del género a la belleza de este texto.
Mortal y rosa es para disfrutarlo y para sufrirlo. En mi opinión Umbral toma como base ese diario. Escribe cuando le apetece, o cuando tiene tiempo, lo que le va sucediendo, mezclándolo con algunos recuerdos, fundiendo a veces lugares, tiempos, mujeres. Ve a su hijo, le oye crecer (“estoy oyendo crecer a mi hijo”) y escribe bellas páginas sobre él, sobre el mundo nuevo que le revela su contacto. No olvidemos que las páginas que cierran el libro son las primeras que el escritor escribió sobre su hijo, y pertenecen a un cuento escrito tiempo antes de la terrible enfermedad del niño. Porque el niño se pone enfermo, grave, y Umbral sigue escribiendo. El diario cambia, cambian los temas. Ahora, con mayor insistencia, se asoma el presente trágico del niño con su pasado maravilloso, el que vivió con su padre y con su madre. Aparece la filosofía nihilista, la desesperación, la poesía tétrica, unas ganas de dimitir del mundo. Umbral ha declarado que en esos momentos escribió más que nunca, porque la literatura era para él el único refugio.
Miguel García-Posada concreta la génesis del libro, el proceso de escritura:

"En Mortal y rosa quiso Umbral poner en práctica lo que él mismo ha llamado, con fórmula que he citado antes, la “memoria simultánea”, esto es, buscó anotar en la memoria que es una novela lo más destacado de lo que estaba viviendo en aquel tiempo, en los años setenta: el crecimiento de su hijo. De hecho, el primer título del libro fue Estoy oyendo crecer a mi hijo, frase que constituye, por sí sola, un capítulo. Otro testimonio ha quedado del primitivo proyecto: el cuento “La mecedora”, que el autor publicó también, como tal cuento, en 1971, y que cierra la obra. Este proyecto se vino abajo ante la enfermedad del nio y Umbral lo modificó sobre la marcha, fiel a la poética de la memoria simultánea. No quedado otros vestigios documentales de la idea primera de la obra, pero la estructura tan definitiva de Mortal y rosa indica que las cosas sucedieron como aquí se cuenta: según he avanzado, es sintomático que la enfermedad del niño no aparezca hasta casi la mitad de la novela." [7]


El libro del padre


“El libro del hijo”. Así se suele hablar de Mortal y rosa. Yo no pienso de ese modo. Para mí Mortal y rosa es el “libro del padre”, y el niño es una sombra, feliz y juguetona, al principio, oscura y lejana, melancolía impotente, después. El niño es el reflejo del padre, como el padre lo es del hijo. Umbral se ha retratado a sí mismo, una vez más, en el trasluz del cuadro que le pinta a su hijo. Aquí sufre un hombre, y en el sufrimiento inconmensurable de ese hombre entendemos la enfermedad del niño. El poeta sublima lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, la vida y la muerte. De todo ello hay en este libro. Porque sintiendo vivir a su hijo Francisco el escritor vive, contemplando el descubrimiento de las cosas por parte del niño, Umbral redescubre su verdad optimista. Recupera, lo dice a menudo, su propia infancia, los años que no recuerda porque están sepultados en esa inconsciencia que, según algunos psicólogos, nos explica el futuro.

Umbral se instala en una concepción postexistencialista del mundo; de ahí el rechazo que suscita la actitud de Albert Camus, a quien nuestro escritor ve aún preocupado por el problema religioso (y con Camus, Unamuno, al margen de otras cuestiones). Desde esa perspectiva el escritor conduce su discurso hacia la nada total, hacia la negación y el descrédito de la realidad, hacia el derrocamiento de cualquier valor. Lo que comenzó como reflexión sobre el tiempo y la muerte se convierte en la vasta comprobación de la nada que es el mundo. Todo esto explica el proceso mediante el cual el autor acaba por verse a sí propio como un cadáver, póstumo ya, posterior a la vida, espectro solo de sí mismo. Con el niño que ha muerto muere también el niño de la propia infancia, lo única que justificaba el mundo –la coherencia de la visión es evidente-, de modo que todo está definitivamente concluido, terminado, resuelto por y para siempre.[8]

Cualquier motivo le sirve Umbral para realizar lúdicas y poéticas reflexiones sobre la filosofía, la literatura, el sexo, etc. En ocasiones su prosa se hace surrealista, o en el límite del surrealismo al proponer audaces asociaciones de ideas, de palabras, de sensaciones. La blancura de su piel, por ejemplo, le sirve a Umbral para hacer un pequeño ensayo, muy libre y sugerente, sobre los colores blanco, amarillo, rojo, lo claro y lo oscuro. A partir de un descubrimiento de Einstein y de la blancura de su propia piel (“A mi abuela le gustaba yo por blanco, de niño. Decía que mi blancura me salvaba de mi fealdad), como veremos ahora mismo, Umbral deja volar su imaginación poética y escribe fragmentos tan bellos como éste:

Einstein descubrió que la luz, expandiéndose a contracorriente de la gravedad, degenera hacia el rojo. Lo rojo, pues, es una tragedi, una degeneración o una transformación. Incluso simbólicamente, en simbología ideológica, lo rojo es sinónonimo de transformación dialéctica, de lucha contra la gravedad de la Historia y del mundo. Lo rojo es dinámico. Así, según Einstein, lo blanco sería el comienzo del proceso, la luz sin esfuerzo, a favor de la corriente. ¿Significa eso mi blancura? Contra ello he luchado, quizá sin saberlo. Lo blanco como punto de partida. Pero hay que pasar por todos los colores, tránsfuga del arco iris, peatón del espectro solar.
En el sueño, en el amor, en el despertar, mi cuerpo blanco y desnudo.[9]

Umbral, que con tanta maestría maneja la música del lenguaje, consigue llevar el arte de la improvisación literaria, muy musical, a su máximo esplendor. Unos sonidos llevan a otros, unas palabras se alían con otras, unos significados se apoyan en otros, y las asociaciones surrealistas, o limítrofes al surrealismo, muchas veces están fundamentadas en el oído umbraliano para el lenguaje, sólidamente formado en la lectura y crítica de los poetas. Umbral derrocha ingenio en sus reflexiones, incluso sus improperios son originales, distintos. En Mortal y rosa hace un repaso a lo divino y a lo humano, todas las artes, la vida y la muerte, el sexo y el amor –negado por la naturaleza animal del hombre, según el autor-, citando a Einstein y apoyándose en Heidegger y su “ser de lejanías”, ese concepto que ha acom[10]pañado a nuestro autor hasta el momento presente. Se atreve también a desdoblarse en dos: un hombre racional y educado, “el escritor, el intelectual, el amigo”; y un ser primitivo, profundamente natural, instintivo y a veces violento en la satisfacción de sus impulsos, “el antropoide”. El segundo, escribe Umbral, salta sobre el primero hasta ocultarlo cuando ve una mujer, por ejemplo. Para el autor, o para ese narrador de Mortal y rosa que tan pronto se muestra como “antropoide” que como “intelectual, amigo”, etc., para la voz que habla desde el libro, “toda la cultura es un ejercicio circense en el sentido de que se obtiene domesticando a una fiera, educando a una bestia, humanizando a un mono”.[11] Umbral cree que la verdad, su verdad, está en esa fiera, esa bestia, ese mono.

"Se pasa uno la vida tratando de educar al antropoide, y cuando lo tienes casi completamente urbanizado, resulta que eres tú mismo, que es lo mejor de ti lo que empieza a fallar, a selvatizarse, a rebelarse. Hubo un tiempo en que el antropoide quiso ser poeta, pero echaba muchos borrones. No pude hacer de él un amanuense. Luego abandonó definitivamente sus actividades espirituales y se ha pasado la vida queriendo volver al bosque, olfateando la llamada de la selva."


La dimensión existencial


Nos interesa mucho, aunque se trate de un fragmento bastante extenso, dar aquí el final del libro que Javier Villán le dedicó a nuestro autor. Sobre la dimensión existencial de Mortal y rosa, la actitud del Umbral-padre ante la pérdida gratuita de su hijo.

"Ante la destrucción del hijo a Umbral le duele la pérdida de su infancia reencontrada, su profanación; y con ella, su identidad, la infancia que nunca tuvo y creyó tener en el hijo. Al quitarle este trozo de vida bullente y germinal, le quitan una parte de sí: “Él es el troz que faltaba de mi vida; yo soy el trozo que me faltaba de mi madre”. Se unen así dos amputaciones y dos carncias, la de la madre y la del hijo. No es quedarse huérfano de madre ni de hijo; es un derrumbamiento del edificio de la vida que es la “ascensión del hombre hacia sí mismo”. Si el dolor del niño no tiene algún exceso de irracionalidad es porque no sirve de nada. En el dolor del hombre puede haber un horror difuso, una flor de espanto, que puede engendrar belleza. El hombre combate su dolor aunque sea con desgana y pereza. Y entre esas flores del mal puede nacer una especial y redentora; un amor madito, una esperanza de algo, no sé... Nada dignifica el dolor de los adultos, pero una pasión puede hacerlo más atroz o más llevadero. La muerte es un cúmulo de emergencias y el hombre puede salvarse a la vez que se destruye. El niño en cambio no tiene perspectiva. No se trata de una inocencia maltratada; se trata de que el niño no tiene alternativa." [12]

Javier Villán había escrito antes, en el mismo ensayo: “Este libro poliédrico es una reflexión desde el absurdo, más que un grito existencial, aunque históricamente el existencialismo pueda nutrirse del absurdo”. Es curioso observar cómo se dan la mano en el libro, de forma mestiza y parcial, existencialismo, surrealismo y absurdo, a veces a diferentes niveles del la filosofía, el lenguaje y la poesía, produciendo juntos excelente literatura y agrios gritos de dolor y desesperación. El libro de Umbral es, por una parte, la voz que grita “¿por qué?”, y por otra el espíritu maravillado ante el mágico desarrollo de la infancia. Ambos, esa voz y ese espíritu, chocan en esta espléndida obra.
Nos recuerda en su introducción García-Posada, con bastante frecuencia, que el niño no aparece en la obra hasta la mitad de su desarrollo, aproximadamente. En la divagación lírica de Francisco Umbral en torno a su pasado, su presente, la literatura, el arte y las grandes cuestiones de la humanidad (que desembocarán en el problema de la vida y de la muerte concretado en el drama de su hijo), importa antes que nada la subjetividad umbraliana y el modo poético, asombrado y desengañado a partes iguales, con el que observa el mundo, la gente, las cosas, lo más lejano y lo más cercano de su vida. La subjetividad inunda el libro. Ya se ha insistido demasiado en este trabajo, y en cualquier escrito que se le dedique al autor, en ese yo enorme que lo domina todo en las novelas, los cuentos, los ensayos, las columnas periodísticas, y por supuesto las memorias y los diarios íntimos, de Francisco Umbral. Más que los objetos y las personas, las ideas, los libros o los cuadros que comenta el narrador de Mortal y rosa importa cómo mira esos objetos, personas, ideas, etc. Y ahí el estilo vuelve a cobrar completa relevancia. El escritor italiano, Erri De Luca, en su novela Adelfa, arco iris, da una definición muy satisfactoria y muy amplia del estilo: estilo es lo que consigue la mayor eficacia con el mínimo esfuerzo. A Francisco Umbral le cuadra bien esta definición, terminando de perfilar aquella otra, umbraliana, de estilo como una manera de ver y de decir las cosas, absolutamente personal, única. Observaciones como ésta sólo se explican en un gran observador, un intimista de la observación, que interioriza los objetos y los seres del exterior para devolvérselos a la realidad en forma de pensamientos líricos, intuiciones profundas, reflexiones maduradas al ritmo de la escritura:

"En mis ojos vive siempre una mujer. La mirada es la única forma de posesión completa, total. Ver vivir a la mujer, verla moverse, dentro de una armonía que la circunda, tenerla apresada en la retina, en la pupila, sin que ella lo sepa. Cae el cuerpo de mujer desconocida en el círculo del ojo, y vive en él, sin dolor, lo habita dulcemente. Mirar a la mujer.
El tacto es ciego, el olfato es galopante. La boca es frenética. El oído es torpe. Sólo el ojo alcanza la totalidad. Reconstruir una mujer a partir de su voz, de su contacto, de su sabor, de su olor. Eso es la imaginación. La imaginación es el vuelo de un sentido a través de todos los otros. La imaginación es la sinestesia, el olfato que quiere ser tacto, el tacto que quiere ser mirada. La imaginación nace de una limitación. La mirada, quizás, es menos imaginativa, porque posee más. Pero la mirada necesitaba imaginar lo que ve, redondear y colorear el cuerpo de la mujer, acercar lo que está lejos, alejar lo que está cerca. No basta con mirar. Hay que sobremirar, sobrever. Hay que interiorizar lo que está fuera y verlo hacia dentro." [13]

Ya hemos dicho en otro momento de nuestro trabajo que la obra de Umbral es profundamente sensual. En el capítulo “Hacia un concepto umbraliano de la novela”, analizamos algunos fragmentos de Balada de gamberros y Travesía de Madrid y observamos cómo Umbral ve, huele, toca... siente el mundo, el que le rodea directamente o aquel otro al que accede mediante un saber más libresco, y lo transforma en prosa. La prosa de Umbral puede ser por ello lírica y narrativa, porque así es su forma de ver el mundo. Incluso cuando ha hecho ensayo literario se ha plegado el autor a la narración leve y el lirismo acentuado. Sus intuiciones son, cómo él diría, intuiciones líricas, poéticas. Cuando contrasta la información que le viene del exterior con su propio bagaje cultural (Umbral se queja a mucho de que el lector de libros ya no ve el mundo como es, sino como lo vieron los poetas, los escritores a los que ha leído, y sobre todo con su propia personalidad.
En el fragmento anterior Umbral hace el elogio de la vista como sentido “total” del hombre, lo que luego proporciona a cada uno, según su carácter y experiencias, una mirada. Pero ya señalábamos en el primer capítulo cómo el sentido del olfato puede considerarse el más desarrollado en la prosa umbraliana. Esto es fundamental, porque las cualidades sensuales de la escritura de nuestro autor son en buena medida las responsables de que muchos críticos hablen de ella como “poesía en prosa”.

"Drogarse de olor. Nada me excita tanto y me predispone a escribir como un olor nuevo, profundo, grato, sugerente, punzante. El drogadicto es un incapaz. El mundo es la gran droga. Todo estimula, todo alucina. Los alucinógenos son una falta de imaginación. Los que sufrimos la alucinación constante de la realidad no necesitamos alucinógenos. Adónde puede llevarme un olor, hasta dónde. Schiller olía una manzana para ponerse a escribir, dice. El otro ojeaba el Código Civil. ¿No sería olerlo, lo que hacía? ¿No sería que se drogaba del olor de la letra impresa y apretada del Código?
La literatura y la pintura son vertiginosas porque huelen. El olor a vinagre de la tinta de la infancia. El olor acre y selvático de los libros. El perfume fresco y denso de la pintura, la fragancia de los colores, que deben mirarse con los ojos cerrados. ¿Qué es lo que le falta a la pintura de los museos? ¿Le falta intimidad, actualidad, autenticidad? Le falta el olor. La pintura muerta ya no huele, ha perdido una de sus dimensiones, porque la pintura tiene tres dimensiones, y la tercera es la olfativa. La música no huele. Por eso, quizá, no me dice nada. El olor y el sabor, tan unidos, son las claves más íntimas de la vida. Hay que gustar todo con los ojos cerrados. Mirar una cosa es exteriorizarla, pienso ahora. Hay que ver sin mirar. Hay que oler. El olfato, quizás, es la mirada del alma." [14]

Estas páginas podrían formar parte perfectamente de ese libro de estética literaria que Umbral parece que nunca escribirá, porque lo va dando en distintos libros, fragmentariamente, en párrafos como éstos[15]. Un poco más atrás leemos en el libro, conectando con el párrafo anterior:

"Antes, cuando era un escritor joven y responsable, quería describir minuciosamente las situaciones, los lugares. Luego comprende uno que basta con dar un olor o un color. Al lector le basta. Al lector le sirve esto mucho más. Dice Baroja de una calle que era larga y olía a pan. Ya está. Un largo olor a pan. Para qué más.
El arte descriptivo, minucioso, es pueril y pesado. El arte expresivo, expresionista, aisla rasgos y gana, no sólo en economía, sino en eficacia, porque arte es reducir las cosas a uno solo de sus rasgos, enriquecer el universo empobreciéndolo, quitarle precisión para otorgarle sugerencia.
El olor de mi hijo, el olor tierno y callejero de los niños. El olor de un libro, el olor de cada libro, ese enjambre de abejas tipográficas que nos marea y nos fascina cuando hundimos en él la nariz. El olor de una mujer, cada una con su olor. Los seres tienen un aura que es su olor. Por el olor somos mágicos. El olor es lo único que no puede poseerse, es la fragancia de una personalidad, y por eso desasosiega y trastorna."



El dolor sublimado en literatura


José María Martínez-Cachero realiza un juicio crítico muy elogioso a Mortal y rosa. En La novela española entre 1936 y fin de siglo. Historia de una aventura señala cómo el libro de Umbral amalgama los más diferentes géneros –quizá sólo deje fuera el teatral-, uniendo elementos narrativos, diarísticos, poéticos... “sin que ninguno de tales elementos prepondere de forma clara”. Martínez-Cachero prefiere centrarse en lo más claro que tiene el libro, lo que le da sustento. Es muy probable que en ninguna otra obra de Francisco Umbral existe un equilibrio tan armonioso entre fondo y forma, palabra y sentimiento, hasta el punto de fundirse todo ello en la expresión de un dolor terrible y sincero. El arte sublimará ese sentimiento dramático en gran literatura.

"Lo que hay, sobre todo, es un dolor muy entrañado y entrañable que conmueve a quien lee el libro, un trozo de vida inclemente y tierno, presentado sin aspavientos ni truculencias, en una excelente prosa que se pliega a los tonos y momentos diferentes que existen en sus páginas." [16]




Eduardo Martínez-Rico


[1] Es curioso que su proximidad cronológica y vital a otros “padres”, como González Ruano, Delibes y Cela, en artículos y ensayos breves este último, ha mantenido la relación filial que el tiempo da a la naturaleza. Con todos ellos y con sus obras conversa de discípulo a maestro, pero con los primeros se permite unas libertades de autocreación que con los segundos apenas asoma.
[2] José Manuel Caballero Bonald: “Prólogo” a Mortal y rosa, Barcelona, Planeta, 1998, pp.
[3] Miguel García-Posada: “Introducción” a Mortal y rosa, Madrid, Cátedra, 1995.
[4] Miguel García-Posada: op. cit., pp. 16 y 17.
[5] Miguel García-Posada: op.cit., p. 17.
[6] Sin embargo, no sabemos si la columna fue clave para la “calidad de página”, o si fue la “calidad de página” la que descubrió al gran periodista literario. La literatura debió de germinar en la mente del autor hasta que consiguió un buen campo en el que demostrar sus dotes: el artículo periodístico. Todavía hoy muchos lectores y críticos hablan de Umbral como el “columnista”, no como “el escritor”. Pero esto es muy frecuente entre todos los que escriben en los periódicos.
[7] Miguel García-Posada: Op. cit., p. 18.
[8] MGP: Op. cit., pp. 26 y 27.
[9] Francisco Umbral: Mortal y rosa, ed. de Miguel García-Posada, Madrid, Cátedra, 2001, p. 64.
[10] Op. cit., p. 65.
[11] Op.cit., p. 65.
[12] Javier Villán: Francisco Umbral, Valladolid, Diputación Provincial de Valladolid, 1999, p. 53.
[13] Op. cit., p. 94.
[14] Mortal y rosa, ed. cit., p. 98.
[15] Sus ensayos literarios, como Larra. Anatomía de un dandy o Valle-Inclán. Los botines blancos de piqué, por citar el primero y el último que ha publicado hasta la fecha, aparte originales indagaciones en las obras, presentan ideas muy personales sobre estética literaria. De todos esos ensayos un editor podría extraer sin muchos esfuerzos una poética umbraliana.
[16] José María Martínez-Cachero: La novela española entre 1936 y el final de siglo. Historia de una aventura, Madrid, Castalia, 1997, p. 632.