jueves, 5 de noviembre de 2009

"La mentira"

(Ayer publiqué esta columna en "El Norte de Castilla".)


Sé que la mentira está instalada en nuestra sociedad. La gente se ha acostumbrado a soltar mentiras, y ya las suelta por sistema, en lo más pequeño y en lo más grande. Yo miento poquísimo, y cuando lo hago siento unos remordimientos, un dolor terrible. Me creí los mandamientos de Moisés, la educación que me dieron de niño, del “no levantar falso testimonio”.
Sé que, como dice mi amigo Enrique Alcat, experto en crisis, la mentira no es rentable. Sé que tarde o temprano la mentira te pasa factura, te desacredita, crea conflictos. Procuro no mentir nunca, aunque he comprobado que funciona muy bien, y que a corto plazo te pueda sacar también de conflictos. Ante tonterías de la vida cotidiana le he mentido a mi madre y ha funcionado. Sé que muchos hombres mienten mucho a las mujeres, aunque luego se arrepienten de ello.
Oscar Wilde defendía la mentira como un arte, pero estoy seguro de que era otra de sus boutades. Oscar Wilde se ganó la vida epatando a su público, pero yo ya no lo tomo en serio. A mí, Wilde, hoy, me parece un humorista genial. Es muy fácil darle la vuelta a las frases y esperar a ver qué pasa. Lo difícil es decir cosas de forma accesible, pura y llana, y comunicarse con los demás.
En fin, no quiero ser injusto con Oscar Wilde, al que admiro mucho, pero su método no me gusta y no es el mío. Yo miento, sí, pero cuando escribo una novela, un cuento, una poesía. Imagino, invento, me voy a otros tiempos, otros mundos, utilizo la Historia, creo y recreo personajes. Ésa es la forma creativa de mentir. Lo otro no hace más que crear problemas a los demás y a uno mismo.
De mí dicen que tengo credibilidad. Una vez hice una prueba, apenas un par de días. Empecé a decir mentiras y todo el mundo las creía. ¿Por qué? Yo creo que porque nunca mentía, precisamente por eso. ¿Cómo vas a dejar de creer al que siempre dice la verdad?
Sí, hay muchos, casi todos, que mienten por sistema. Piensan que eso les protege, pero no dejan de firmar una hipoteca con el futuro. Hay periodistas y escritores que escriben libros difamatorios llenos de mentiras, quieren destruir personas, o mellarles la reputación, y lo hacen con mentiras, con un punto de vista distorsionado y terrible.
Siempre he pensado que escribir un libro para atacar a una persona era una tarea vana, indigna de un verdadero escritor. Pero lo peor es que los que lo hacen utilizan la mentira, la peor aliada que hay para el escritor y para el periodista. Cuando uno escribe, uno sabe que le van a mirar lo que escribe con lupa, mucho más si va atacando por ahí y por allá. La mentira sólo afecta a los desinformados, a los que no tienen criterio ni formación, y también por eso mismo me parece un flaco servicio: precisamente a esas personas hay que tratarlas con más respeto y cuidado; no podemos sembrar hiel y cizaña entre los que no pueden separar el trigo de la paja.
No se puede saber de todo. Yo no sé nada de Física, de Química, Matemáticas, apenas nada, lo que me enseñaron en el colegio. En esos terrenos cualquiera me puede engañar. Los que sabemos de algo, los que conocemos un oficio, no podemos intoxicar a los demás, mientras atacamos a terceros. La servidumbre de los hombres públicos, grandes o pequeños, y también de los escritores, muchas veces está en soportar estoicamente las mentiras que vierten sobre nosotros.

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