viernes, 27 de noviembre de 2009

Entrevistando

Pronto entraremos en el tema de "La entrevista" en el curso de Periodismo Cultural de IE University. Recupero una columna que publiqué sobre la entrevista en "El Norte de Castilla", hace unos meses.


ENTREVISTANDO



He hecho muchas entrevistas y me han hecho ya bastantes entrevistas, y me gusta mucho más que me las hagan a mí que hacerlas yo, aunque he llegado a la conclusión de que la entrevista, si se hace bien, es un género apasionante. Un género en el que se va al fondo, lo que permita el tiempo, el talento y algunas otras circunstancias, de un personaje, una situación, un momento histórico.
Es obvio, aunque para algunos no tanto, que para hacer una buena entrevista hay que saber escuchar. Yo no sabía escuchar hasta que me puse a hacer entrevistas, y gracias a eso aprendí. No te queda más remedio; lo que quieres es información, conocer, y si no escuchas, sencillamente no obtienes la información. Hay que tener muy claro que el protagonista es el entrevistado, y no tú, y que al lector le interesa el entrevistado, no tú. Mi regla cuando entrevistaba a personajes era hacer todo lo posible para que brillaran ellos. Consideraba que si ellos brillaban mucho yo brillaba también. Pero, insisto, estas cosas no las tiene todo el mundo claras.
Para hacer entrevistas es preferible documentarse, lo más posible, pero para hacer una buena entrevista, si hay talento y un poco de suerte, no es necesario leer un solo papel. Claro que antes hay que haber leído mucho y tener experiencia. Hay que saber improvisar, tener recursos y todo eso se suele obtener de la experiencia.
Siempre he creído que a los lectores les cuesta menos leer una entrevista a un Premio Nobel, que un artículo de ese mismo Premio Nobel, a no ser que el Nobel en cuestión sea muy buen comunicador, o un escritor muy atractivo. La entrevista está impregnada de la oralidad, y si está bien transcrita entra muy bien por los ojos.
Ése es otro punto importante. La entrevista, para mí, es un género literario como otro cualquiera, y esto supone que puede estar bien escrita o mal escrita. La entrevista tiene que encontrar un punto medio entre la oralidad y la lengua escrita. El lector, aunque sea inconscientemente, debe comprender que está ante algo que se ha hablado, y si reproduce la misma conversación mucho mejor, pero al mismo tiempo debe tener la elegancia de la buena literatura. Hay que cortar mucho cuando se transcribe una entrevista, y corregir mucho, siempre a favor del entrevistado y de nuestras propias preguntas. Debe ser una lengua impecable, transparente, pero sugerente, con profundidad y mucho contenido. En el periodismo el contenido es fundamental: hay que decir mucho en poco espacio. Si el periodista empieza a divagar y a no decir nada, mal asunto.
Tener don de gentes ayuda mucho. Si el entrevistador es tímido será mejor que lo supere, o lo oculte. La entrevista es un cuerpo a cuerpo que no empieza y termina con la entrevista, sino que comienza en el momento en que nos encontramos con el entrevistado y acaba cuando nos despedimos de él. En realidad acaba cuando la escribimos, la mandamos, o cuando se publica.
Yo no sé si esta columna es muy teórica, pero me acaban de hacer una entrevista unos franceses de Le Point sobre Pedro J. Ramírez, y he recordado mi época de entrevistador. Ya escribí una columna sobre el columnismo, porque me hacía gracia la vuelta de tuerca.
Sólo me gustaría decir que la entrevista supone un viaje al centro de la tierra con dos personajes, aunque pueden ser más. Un descubrimiento continuo en el que se va avanzando a favor del lector, porque los temas que se tratan siempre son interesantes, para muchos. Es otra ley del periodismo.


Eduardo Martínez-Rico

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