martes, 3 de noviembre de 2009

Entrevista con Antonio Prieto

Antonio Prieto fue profesor mío en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid. Lo admiraba mucho y pronto le tuve un gran cariño. Es uno de esos maestros que van apareciendo en la vida, y luego, gracias a Dios, tuve otros. Era un profesor clásico y un gran novelista, en mi opinión, aunque nada sencillo ni accesible. Esta entrevista se la hice para un medio de comunicación y por esas cosas que pasan en el periodismo -me gusta mucho decir esto-, no fue publicada. Aprovecho ahora que tengo un blog para publicarla.
Fue un placer hablar con mi viejo maestro, con calma, en su despacho de la editorial Planeta, y ha sido un placer releerla ahora para darla aquí.
En la vida no podemos conectar con todos. No todos nos entienden ni disfrutan de nosotros; también a nosotros nos pasa lo mismo. Yo sé que mucha gente pasó al lado de Antonio Prieto, pese a su temprano éxito y su gran carrera académica, sin captar quién era, su esencia, y todo lo que tenía que darles. Sin embargo ha tenido muchísimos alumnos, y algunos de ellos, también muchos, grandes escritores y profesores. No es raro oír decir: "Yo fui alumno de Antonio Prieto." Él no deseaba enseñar a escribir, porque tenía otras especialidades, pero con sus libros también enseñaba a escribir. Con sus clases sobre poesía renacentista, por ejemplo, enseñaba sensibilidad.


ANTONIO PRIETO: "LA HUMANIDAD SE REPITE EN COSAS NEFASTAS"


Escritor, profesor y editor ganó el Premio Planeta a los 24 años, con su novela "Tres pisadas de hombre" (1955). De su extensa obra novelesca destacan "El ciego de Quíos", sobre Homero y Ulises, y "Una y todas las guerras", un recorrido por el imaginario de Occidente a través de la guerra.
Antonio Prieto es sabio, discreto y resbaladizo en sus opiniones, pero si se le sabe preguntar acaba concretando las conclusiones de toda una vida.



-¿Cree que ser profesor puede perjudicar a un escritor?
-No, en España puede que sí, pero en Italia un Carducci o un Umberto Eco son profesores. Aquí te admiten que un novelista sea fogonero, funcionario del Ayuntamiento de Madrid… pero no profesor.
-¿Por qué empezó a escribir?
-Me gustaba escribir desde pequeño. Cogía papeles y los hacía pequeñitos, y entonces dibujaba cuentos. Con siete años escribí un artículo en el colegio, mi primer artículo, que se llamaba “El Quijote es necesario”, y les gustó mucho a los frailes.
-Usted empezó Medicina.
-Sí, porque mi padre era médico, yo era hijo único y era la ilusión de mi madre y de mi abuela que estudiara Medicina, pero realmente no me gustaba. Lo único que sé es que para el estómago va bien bicarbonato y para la cabeza aspirina.
-Cuando usted ganó el Planeta, Lara, que no lo votó, dijo que no tenía problemas en publicar a los jóvenes, “pero cuando fueran clásicos”.
-Sí, pero ahora que soy clásico, por viejo, es cuando me es más difícil publicar. La juventud, afortunadamente, es una cosa que se pasa. Siempre hay en las personas mayores una tendencia a elogiar a la juventud para ganársela, y eso sigue así. Ahora el ser joven es una ventaja para todo.
-Pero la literatura está muy difícil para los jóvenes.
-Es que ahora hay que ser un contador de cosas, explosivo, atrayente; no importa que sepas escribir. Y escribir es difícil; por eso nos encontramos con el caso de Ana Rosa Quintana, que tiene más éxito y resonancia que un Sánchez Ferlosio, un escritor auténtico.
-¿Qué le pide usted a un escritor?
-Que sepa escribir, igual que a un abogado se le pide que sepa de leyes, o a un médico medicina. Y nos encontramos escritores, periodistas, con faltas de ortografía, orales… que ya es difícil.
-¿Usted ha examinado a políticos?
-Que yo sepa no. Pero me refería a los locutores de televisión. Te encuentras disparates. Me acuerdo cuando se iba a casar el Príncipe Felipe, y le regaló Leticia una novela de Larra. En un programa de Tele 5 dijeron que era muy bueno el regalo, “un incunable de un poema épico”.
-Usted siempre echa pestes de “la actualidad”.
-Tiene cosas muy buenas. Lo que reniego de la actualidad, es el abandono tremendo del humanismo. Estamos agobiados por intereses económicos. Un padre de un alumno te dice: “A mi hijo no le enseñe Literatura: enséñele a ganar dinero.” Reniego de la actualidad el mercantilismo.
-¿Usted es muy distinto?
-Ahora que estoy liberado y tengo más tiempo, me meto en la biblioteca y me doy cuenta de lo ignorante que soy, y que no tengo tiempo. Pero si yo estuviera en esa actualidad, me alegraría…
-¿Por qué se alegraría?
-Porque la ignorancia te produce una audacia y una valentía que cuando tienes un poco de cultura te cuesta trabajo tener.
-Fue jurado del Premio Planeta durante cuarenta años…
-A veces había novelas muy buenas, y otras veces novelas medias deplorables. Una empezaba así: “Me hice mujer cuando mi padre se bajó los pantalones y persiguió a la criada.” Dejé de leer. Creo que ha bajado el nivel de escritura de los premios literarios.
-Pero sin embargo venden más.
-Sí, porque esto conecta con una sociedad que disfruta con las bazofias que entrega la televisión, y una escritura con metáforas e imágenes no lo entienden.
-¿Cuál es la diferencia entre un político y un intelectual?
-El político debe buscar siempre lo más conveniente, mientras que un intelectual debe perseguir siempre la verdad.
-¿Qué es lo más conveniente?
-En estos momentos lo que produce económicamente más.
-Su reciente "Una y todas las guerras" es la Historia de la guerra.
-Sí, y me manifiesto en contra de todas las guerras. Yo encontré que la Humanidad se repetía en cosas nefastas, y he buscado unas constantes en todas las guerras. La guerra de Troya se desencadenó por la situación de Troya, por cobrar el dinero para que pasaran los barcos, un chollo.


Eduardo Martínez Rico

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