miércoles, 25 de noviembre de 2009

Vázquez-Figueroa y su sueño




Ayer publiqué esta columna en "El Norte de Castilla":




Ya aviso que esta columna va a tener poca objetividad, porque quiero mucho a Vázquez-Figueroa, pero doy algo a cambio: lo conozco también mucho.
Alberto tiene una profunda y sencilla sabiduría que se debe a sus muchos viajes por el mundo, a sus experiencias y libros. Aunque él dice a menudo que sólo ha escrito un libro bueno, Tuareg, a mí me gustan mucho Cienfuegos, Ícaro, Piratas o el reciente Coltán.
Ve las cosas con claridad, y tiene ideas para todos los campos de la actividad humana; ejemplo de esto es su sistema de desalación. Yo creo que esta habilidad la tiene gracias a su imaginación; está muy acostumbrado a pensar, a buscar posibilidades nuevas.
Cuando tenía 24 años, leí Los ojos del tuareg, la segunda parte de su magnífica Tuareg. Algo encontré en ese libro porque le escribí una carta mental desde mi cama, a punto de dormir; luego me dije “¿Por qué no la escribes?”, y al día siguiente “¿Por qué no se la mandas?” Puse sólo en el sobre: “Alberto Vázquez-Figueroa. Lanzarote”. Le llegó y quedamos en su casa de Madrid, un piso de luz velada, muy moderno, digno de un escritor aventurero.
Mantenemos una relación entre el cariño, la literatura y el mundo en general, aunque nos vemos menos de lo que me gustaría. Nos hemos acostumbrado al teléfono y al e-mail. Yo le pido consejo para muchas cosas y sé que él escucha mis opiniones.
Alberto está enamorado de Iche, su esposa, su mejor compañera, gran lectora, como les pasa a todas las mujeres de escritores. Sigue viajando por todo el mundo, vendiendo sus novelas al cine, sus guiones y proyectos. Es un hombre que siempre, o eso parece, ha elegido lo que quiere hacer, y casi siempre lo más arriesgado, y se entrega a ello con todas sus fuerzas.
Tiene muchos hijos, como un patriarca bíblico. Es un escritor al que le gusta mucho escribir, y esto no se puede decir de todos nosotros. También es un gran trabajador, y pone toda la ilusión en cada libro. Luego es exigente con sus obras, y casi nunca piensa que son todo lo buenas que podrían ser. Sus ojos han visto mucho, más visto que leído, porque es un escritor más de vida, lo que la gente común entiende por vida, que de lecturas. Cuando era más joven asistió a muchas guerras en África y en América, y eso le ha dejado un poso distante, él que es tan abierto. Como novelista, sabe muy bien lo que le gusta al público, porque ha ido destilando ese gusto de los lectores escribiendo sus más de setenta novelas.
A Vázquez-Figueroa le gustaría poner en práctica las mejores ideas de sus libros, y lucha por ello. Siempre está dispuesto a ayudar a los demás, pienso yo, cuando se lo merecen. Pero en esto Alberto tiene el espíritu muy amplio. Una vez me dijo una hija suya que su padre creía que todo el mundo era bueno, y ella pensaba que eso no era así. ¿Quién puede creer que todo el mundo es bueno? Alberto tampoco lo cree, pero a veces parece que se le olvida. Es un hombre entregado a sus sueños, un visionario, que ve lo posible en lo “imposible”, y que se lamenta todos los días por la pasividad de los hombres, por su poca o mala voluntad.
A la gente no se le puede cambiar tan fácilmente, y Vázquez-Figueroa es como es, una buena persona y un gran fabulador. El primer día que nos vimos me dijo: “Si el éxito me hubiera cambiado sería un estúpido.”

4 comentarios:

  1. Aunque aún me estoy terminando TUAREG, sin duda este hombre tiene algo especial, cualquier, ya se sabe, no es capaz de contar historias y menos tan claras pero emotivas a l vez; no te dejan indiferente.

    También me encanta semi-comprobar cómo gente éxito sigue siendo igual de humilde y cercana, es una cosa maravillosa.

    Un saludo Eduardo

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  2. Buenos días, Beatriz. Por supuesto que AVF tiene algo especial, un hombre auténtico con muchas virtudes, uno de mis maestros. Pero uno también se ejercita en contar historias, como con todo en la vida. Vázquez-Figueroa emepezó oyendo historias alrededor del fuego, en el Sáhara, luego las leyó él mismo, novelas de aventuras, y finalmente viajó por todo el mundo para contarlo. Como él dice en "Anaconda": "El mundo estaba allí para verlo, y yo lo he visto."

    Pero no creas, Beatriz, el éxito, grande o pequeño, nos cambia a todos. Hay que procurar que nos cambie para bien. A algunas personas les afecta mucho al principio, pero luego lo digieren y les enriquece. Es mucho más difícil asimilar un éxito que un fracaso. Muchísimo más.

    Vázquez-Figueroa enseña imaginación, contar por contar, explota la imaginación. A mí también me enseñó lógica, mucha lógica. El sentido común, el que voy teniendo, me lo está regalando los años, la vida y la experiencia.
    Es curioso cómo el sentido común, al menos en mi caso, haya que conquistarlo.
    AVF es una persona con un sentido común descomunal. Lo que llamamos sabiduría en gran parte es sentido común, quizá en toda la parte.

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  3. Siento mis comeduras de letras en el comentario anterior, es que el ordenador va como quiere.
    "El mundo estaba allí para verlo, y yo lo he visto."
    Esa sería seguramente una de esas frases que apuntaría en algún lugar como recuerdo. Siempre lo hago.

    Tuareg me ha gustado mucho. Es un libro que por temática se diferencia de lo que suelo leer, pero me he enamorado de Gacel (de una manera platónica, claro, jeje) y de su aventura, tengo señaladas muchas frases. (Al final me decidí a subrayar, aunque no me gusta mucho mancillar los libros es útil para analizarlos mejor después y localizar fragmentos)

    Bueno si el éxito cambia para bien, bienvenido sea claro.
    Aunque también me he dado cuenta de que ser humilde a veces te hace más exitoso y otras menos. Es un camino cargado de incertidumbre...


    Un saludo Eduardo

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  4. Hay que ser conscientes de lo que uno vale, para poder explotar lo que llevamos dentro de nosotros, pero hay que procurar no ser un soberbio tremendo. Vargas Llosa dijo una vez que el novelista era Dios, pero yo creo que es el escritor, en general, el que es Dios. Un Dios entre otros Dioses, un poco un Olimpo de la literatura, una Tabla Redonda, algo complejo donde cada uno puede elegir los que más le gustan. Los dioses son soberbios, desde Yahveh hasta Jesús -a veces lo es en los "Evangelios"- a Zeus y otros. La soberbia es la pérdida de control de la propia valía, y de la desconfianza que ésta genera en los demás. Hay que ser muy templado para, en estos casos, no ser soberbio. Un escritor tiene un mundo demasiado potente para que no estalle de vez en cuando al exterior.
    El éxito debe enseñar humildad; si no lo hace no somos dignos de ese éxito. Pero somos humanos, también grandiosos, y estamos llenos de miserias.

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