miércoles, 20 de enero de 2010

El triunfo

Oigo con mucha frecuencia hablar del triunfo a la gente, y he llegado a la conclusión de que para mí el triunfo es algo muy distinto a la idea que tiene la mayoría. Oigo decir que “Fulanito ha triunfado”, o que es “un triunfador”, incluso hay algunos que me desean “que triunfe”, y cosas parecidas.
Pero ¿qué es el triunfo? Yo no entiendo ningún triunfo que no incluya la felicidad, porque para mí la felicidad es nuestro objetivo en este mundo, lo más que se puede lograr. Y dentro de ese triunfo, entiendo que se pueda hablar del triunfo profesional, porque normalmente significa una realización personal grande. Además, en la vida todo está relacionado.
Pero para el común de los mortales el triunfo está asociado al dinero y a la fama, y, de una forma más concreta y cotidiana, al éxito sexual, más que al amoroso o sentimental. Me acuerdo que una vez viajé a Egipto, tuve un pequeño idilio con una extranjera, y uno de mis compañeros de viaje, cuando pisamos Barajas, le dijo a mi padre: “¡Eduardo ha triunfado!”, con unas palmaditas a mi espalda.
Ahora hablo como hombre: ¿a quién no le gusta tener éxito con las mujeres? ¿Y a quién no le gusta ganar dinero? A pocos. Recientemente leí un artículo muy interesante en El País, sobre la felicidad, en el que decía que estaba demostrado que el dinero, a partir de una cantidad, no muy elevada, no añadía nada a la felicidad.
Yo voy diciendo a todos mis amigos que soy feliz, porque me encuentro realizado, porque soy lo que siempre quise ser, con trabajo y esfuerzo, pero gozosamente, porque el camino también fue placentero, enriquecedor. El triunfo, para mí, está en conseguir la felicidad, y eso no significa que uno no tenga problemas, y que no siga teniendo defectos, porque los defectos son como los malos de los videojuegos: cuando eliminas uno, aparecen tres.
Hay un camino de la felicidad, y hay otros caminos. Me da la sensación de que el común de los mortales no elige el camino de la felicidad, sino el que otros le marcan, o el que, simplemente, le va a producir mayor beneficio económico o relumbrón social. Los hombres siempre somos muy dados a dejarnos guiar por espejismos.
Creo que la vocación y su desarrollo están muy relacionados con la felicidad, aunque sea una ruta plagada de sacrificio, una especie de esclavitud que si no se realiza, paradójicamente, puede llevar a la infelicidad, a la frustración. Pero pocos tienen vocación, y por supuesto la felicidad está abierta a todo el mundo.
Quizá la felicidad esté muy relacionada con hacer lo que uno desea, o lo que uno tiene que hacer en cada momento, y hacerlo lo mejor posible. Y vivir lo mejor que uno pueda con lo que tiene. En todo esto el espíritu es muy importante, y aunque hay gente más vitalista que otra, yo estoy convencido de que esto se puede cultivar.
No me gusta escribir sobre temas tan amplios e importantes, porque poco será lo que yo pueda añadir a lo que han escrito tantos expertos. Pero me gusta hacerlo para ponerme en claro, y para saber lo que pienso sobre estos temas.
Y volviendo al tema del triunfo, me parece que es muy revelador que nuestra sociedad identifique el triunfo con el dinero y con el éxito, cuando hay triunfos mucho más grandes y discretos. Los ricos, los grandes exitosos, los famosos, saben que todo eso es una meta que no lleva a ninguna parte, excepto si uno no lleva algo que merezca la pena a esa meta.


Artículo publicado hace algún tiempo en "El Norte de Castilla".

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