domingo, 10 de enero de 2010

Vestido de novia

Montepríncipe se despide de vosotros. Todo él está cubierto por una nieve blanca, pura, fuerte y deliciosa. Da gusto cogerla con tus guantes de cuero y tirarla al aire, como cuando eras niño, y siempre estabas esperando, con tus hermanos, por la noche, que cuajara, que se incomunicara todo y no fuérais el colegio. Algunos años algunos esquiaron, y siempre salíamos a jugar con la nieve. Era tan raro ese paisaje, esa forma de ver la vida, de ver Montepríncipe.
Se despide de ti Montepríncipe con este paisaje que ves desde tu ventana. El tejado nevado, la nieve suspendida de los árboles, el cielo cárdeno. Qué hermosura pasear por las calles, mirando al suelo y pensando en el cielo y en la tierra, en lo que estás leyendo, en las clases del martes, en lo que quieres escribir, en el futuro que siempre tira de ti y que tú, más o menos, sabes ver.
Montepríncipe se despide de vosotros, familia Martínez-Rico, después de 27 años en él. Una vez le dijiste a un escritor, José Luis Olaizola, hombre bueno y buen amigo, que todo lo que habías aprendido lo habías aprendido aquí. No es muy justo decir eso, pero como metáfora no está mal.
El arroyuelo que navega por delante de tu parcela, y que se lleva vuestros excrementos, está precioso. Dibuja un pequeño valle, como siempre, pero esta vez todo cubierto de nieve, y sólo se ve un pequeño sendero de agua, un surco, un fino hilo, como el sexo de la tierra, rodeado de nieve. Qué hermoso.
Se despide Montepríncipe vestido de novia. Tu corazón está aquí.

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