domingo, 17 de enero de 2010

Dentro de la pirámide II

La lucha de una ambición


Hay teorías modernas que apuntan a que estas pirámides no eran simples tumbas, que nadie se toma la molestia de construir semejantes colosos sólo para enterrarse a sí mismo. Hay explicaciones para todos los gustos: astrológicas, esotéricas, unión de fuerzas magnéticas… Pero nosotros nos hemos encontrado unas construcciones que desafían lo humano –pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos, y casi doscientas en el país-, que tienen más de tres mil años y que irán mucho más allá de nuestras vidas. Y dentro de esas construcciones unos sarcófagos de piedra. No hay momias porque muchas tumbas fueron saqueadas hace cientos de años, y los faraones están en museos británicos o egipcios. Sólo en el caso de Tutankamon, el joven faraón, el hijo de Akenaton, fundador del monoteísmo, los arqueólogos hallaron la tumba intacta. El viajero tiene que recordar cómo Carter, su descubridor, entraba emocionado en un espacio preservado durante siglos.
La Historia de Egipto es la lucha de una ambición, de la mayor ambición, y de esto dan fe las guerras con los nubios, con los israelitas, griegos, sirios, asirios… Cuando Egipto caminaba hacia la decadencia, Alejando Magno se cruza con él, y el país lo recibe con los brazos abiertos. Apenas le da tiempo a fundar Alejandría, realizar los ritos que le emparentaban con Ra, ser tratado como faraón y seguir su peripecia a Oriente, hacia la India. El cuerpo de Alejandro volvió a Egipto muerto, pero su general Ptolomeo fundó una dinastía que dio nuevos bríos a Egipto. Ptolomeo actuó como gobernante, sin ser llamado faraón, y su pericia al frente del Estado hizo que sus descendientes sí fueran faraones, los “Ptolomeos”. Es el último suspiro de esplendor de Egipto.
Todos los grandes se han sentido fascinados por esta tierra: Julio César y Marco Antonio, Napoleón Bonaparte…. Como dice Abdel Fattah, director del Instituto Cultural Egipcio de Madrid, que financió mi viaje, Egipto tiene magia, hechizo, y probablemente lo sentimos más fuerte cuando nos hemos alejado de él, a la vuelta. Es una fascinación que confirma lo que nos han contado desde que éramos niños, lo que vemos y sentimos mientras navegamos el Nilo y contemplamos sus maravillas, y cuando regresamos a nuestros países, esa fascinación despierta vigorosa.

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