sábado, 16 de enero de 2010

Dentro de la pirámide

He estado en Egipto dos veces y las dos veces fueron experiencias maravillosas. Fui al Festival Internacional de Cine de El Cairo, y aprovechaba con mis compañeros de viaje para ver la ciudad y las pirámides. Publiqué varios artículos y éste no me lo publicaron. Creo. Quizá sea el que más me gusta. Lo que no digo en este artículo y lo voy a decir ahora, en privado, es lo impresionado que quedé cuando, en la cámara principal de la Gran Pirámide, al poco de entrar, sentí algo muy físico, una simple erección, cuando allí no había nada que lo provocara. Quizá es verdad que algunos lugares de la Tierra, escogidos, según algunos, muy cuidadosamente, tienen una concentración o reserva de energía especial. Puntos neurálgicos de la tierra. No lo sé, yo cuento esto porque tampoco me parece nada malo contarlo. Otros habrán sentido lo mismo en situaciones tan extrañas o más que éstas. Como viajero mi obligación es contar lo que veo, lo que siento y cómo lo veo y cómo lo siento. Y lo que todo lo que tengo alrededor me provoca.

Aquí ofrezco la primera parte de aquel artículo:


Hacia el corazón


Avanzar hacia el corazón de la pirámide, cuando el aire empieza a escasear, cada vez más. Tan pronto hay que pasar por zonas completamente agachado, como atravesar un desfiladero muy especial, como caminando por el interior de un barco, con la quilla arriba. La imaginación tiene entonces plena libertad: los egipcios llevando el cuerpo del faraón, y todos los objetos que le acompañarán en la otra vida.
Según algunos guías dentro no hay nada que ver, no merece la pena. “Bajar a la pequeña pirámide de la Reina, la mujer de Keops –dice un guía egipcio con gorra y gafas de sol-, tiene el mismo interés que entrar en la Gran Pirámide.” Pero no es verdad: hay que ascender por el interior de la pirámide.
Bajar la cabeza, doblar la espalda, subir pasos y pasos eternos hacia una cima que parece que no existe, un fin que parece que no llega. Aunque no lo notemos, aunque uno no sepa por qué, es un viaje hacia una cultura, una religión, una forma de entender la vida. Y sobre todo la muerte.
Y llegamos a la cámara funeraria del Faraón, ¿una falsa sala? No es muy grande, un espacio vacío forrado de piedra lisa y dura, bien pulida, donde no se notan las junturas. Por una abertura llega el aire, escaso, del exterior. Estamos a 75 metros de la base, y hay un tubo fluorescente que ilumina, lo justo, la escena. ¿Quiénes estuvieron aquí antes de nosotros?, ¿qué hicieron?
En esta cámara el viajero nota todo el peso de la piedra, de las miles de toneladas que tiene encima y alrededor, y esto se percibe, sobre todo, en la falta de aire. Pero también nota una extraña potencia, una energía que se concentra dentro del cuerpo.

3 comentarios:

  1. Claro que para nada es malo, en todo caso es bueno. Sentir energías así, de ese modo un tanto místico es algo inquietante, sí, pero maravillo, creo yo.
    Además en Egipto, no sé muchísimo sobre el país, pero desde pequeña es como decirlo... "mi país", el lugar al que iría que si pudiera elegir un destino gratis. Lo tengo en mi punto de mira, siempre me ha atraído. Espero poder ir alguna vez, más pronto que tarde.

    Un beso Eduardo.

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  2. Gracias, Beatriz. Yo tuve la suerte de ir dos veces y las dos gratis, pero para trabajar, como periodista y como escritor. Otro día publico otro artículo que salió en "Intramuros", y que es precisamente una invitación a viajar a Egipto. Pero no hay que olvidar que somos nosotros los que damos sentido a los lugares. Hay gente que en los lugares más maravillosos o significativos no siente nada, les resbala. La vida tiene sentido si nosotros le damos sentido a la vida.

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  3. Gracias por esta respuesta, de verdad :)

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