sábado, 9 de enero de 2010

Contra los defectos

El lunes pasado publiqué esta columna en "El Norte de Castilla":



CONTRA LOS DEFECTOS






Los defectos nos hacen sufrir mucho. Podemos corregirlos, o pulirlos, minimizarlos, pero siempre están ahí. Mejor dicho, aparecen unos nuevos. Yo he convertido antiguos defectos en verdaderas virtudes, por el milagro de darles la vuelta: mucho trabajo y un toque de suerte, natural, casi divino. Pero nuestros defectos nos persiguen, nos ponen a mal con los demás, que los zahieren con fuerza, que no paran de recordárnoslos. Esto viene bien porque así no los olvidamos y podemos pulirlos.
Pero siempre hay defectos. Esto es desolador: por mucho que los corrijamos siempre aparecen otros nuevos. Mi vida es una continua lucha por el equilibrio, y ésa es una de las razones por las que escribo. Escribir me llena, me aclara y me equilibra, pero el equilibrio me dura muy poco, unas horas o, a como mucho unos días.
Cuando me ocurre una desgracia me siento a escribir y la supero. Siempre me ha ocurrido así. Hay una corriente literaria, encabezada tal vez por Oscar Wilde, que dice que la literatura, todo el arte, no tiene que servir para nada, y mucho menos ser como una especie de medicina. Para mí lo es. Leer y escribir me ayuda mucho, me divierte, me enseña, me serena. Hay algunos autores que los tengo como fármacos, y en mi opinión deberían venderse en farmacias. Mi querido Vázquez-Figueroa es uno de ellos. No es que nos evadan, es que nos curan, nos hacen felices, y estoy seguro de que no soy el único que piensa así.
La soberbia me persigue desde hace años, desde niño, pero sólo cuando me atacan. En casa me pasa mucho, me ha pasado desde siempre. Pero supongo que esto es normal. No me gusta atacar, pero cuando me atacan, no sólo me defiendo sino que ataco yo también. No sé si eso de que la mejor defensa es un buen ataque es cierto, pero yo lo hago, sin querer.
Creo demasiado en mí mismo como para dejar que otros me destruyan. Me ha atacado gente muy importante y encumbrada y no ha conseguido nada, porque mi vocación es del mejor metal y mi mente está en continua expansión. Soy el primer admirador de los mejores, y aprendo de todo el mundo, pero me mantengo como una roca inamovible ante los que me quieren hacer daño.
Creo que si la gente creyera más en sí misma no envidiaría tanto a los demás. Creo que si los demás lucharan por realizarse y ser felices, mirarían con más respeto y alegría a los que lo han logrado.
Este mundo gira mucho más rápido de lo que parece. Marco Aurelio decía que lo que quisiéramos hacer en este mundo que lo hiciéramos ya, que no esperáramos a la otra vida. ¿Quién sabe si habrá otra vida? ¿Quién sabe si entonces lo de ahora nos importará algo? Me temo que esto poca gente lo hace.




Eduardo Martínez Rico

No hay comentarios:

Publicar un comentario