lunes, 29 de junio de 2009

No te quejes, Ícaro

No te quejes, Ícaro. La queja deja resaca y siempre nos arrepentimos de ella. Desahoga momentáneamente, pero es estéril. Mejor comunica, sencillamente, diles a los demás lo que te pasa, con la mayor objetividad posible. Destierra el tono de queja y todo lo que creas que en tus palabras puede sonar a eso. Cuenta a los demás lo que te preocupa, lo que te ocurre, pero como le sucediera a otro. Informa. Te sentirás mejor no ahora, también mañana, y te comprenderás mucho mejor.
No te centres en lo malo, y sobre todo no conviertas lo bueno en malo. Que cuando consigas un éxito no te empieces a preguntar cómo vas a sobrellevar sus consecuencias. Eso es masoquismo y autodestrucción. Lo malo sólo hay que sufrirlo si nos lleva a lo bueno.
Eres una persona alegre, con entusiasmo, con energía. Cuando quieres hacer algo en lo que crees lo haces. Que no cambies nunca, que no te cambien nunca, Ícaro.
No desprecies el dinero, y mucho menos el que te has ganado con tu trabajo. El dinero es el rastro que deja tu esfuerzo, te permite seguir viviendo, y tu vida es necesaria porque haces muchas cosas buenas.
Pero no creas, y ya sé que no lo crees, que el dinero señala la calidad de las cosas, su trascendencia. Por un camino va el dinero; por otro lado va lo que te mueve.
Sonríe, tienes que sonreír más. Es bueno para ti y bueno para los demás.
Cree en ti, sin soberbias, en realidad cree en ti tanto como ya lo haces, porque eso lo haces bien. Creer en uno mismo es una apuesta para el futuro, para ese segundo que ya está asomando en el reloj. El futuro está muy cerca para los que creen en sí mismos y procuran tener una mirada benévola hacia los demás.
Pero cree en ti mismo sin soberbias, esto es importante y difícil. A veces estás muy orgulloso de ti mismo, de lo que has hecho o de lo que vas consiguiendo. Puedes caer en la soberbia, en el “yo, yo, yo…” Sé que caes. La humildad falsa es muy desagradable, pero recuerda en tus momentos de soberbia aquellos otros en los que has tenido miedo, en los que has creído que te faltaba capacidad, aquellos momentos ante el abismo de lo desconocido. Si consigues recordar esto conseguirás tu humildad auténtica. Y ante el miedo, ante el desafío, ante ese abismo, recuerda todo lo que has logrado, y cómo, en momentos parecidos, has salido triunfante.
Tú ya tienes un huerto, cada vez más florido y variado. Trabaja tu huerto cada día y te dará sorprendentes frutos. Esos frutos darán vida a otros.

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