miércoles, 24 de junio de 2009

Historia

Pienso hacia dentro. Pienso por mí mismo, algo difícil que me ha costado mucho, porque no lo fomentamos, ni en el colegio ni en el trabajo. Vamos acumulando conocimientos y experiencias, como inercias, y nos dedicamos más a hacer lo que se espera de nosotros, o lo que hacen otros, imitación estéril, que lo que queremos hacer, estamos seguros de hacer.
Digo lo que pienso, actúo como creo; puedo equivocarme pero estoy orgulloso. Aprendo de mis errores, larga carrera hacia la muerte, porque la vida, incluso la más fecunda, lleva a ella; pero llena de hallazgos del aprendizaje, el perfeccionamiento.
Hago gimnasia interior, humana, moral. A veces se me desboca el caballo y digo o hago lo que no debo, pero son pocas veces. Además, eso entra dentro del carácter, y el carácter es una larga conquista. Tengo una gran paciencia; sé que todo me llegará, y trabajo para ello.
El campo siempre funciona igual. Terreno fértil, hábil y lenta siembra, empezar preparando el día después, y recoger la cosecha, un esfuerzo y placer. Vender el fruto del trabajo y tener varios campos esperando, creciendo, descansando. Uno se convierte en el agricultor, el gran empresario, de uno mismo. Hay que confiar; para poder venderse hay que creer en uno mismo, y esto no lo comprende casi nadie.
Estamos continuamente haciendo todos estos procesos en una cadena cíclica e infinita, que es nuestra vida, ya sea en el trabajo, el amor, la amistad, el ocio. No podemos aspirar a que todo el mundo nos comprenda. Nos ningunearán, nos ignorarán, nos odiarán. Pero eso es inevitable; por eso es mejor decir y hacer lo que uno piensa, con coherencia, aunque luego caigamos en contradicciones. Yo el primero, Mr. Contradicción, pero también coherente como un espejo enfrentado a otro, armonioso y misterioso. Cada vez que digo “Eso no lo haré”, ya sé que algún día podré hacerlo, porque lo he dicho y hecho ya tantas veces que ya no me asusto. Hay que aprender del pasado, pero saber ver en él el futuro.
Llevo ya media vida escribiendo y publicando, al principio en el anuario del colegio, luego en una revista de Puentedeume, el pueblo de mi padre, después en la Universidad, luego en periódicos, revistas y editoriales. Mis palabras son bombas pacíficas, muy bienintencionadas, con una onda de expansión mayor o menor, pero duradera y, como mi campo, fértil. Ya no aspiro a gustar a todo el mundo, sino a escribir y hablar fiel a mí mismo y a lo que pienso, a mis ideas y a lo que la gente que respeto y admiro, vivos y muertos, me han enseñado, también sembrado. Discrimino, no repito nada que haya dicho otro –si no es un reportaje o entrevista-, por el mero hecho de que sea una autoridad. He creado un filtro en mi mente y espíritu, que ya sólo permite que hable Eduardo Martínez-Rico.
Esto no significa que no sepa trabajar para otros, hacer trabajos, como cualquier persona, conocer bien para quién se hace algo, cómo se hace y para qué se hace. Eso es ser un buen profesional. Pero cuando escribo aquí escribo como yo mismo, con mi personalidad y mis ideas inalienables, aunque sé que en lo que yo soy entran muchas cosas, más grandes y más pequeñas.
Creo que todos somos peones de una gran obra, la vida, el universo, como queramos llamarlo, pero al mismo tiempo somos, si queremos, peones-reyes, o mejor, peones-reinas, más versátiles, lo más bajo y lo más alto, al servicio de los demás y de nosotros mismos. Amo al ser humano cuando es digno de sí mismo.


Eduardo Martínez-Rico


(Columna publicada en "El Norte de Castilla", 22-IV-2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario