martes, 30 de junio de 2009

Robots

Ya lo había notado hace tiempo, pero es en estos días cuando lo veo con más claridad, hasta sentir molestia y un poco de vergüenza. Me he dado cuenta de que hay una serie de acciones que las repito todos los días prácticamente iguales, y algunos iguales del todo.
Lo noto sobre todo cuando me levanto. Salgo de la cama, y lo hago con el pie derecho. Siempre he pensado que no soy supersticioso, pero va a resultar que sí que lo soy, y creo que desde que poso en el suelo en primer lugar el pie derecho me va mejor. Luego bajo a la cocina a desayunar, pero antes he cogido de mi mesa un libro, mi libreta y un bolígrafo, cuidadosamente preparado todo el día anterior. Antes me levantaba y me paraba a escoger un libro para el desayuno; ahora estoy seguro de que es mucho mejor escogerlo el día antes. Elegir un libro recién levantado es una tortura.
Me cuesta mucho ponerme en marcha por las mañanas. Tengo un despertar lento. Esto se compensa con una actividad nocturna bastante intensa. Pero por las mañanas me tengo que tomar dos cafés para abrir los ojos. Ahí sigue la rutina, la mecanización. Lleno mi taza de café con leche, y casi siempre la lleno de más. Debería haber aprendido, pero cuesta más de lo que parece aprender estas cosas. Me tomo las dos tazas y mientras leo el periódico, procurando mirarlo entero, pasando todas las páginas bastante rápido. Después leo algo de mi libro. Escribo algo en mi libreta: una nota, un poema, algo. Eso me servirá para echar a andar el día literario. También escribo en la libreta lo que debo hacer en el día.
Cuando he acabado con el café me pongo a hacer zumo. Antes lo hacía con tres naranjas, ahora lo hago con dos, y es suficiente. Estoy totalmente persuadido de que el zumo es vital para tener un día de calidad. Cosas que uno va descubriendo poco a poco en la vida.
Después del zumo subo a mi cuarto. Me lavo, me visto, me peino y ya ha empezado el día. Luego repito muchas otras acciones, porque mi día tiene cosas que son invariables: leer y escribir, por ejemplo, lo hago siempre, absolutamente. Según las épocas del año se repiten otras actividades.
Pero el despertar, el desayuno, es robótico. Estamos mucho más programados de lo que nos parece. Paraos a pensar en ello. ¿Hasta qué punto somos robots y no humanos? ¿Hasta qué punto el ser humano es un robot? Somos máquinas muy sofisticadas, llenas de conductos y fluidos, pero bastante máquinas.

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