sábado, 15 de agosto de 2009

Almas

Todos duermen en sus camas. Es un paréntesis con el mundo, con el trabajo, con las preocupaciones, también con las pequeñas felicidades que todos ellos tienen. En sus dormitorios, en todo el barrio, hay una gran paz. Duermen plácidamente.
Ellos no lo saben, no pueden darse cuenta, pero cada noche, como está ocurriendo ahora en estos momentos, algo les sucede. Sus almas se separan poco a poco de sus cuerpos, como pegatinas, y se quedan independientes al borde de la cama. Luego bajan a la puerta de sus casas, la traspasan, y van a la calle.
Cada noche hacen lo mismo. Se reúnen en la calle y se encuentran con sus amigos, con sus familiares, si los tienen. Disfrutan una vida paralela, una vida sin sobresaltos, llena de satisfacciones.
Yo les veo todos los días. Soy el único capaz de verles porque soy el único que permanezco tal cual soy, sin que se me despegue el alma, y tengo la capacidad de verles a ellos en ese estado en el que están. Los ancianos hablan al lado de sus casas, los niños corren y juegan, las mujeres se comentan los sucesos de la noche, y las parejas, porque hay parejas, se abrazan y se besan.
Precisamente el caso que me parece más interesante de todos es el de una pareja. Los conozco bien. Él es mecánico en un taller del barrio y ella trabaja en un importante bufete de abogados. Yo sé que a él le apasiona ella, y que ella apenas ha reparado en él. Una vez se tomaron un refresco juntos pero aquello no fraguó. En cambio sus almas se abrazan y besan desesperadamente, pero también serenamente, y hablan interminablemente. Están hechos el uno para el otro.
Esto me ha hecho pensar cuánta gente que sería muy feliz no lo es por prejuicios o influencias externas, desde el dinero, los amigos o la familia, como esa pareja que no se ve ya nunca durante el día, que hace vidas opuestas, pero que cuando llega la noche, cuando son simplemente almas, demuestran que nadie puede ser más feliz que ellos.


E.M.R.

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