martes, 18 de agosto de 2009

La Actualidad

Nunca fui amigo de los periódicos, o al menos buen amigo. Cuando era niño leía las páginas de deportes, con gran placer; luego me hice asiduo de las críticas de las películas, y poco a poco fui ampliando el repertorio. Durante la carrera apenas leí periódicos, ya tenía bastante con mis amados libros. Eso sí, leía las críticas de la cartelera. La verdad es que, si lo pienso bien, todo lo que he leído en la vida me ha deleitado, con mayor o menor esfuerzo, y me ha servido para algo. Siempre he acabado escribiendo los géneros que leía.
Después de la carrera me doctoré con una tesis sobre un escritor y periodista, y ahí volví al periódico con bastante fuerza. Por sentido práctico, si alguno tengo –y si no lo tengo me lo tendré que inventar-, empecé a ejercer como periodista. Ahí me metí mucho más en la prensa. Pasados los años escribí un libro muy periodístico sobre un gran periodista. Nunca leí tantos periódicos en mi vida, y vi tertulias y todo lo que se pareciera a periodismo. Como me dijo Raúl del Pozo aquello tenía que ser como un máster para mí, y lo fue. Secretamente pienso que fue mucho más que eso.
Soy escritor de vocación, de esencia, filólogo de formación, periodista de profesión y profesor por fortuna y decisión. La actualidad me aburría; los días pasan y pasan las noticias: aparecen, explotan, crean su onda expansiva y se van. El mundo que tengo en mi cabeza es mucho más amplio, libre, permanente, imaginativo y hermoso que el de la actualidad, pero cuando se conoce la actualidad, cuando se inicia uno en el sentido de la actualidad, que es como el del tráfico, se disfruta muchísimo. Dar orden y coherencia mental a lo que va ocurriendo es un gran placer.
Uno de mis profesores de la carrera, al que tanto quiero, Antonio Prieto, siempre nos decía en el pasillo lo muy poco que le gustaba la actualidad. En mi opinión, la despreciaba. Él vivía en el pasado, en lo quedado, en lo permanente, y en sus clases iba a ese pasado escudriñando en la forma más bella que tiene de quedar ese pasado, la literaria. Era experto en la literatura renacentista, aunque sabía mucho de todas las épocas. En sus libros iba a Grecia y a Roma, a la Italia del Renacimiento, a la España del Renacimiento, y si escribía sobre el presente siempre era para teñirlo de Antigüedad, de calidad permanente, haciendo un contrapunto que significaba la corona de lo que ya no se pasará.
Leo los periódicos y me encuentro cosas fungibles, con fecha de caducidad clara. Sé que la Historia se hará también con ellos, y que los periódicos, no todo el periódico, es la antesala de la Historia.
Pero los encuentro aburridos, en general, y esto también se lo he oído a compañeros míos de letras y periodismo. Hay que hacer algo con la prensa española, con el periodismo español, como hay que hacerlo en otras esferas de la vida española. Pero este tipo de cambios sólo se hacen cuando no queda más remedio. Me parece que ha llegado uno de esos momentos.
Quizá vayamos a unos periódicos más especializados, y que la especialización la den los contenidos y la calidad. Habrá periódicos que no publiquen nada que no sea de gran calidad, y que destierren los chismes, la frivolidad, las noticias sin valor que sólo satisfacen a nuestros instintos más bajos, y no me refiero sólo al sexo. En cambio nacerán otros periódicos con todo eso.
Internet ya va en esa línea, especializándose cada vez más y ganándose muchos lectores.
Tengo una idea de lo que va a pasar con el papel, y lo escribí en un artículo, pero soy consciente de la potencia que tiene Internet. Cuando uno quiere leer algo, el libro o el artículo lo tienes o no lo tienes en casa, en cambio Internet lo tenemos muchísimos, cada vez más. Pero me gustaría que la calidad general de Internet, la más visible, subiera, ya que Internet lo utilizamos ya para las actividades más importantes. El nuevo medio tiene que cargarse de responsabilidad, sin renunciar a su libertad. Se puede ser libre y serio, libre y sólido, libre y aspirar a lo mejor.
Leo ahora mucho a los clásicos grecolatinos. Se dedicaban a escribir sobre lo esencial, lo permanente, lo que no pasa nunca, al menos los que estoy leyendo ahora. Nosotros nos hemos acostumbrado al usar y tirar, a la fecha de caducidad, a los aparatos bonitos, ultramodernos y rápidamente perecibles. Ellos escribieron para la eternidad y al mismo tiempo hablaban de la actualidad. Cicerón no deja de citar a sus amigos en sus diálogos y ensayos, y hay muchas referencias a la Historia de Roma de aquella época. Me cuesta ver esto en nuestros libros y artículos. Ellos querían saber sobre lo fundamental, sobre lo que es imprescindible conocer y dominar para ser mejores personas, mejores ciudadanos –muy importante para ellos-, más sabios, más responsables. Tienen tanto que enseñarnos… Si nosotros, por ejemplo, sintiéramos su responsabilidad hacia su patria, su cariño incondicional a su país, todo esto funcionaría mucho mejor, como a ellos, en medio de todos sus defectos y conflictos, les fue bien.
Marco Aurelio, en sus "Meditaciones", nunca habla de la actualidad, su actualidad, y era emperador de Roma, pero en cada palabra que escribe late todo lo que estaba viviendo. La vorágine está debajo, pero está. Creo que algo así podríamos hacer nosotros.
Leemos páginas de corrupción, de amantes de famosos, de best-sellers que estallan en todo el mundo y luego se desinflan, de la crisis que es el mantel sucio en el que comemos todos los días. Todo esto estaba en Roma, y estaba en Grecia, pero ellos lo sublimaban, sacaban enseñanzas, aprendían y actuaban. Los romanos eran maestros en el actuar, pero por lo menos había algunos que eran maestros en el pensar, y luego también en actuar. Cicerón sólo escribía en sus ratos libres, y se puso a escribir como una máquina cuando le sacaron de los asuntos públicos.
La verdad es que mi relación con la actualidad es profesional, pero ya que la tengo aprendo mucho de ella. Entre otras cosas, sobre la condición humana, y sobre este río en el que vivimos todos. El periódico apenas representa nuestra vida, pero parece que nos da un mundo más elevado, que nos afecta siempre. Yo no creo que sea más elevado, pero sí que nos afecta.
Escribo todos los días inundado de periódicos, pero busco lo permanente, lo que me ayuda a vivir y a escribir mejor. Quiero tocar la esencia del hombre, también en el periódico, y en los sabios que nos han iluminado el camino, a los que apenas conocemos.


E.M.R.

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