lunes, 3 de agosto de 2009

Inteligencia, ser, alma

Tienes fama de inteligente y, si lo piensas bien, no sabes qué es ser inteligente, aunque todo el mundo reconozca la inteligencia cuando la ve.
Tú estás dentro de tu cabeza y de tu cuerpo, y no sabes si eres inteligente; lo que sí sabes es que tienes voluntad, y que cuando fijas el objetivo vas a por él hasta conseguirlo. O no, pero tú lo diste todo.
La principal lucha la libramos contra nosotros mismos. Somos el rival y el aliado, el mariscal y el soldado raso.
Nunca quieras parecer inteligente; sé inteligente, y para esto no hay que querer serlo, sólo hay que atreverse a pensar y a luchar. Hay que presumir menos y pensar más. Hay que presumir menos y, simplemente, estar más. Hay que escuchar, hay que actuar, hay que dejar de ser el personaje de uno mismo para ser más uno mismo; hay que dejar de ser actor, para ser más persona, hombre, nosotros. Para ser inteligente, y no parecerlo, hay que ser más y parecer menos. Hay que estar atento a los demás, a lo que nos dicen, a lo que observamos; hay que preocuparse menos de dar buena impresión. Hay que llenarse calladamente mientras los demás lo ignoran. Hay que sentirse y no darse tanta importancia. Hay que celebrar más el mundo y menos a nosotros mismos.
Sé, déjate de parecer. Lo que seas brillará y parecerá por sí mismo, sin necesidad de esfuerzos y engaños.
Quiérete, ámate, pero no te idolatres.
Trabájate el ser, no el parecer.


Nuestras capacidades se ensanchan a medida que las descubrimos y las utilizamos.
Nunca te creas por encima de nadie, pero dalo todo por lo que realmente quieres. No se puede vencer siempre, pero sólo se puede ganar comprometiendo nuestro cuerpo, nuestra ilusión y un trozo de nuestro futuro. Las victorias regaladas tienen poca gracia.
Lo bueno de las derrotas es que pueden abrir las puertas de los senderos de la victoria.
Si no quieres y no te comprometes, no tendrás fuerzas suficientes para recorrer el camino. Te podrá caer del cielo la victoria, y tú sabrás qué valor darle, pero la copa lograda con tesón, pasión y sufrimiento contiene un vino más rico.
Pregúntate, por fin, qué quieres. Cuando lo sepas empeña todas tus virtudes en la carrera. Pero ten claro que el éxito puede estar disfrazado al borde del camino, en forma de mendigo, y te puede engañar, y que una derrota puede ser la mano amiga que te conduzca a la cumbre. Pero ¿qué cumbre buscas tú?
Sé que tú sabes lo que quieres desde hace muchos, muchos años, y que por eso nada hay tan terrible que pueda tambalear tu felicidad.
Pero trabájate el alma; la necesitarás brillante y reluciente.


E.M.R.

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