jueves, 13 de agosto de 2009

Nuestro país

Llamo a Raúl del Pozo para saber cómo está, y me dice que ya se encuentra en Marbella, de vacaciones. Entonces me pregunta “¿Cómo ves las cosas?”, y me deja descolocado. “¿Qué cosas?”, pregunto yo. “El país”, me responde.
¿Qué pienso de España hoy? ¿Cómo la veo? Yo no voy a hablar de lo que no sé, pero puedo hablar de todo a partir de lo que sé.
Veo a gente desesperada, temerosa del presente y muy temerosa del futuro. Veo a algunos a los que les está yendo bien, incluso mejor, pero son muy pocos. Veo que los que saben del tema, los que saben de crisis o de economía, son pesimistas y dicen que esto va para largo. Veo que los más afectados son los que tienen menos, y que la construcción española se ha derrumbado, por supuesto.
Los políticos no dan confianza, no son sólidos, no aprovechan la situación para darse a valer. Cuando peor va todo es cuando más se muestra el heroísmo, la capacidad y el talento. Las crisis también se gestionan, y nuestros líderes, si son líderes y si son nuestros, no lo están haciendo. El carisma podría ayudar, porque el carisma de una persona puede poner en marcha a un país, pero el carisma, en España, desde hace muchos años también está en crisis.
Se me escapa la situación mundial, pero conozco gente que la conoce y son muy pesimistas. España ha navegado bien durante mucho tiempo y ahora se está desinflando, pero también sé que todo pasa y que volveremos a ser lo que fuimos e incluso mucho más.
Cuando me ha ido mal he procurado prepararme para cuando me fuera bien. Leyendo, estudiando, escribiendo, poniéndome en forma. Espero que eso hagamos todos los españoles en estos tiempos duros. Pero no caigamos en el desánimo y mucho menos en el nihilismo. Tengo la intuición de que esta situación económica es como un largo invierno, pero el invierno se va, necesariamente, y nosotros tenemos que estar dispuestos para cuando salga el sol.
Veo un país desolado, no muy desolado, pero sí desolado. Hay gente que prevé la catástrofe y lo peor es que no hacen nada por evitarla porque la creen inevitable. El que tiene trabajo da gracias al cielo; el que tiene mucho trabajo ya no se queja tanto.
A todos nos afecta; incluso a los que podamos pensar que nos afecta menos, si lo analizamos, nos afecta, en este detalle, en éste, en este otro. Una situación así debería movilizar la solidaridad nacional, y no sólo nacional. Debemos ser fuertes y estar unidos en el infortunio. Esto sólo se va a solucionar con tiempo y trabajo. Si perdemos la esperanza y la ilusión, la crisis nos habrá vencido antes.
Antes muchos no querían hablar de crisis. Hoy la palabra “crisis” sale hasta en los anuncios. Estamos concienciados de lo que tenemos encima, y la crisis ya se ha convertido en el tema de conversación.
Este país, salvo excepciones, no se ha movido como un todo nunca. Cuando muchos españoles no se sienten españoles; cuando muchos no quieren ser españoles, y de los que quedan pocos sienten el orgullo de ser españoles, poco nos podemos quejar. España y los españoles descubrieron América, hicieron el mejor arte y la mejor literatura. España fue un país que en sus peores momentos hizo sus mejores cosas. Nuestros más grandes reyes vivieron arruinados; Cervantes era un mendigo... España y la crisis han formado siempre una extraña y brillante pareja de baile. Podríamos demostrar una vez más que en medio de la desesperación somos capaces de todo.


Eduardo Martínez-Rico

(Artículo publicado en "El Norte de Castilla" el 5 de agosto de 2009.)

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