sábado, 1 de agosto de 2009

Los juicios

Nos pasamos la vida diciendo qué nos gusta y qué nos disgusta, calificando a los demás, a los amigos y a los menos amigos. A todos. Luego nos resulta desagradable saber lo que han dicho de nosotros o sufrirlo en nuestra propia carne.
Mejor tener el espíritu y la mente abiertos, dejar que los juicios surjan y desaparezcan solos, sin pronunciarlos.
Para esto viene muy bien el silencio, el callar más, el escuchar.
Un juicio es peligroso e incómodo porque siempre está sujeto a revisión; podemos y debemos cambiar de opinión. Mejor dejar que mueran muchos de nuestros juicios en nuestro interior.
Muchos juicios hieren y nos hieren. Hay que ser más responsables de ellos, de su carga, de sus consecuencias. Antes de pronunciar un juicio sobre alguien, pensar en sus consecuencias, y cómo podría afectarnos si alguien lo dijera de nosotros.


E.M.R.

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