lunes, 31 de agosto de 2009

El mar y la magia

Llevo en contacto con el mar y con barcos desde que nací. Veraneo desde mi segundo año de vida en Puentedeume, en La Coruña, y el primero no pude ir allí porque se hundió un petrolero en la ría de Ares y tuvimos que ir a Sanjenjo. Soy un enamorado del mar, de los barcos, de los marinos, que me parecen personajes de novela, de gran elegancia y nobleza.
El mar ha dado mucha literatura, mucho cine, mucho arte, y lo seguirá dando. La "Odisea" es inmortal y Ulises seguirá vagando por el Mediterráneo de aquí a la eternidad, hasta que nos extingamos de la tierra. La isla del tesoro ya no me gusta como me gustaba antes, pero ahora le veo más la pericia técnica de Stevenson, el “Señor de las Historias”.
Estoy hojeando mucha narrativa marina porque me estoy metiendo en un proyecto sobre el mar. Son sobre todo relecturas, y me estoy llevando grandes sorpresas. Por ejemplo, me gusta mucho "La carta esférica", de Pérez-Reverte, escrita en una prosa muy sabrosa, con conocimiento de primera mano. O "Vigilia del almirante", de Roa Bastos, sobre la peripecia de Colón, de estilo también magnífico, tanto que se puede mascar. Y no me puedo olvidar de "Las inquietudes de Shanti Andía", de mi querido Pío Baroja, que era tan torpe literariamente como decía Umbral, en cierto sentido, pero en otro grandioso. Sus historias nos siguen envolviendo, el encanto de sus libros es increíble; siendo un escritor profesional, siempre se comportó como un narrador intuitivo, narrador al lado del fuego.
Estoy releyendo también a "Tintín", que es mi pura infancia, con esas aventuras siempre en pos del bien, exóticas, que nos mostraban el mundo entero en sesenta y dos páginas. "El secreto del Unicornio" fue el primer álbum que leí, y "El tesoro de Rakham el Rojo", su continuación, el segundo. Mi madre me regaló "El secreto" porque un día en El Corte Inglés no pude apartar mis ojos de él. Yo creo que fue por el barco que aparecía en la portada, una impresionante carabela, del siglo XVII.
Luego están los libros de Salgari, y de Sabatini, y "Piratas", de Vázquez-Figueroa, que tanto me acompañó durante unos exámenes, en la Universidad. Y las películas de la Bounty, las de piratas, "Titánic"… Estoy haciendo un repaso a bote pronto, pero son muchas más, todo un viaje sentimental por mi infancia y por toda mi vida. Ahora me doy cuenta de que lo que me pasa con la literatura y el cine sobre el mar, es parecido a lo que me ocurre con otras cosas, como "La guerra de las galaxias", por ejemplo. Son libros y películas que, sencillamente, nos traen buenos recuerdos, y mucho más que eso: nos devuelven la felicidad que sentimos en su día, tan fuerte el aroma que volvemos a sentirla ahora.
Apenas estoy empezando con este tema, pero ya he llegado a la conclusión de que el mar le da un encanto especial a cualquier historia. Cualquier trama si se desarrolla en el mar se potencia, tiene otra fuerza. Posee verdadera magia, porque un barco es un escenario incomparable, y el mar nunca dejará de ser misterioso, y más que eso, sugerente. Cuando era niño y leía a Verne me saltaba todas las explicaciones náuticas, y no entendía nada sobre los palos y las velas. Poco a poco uno va entendiendo, porque además navego en catamarán, y la práctica enseña más que todos los libros. Pero ahora no hablo de navegar, sino de ver y leer, y nadie podrá negar que una historia ambientada en el mar siempre reconforta.


(Artículo publicado en "El Norte de Castilla" el 26 de agosto de 2009.)

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