sábado, 3 de octubre de 2009

El amor por la lectura

Mi madre siempre me contó una historia que para ella es importante y me explica muy bien. Es un poco imprecisa, no conozco las fechas, ni la edad exacta que tenía. Mi madre cuenta que yo fui el único de sus cuatro hijos que tuvo conciencia de saber leer. Me había encaprichado de una de esas ediciones del "Quijote" para niños, con viñetas, y debía de ir con ella a todas partes. Ese libro señala mi paso de no saber leer a saber leer. Un día, supongo que un domingo, estaba en el salón con mis padres y mis hermanos, y dije: “¡Papá, mamá, ya sé leer!”
Las exclamaciones no están de más. No sé cómo lo dije. Sé lo que me han contado, pero aquello fue un descubrimiento, un descubrimiento que ha marcado toda mi vida: leer, escribir, vivir.
Ahora trato de hacer un artículo sobre la lectura y llego a la conclusión de que leer es placer, descubrir, aprender. Leer es viajar, investigar, amar. Leer también es estudiar, y trabajar. Leer es comunicar, es conocer, y sobre todo, pienso ahora, leer es potenciarse, ensancharse. Leer es ser libre, ser más uno mismo, y serlo también con los demás.
Llevo toda mi vida leyendo, gran parte de mi vida escribiendo, y escribir es otra forma de leer, y leer es una forma de escribir. Cuando leo me apetece leer más, cuando leo me apetece escribir, cuando escribo me apetece leer.
Los beneficios de la lectura son claros: leer hace la vida más plena, más feliz. Leer es bucear en los demás y bucear en uno mismo. Leer hace rica y deseable la soledad, porque cuando leemos nunca estamos solos. Es más, queremos estar solos. Muchos escritores, entre ellos Borges y mi amigo Luis Alberto de Cuenca, se declararon lectores antes que escritores. Leer es un camino que tenemos siempre abierto, es infinito, pero tan hermoso, tan maravilloso.
Leyendo adquirimos sabiduría honda. Lo mejor de los hombres está en los libros, y los mejores hombres fueron grandes lectores. Cuando veo un libro, da igual dónde, se me van los ojos tras él. Leo todos los días, pero me queda todo por leer. Cuando era niño y quería ser escritor ya sabía que para serlo tenía que leer mucho.
Leer me ha educado por dentro, me ha hecho por dentro. Siempre regalo libros, hasta llegar a un punto que me he hecho pesado. Cuando entro en una casa sin libros me entristezco.
¿Cómo animar a leer? Según los edades. Yo sé que cuando era niño sentía que estaba en un ambiente cálido con los libros, con las aventuras de Verne o los mosqueteros de Dumas, y más todavía las peripecias del conde de Monte-Cristo. De adolescente tuve muy claro que leer era muy beneficioso para mí, y en primero de BUP leí un número desproporcionado de libros, sabiendo que me estaba alimentando de algo muy bueno. En el IMBA del Instituto de Empresa, donde estoy dando un curso sobre la palabra, escrita y hablada, les digo a mis alumnos, gente muy formada, que leer es lo mejor para hablar y para escribir, para hacernos por dentro, para hacernos, en el fondo, más nosotros. Leyendo, hablando y escribiendo dominamos la palabra, si ése es nuestro objetivo, y desde luego ahondamos en las diferentes dimensiones de que es capaz el ser humano.
Leyendo conocemos el mundo, en el sentido más amplio de la palabra, lo hacemos nuestro, y luego lo podemos volcar en los demás, al igual que otros lo hicieron con nosotros. Pero ¿qué voy a decir yo? No tengo remedio, estoy enamorado.


(Columna publicada en "El Norte de Castilla" el 30 de septiembre de 2009.)

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