miércoles, 14 de octubre de 2009

Ser profesor II

(Doy aquí el artículo que publiqué ayer en "El Norte de Castilla".)


Siempre me llamó la atención que dos profesiones tan esenciales, la de profesor y la de político, estuvieran tan poco valoradas. Luego, cuando empecé a trabajar como profesor universitario, me di cuenta de que la docencia universitaria sí que estaba valorada. Bien, creo que es un error. Todos los profesores, todos los maestros deberían ser cuidados, mimados, porque son los centinelas del futuro.
¿Por qué es importante un político? Cuando son elegidos, son los que gobiernan, los que gestionan nuestra vida, los que condicionan todos nuestros actos. Deberíamos tener en los altares a los políticos igual que deberíamos erigir estatuas “Al profesor” en todos los pueblos. Deberíamos.
No soy profesor vocacional. Siempre quise ser escritor, y sólo escritor, luego me hice periodista para ganarme la vida y finalmente empecé a trabajar como profesor. Al final todo acaba siendo complementario, y cada vez quiero ser mejor profesor, como quiero ser mejor periodista.
No es fácil ser profesor. Se requieren muchas habilidades. No basta dominar la materia, hay que hacer muchas más cosas. Yo me he encontrado con una novedad: enseñar consiste en gestionar personas, y casi todos los problemas que surgen en un aula, en una asignatura, vienen de las personas. Soy de la humilde opinión que los seres humanos somos dinamita, y que en un momento u otro podemos estallar.
Un profesor no sólo enseña, muestra unos conocimientos, estimula a sus alumnos, los lleva a lo más profundo de la experiencia de aprender, les incita a pensar, les enseña a trabajar, les “forma” por dentro sin que se den cuenta. Un profesor también debe gestionar a las personas, solucionar conflictos, apagar fuegos, ser valiente, a veces osado, escuchar mucho y utilizar la autoridad en los momentos clave.
Hace poco leí un artículo muy interesante de José Antonio Marina sobre la autoridad. Era un completo análisis sobre el tema. La autoridad es cosa de dos, digamos, del que la emite y del que la reconoce y la concede, con placer, y está muy conectada con la excelencia. Es decir, para que los alumnos nos otorguen autoridad a los profesores, nos la tenemos que ganar, y nos la debemos ganar con competencia, con esfuerzo, con excelencia. Yo casi diría, con carisma. Pero no todo el mundo tiene estos atributos y yo voy más lejos, o más cerca, que el sabio Marina; conformémonos con el respeto, simplemente el respeto, y la tolerancia. En este juego alumno-profesor hay alguien que quiere enseñar, que lo da todo por hacerlo, y hay una persona que, en muchos casos por lo menos, quiere aprender y sacarse un título que le ayude en su vida. Lo que no pueden sospechar muchos alumnos es que lo que les va ayudar en realidad en el futuro, más que el título, pues hay una inflación de títulos, es lo que puedan aprender en la Universidad. Aprender a aprender, involucrarse con la ciencia que han elegido, con la profesión que van a desarrollar, seguir la invitación de sus profesores para sumergirse, hasta lo más profundo, en las diferentes materias.
Cuando uno aprende se divierte, cuando uno se divierte busca nuevos retos. El profesor es un chamán, un guía de temas, libros, ideas, un maestro del diálogo con el alumno y con su mente.
No es fácil dar clases, pero se puede aprender, se puede aprender a ser cada día mejor profesor. Los alumnos no suelen pensar los esfuerzos que hacen sus profesores para conectar con ellos, para servirles mejor. Ser profesor es una gran responsabilidad, tal vez la más hermosa de las profesiones, pero debemos velar por ella, porque está enferma. Estoy preocupado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario