martes, 29 de septiembre de 2009

El arte de la conferencia

(Escribí este reportaje hace algunos años, cuando empecé a dar conferencias. Es una pequeña muestra de una búsqueda, una búsqueda que se amplió tanto que ha acabado en un curso de un máster. Oír una buena conferencia es un placer; prepararla bien y darla bien lo es aún mayor, aunque puede llevar un esfuerzo tremendo, mucho mayor de lo que imagina el público. Generalmente cuando se les pregunta a los conferenciantes sobre el arte de la conferencia, no suelen decir mucho. Parece ser más algo propio de la práctica que de la teoría. Pero yo doy fe de que hay unos métodos, unos pasos y se puede aprender a hablar en público, sobre todo a hacerlo cada vez mejor.
Me acuerdo que entonces me estaba preparando para dar una conferencia, y que hablé con algunos de mis amigos escritores, buscando en sus consejos orientación. Decidí hacer un artículo. No lo publiqué entonces, pero lo publico ahora.)


“Cuando estás ahí arriba y te ves solo... entonces es cuando sabes si funcionas o no funcionas”, afirma Alberto Vázquez-Figueroa. Hablar en público sobre un tema acordado, ante un grupo de personas muy interesadas en lo que se va a hablar, o en la persona que habla, un público muy exigente, no es nada fácil; por eso a los mejores comunicadores no les falta nunca trabajo.
“Todos los escritores damos conferencias, porque no nos queda más remedio”, dice José Luis Olaizola, “pero son mi bestia negra”. Enfrentarse a los propios miedos, y transmitir las ideas y los sentimientos que tal vez son resultado de muchos años de estudio y de experiencia, en eso parece consistir una conferencia.
El doctor José Antonio Vallejo-Nájera, que tenía fama de gran conferenciante, escribió sobre este tema un auténtico best-seller, Aprender a hablar en público hoy, donde destacaba un consejo primero y fundamental: “Ser breve”. Esto lo completa su gran amigo José Luis Olaizola con la siguiente conclusión: “La atención humana no da para más de cuarenta minutos, y por lo tanto ése es el tiempo límite que me doy para mis conferencias.” Vallejo Nájera, además, aconsejaba compensar las limitaciones con la sinceridad y la autenticidad.
Lo que parece más importante, más que el tema y más que el enfoque, es el público. “Para mí, el primer consejo es pensar en el público, ponerse a su nivel y darle lo que pide; el humor suele funcionar muy bien”, dice Miguel Martínez-Lage, experto en literatura inglesa y prestigioso traductor. En realidad, para casi todos los escritores consultados, la clave es el público.
El escritor y catedrático de Cine, con fama de gran conferenciante, Agustín Sánchez Vidal apunta en la misma dirección. La conferencia viene a ser como un piano: “Uno va tocando distintas teclas y va viendo cuáles hacen reaccionar al público y cuáles no. En función de esa radiografía sobre la marcha, ajusto el estilo y el ritmo de la exposición.”
Esto lo confirma Vázquez-Figueroa: “Yo entro en el lugar de la conferencia y observo al público, y procuro darles lo que me pide.” Según el autor de Tuareg hay otra clave fundamental para conseguir que el auditorio reaccione: olvidarse de los folios. “Leer es fatal.”
“Hay que mirar al público, acercarse lo más posible el micrófono y mostrar gran seguridad”, dice David Felipe Arranz, joven periodista radiofónico. Pero el primer consejo que daría José Luis Olaizola a un conferenciante novato es trabajar bien lo que se va a decir: “Creo que la mejor preparación es la mejor improvisación, que hay que preparar las conferencias meticulosamente; a los que no se las preparan se les nota demasiado. Yo las escribo antes y luego las voy puliendo; por ejemplo, procuro poner una anécdota por folio. Las he dado sobre todo lo imaginable, desde los temas de mis libros a la familia.”
En el gremio de los escritores no están muy bien vistas; se considera que es un recurso para ganar dinero en un mundo donde esos recursos son escasos. Agustín Sánchez Vidal nos cuenta una gran ventaja de la conferencia para el escritor: “Ayuda a pulir la escritura; en una conferencia se ve muy bien lo que funciona y lo que no.”


Eduardo Martínez-Rico

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