lunes, 28 de septiembre de 2009

Gloria

Me resulta difícil escribir sobre una persona a la que quiero mucho, una amiga muy antigua. Cuando uno habla de alguien que no conoce, o que le es indiferente, tiene más amplio el campo para escribir. Cuando hay lazos de afecto firme, o de amor, la pluma no corre igual. No todo se puede decir, y nada se puede decir a la ligera.
Gloria ha pasado en mi casa unos días. Pronto se irá a Chile, a su país. Es amiga íntima de mi tía Ángeles, monja misionera en Chile. Ya es de la familia, como una tía más. Gloria sigue siendo religiosa, pero de otra manera, porque se salió hace muchos años. Digamos que ahora es una monja por libre, pero uno percibe claramente lo sólidos que son sus principios religiosos.
A Gloria le gusta conversar, eso le encanta. Una conversación sobre temas profundos es de lo mejor que puede tener en el día. Una conversación que no quiere ser profunda, sino que deriva hacia temas profundos sola. También le gusta leer la Biblia y sus queridos libros religiosos, con una libreta en la mano anotando citas, pensamientos, que luego utilizará en cursos o artículos.
Gloria tiene mucha sensibilidad y es una maestra en el escuchar. También habla, cuando tiene que hablar, y yo no le he oído nunca una palabra que sobre. Su palabra está llena de significado, honda, y lleva dirección, como son las palabras sabias.
Gloria y yo nos hicimos muy amigos cuando era niño. Supongo que le llamé la atención porque era un niño muy especial, raro, un poco apartado del resto de sus primos y hermanos, y muy pegado a su madre. Pero ella siempre cuenta que le hacía preguntas muy profundas y trascendentes. “Eras un niño que pensaba”, me ha dicho hace muy poco.
Nos escribimos correos electrónicos, ella desde Chile y yo desde España; le mando mis poemas y artículos que más le pueden gustar. A ella le gusta mandar presentaciones religiosas y cosas que le llaman la atención, todas muy bonitas, con mucho significado. Recuerdo una presentación muy interesante sobre la madre de Barack Obama. Gloria nunca pierde el tiempo, y si lo pierde es para entregárselo a los demás, con lo que nunca lo pierde, porque, como ella dice, “el que da nunca se equivoca”. Es muy desprendida, muy generosa… yo no soy así, soy muy egoísta y muy centrado en los libros y en mi literatura, aunque he descubierto que me gusta darme precisamente a través de la literatura, ayudando a la gente con sus escritos, enseñando, aconsejando. Es muy agradable, muy profundo, gratificante, y se aprende también mucho.
Mi tía Gloria dice, de broma, que es la obispo auxiliar de mi tía Ángeles, mi querida tía Ángeles –que merecería otro artículo-, pero este año lo hemos solucionado y la hemos nombrado nuestra obispo titular particular.
Estas personas viven en otra clave. Viven en el mundo, para sentir el mundo y ayudar al mundo, pero se elevan continuamente. Hablar con ellas supone, muchas veces, pasear de su mano con los más interesantes santos, o los pasajes más bellos de la Biblia. La tienen en la cabeza. A Gloria le apasiona San Agustín, y a mí me ha contagiado el interés por este santo humano y sabio.
Hemos pasado unos días deliciosos con Gloria aquí, en casa, en el “monasterio para pijos”, que es como yo llamo a nuestra casa cuando está ella aquí.
La vida va pasando, pero hay episodios que se repiten, y espero que se repitan todavía muchas veces, como la visita de mis tías Ángeles y Gloria, mis tías chilenas, tan preñadas siempre de experiencias y sabiduría.

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