lunes, 14 de diciembre de 2009

Alfonso Merlos y el Cid

Esta mañana he estado en la presentación del libro de mi compañero Alfonso Merlos, "El islamismo como amenaza ideológica a las sociedades abiertas europeas", organizado por la Fundación Iberoamérica Europa en la Asociación Nacional de Prensa. Ha resultado un acto muy interesante, aunque a veces pienso que si tan difícil resulta ponernos de acuerdo los expertos, mucho más lo será hacerlo con los árabes, musulmanes, etc. Pero nosotros hablamos y escuchamos, nos escuchamos mutuamente, lo cual ya es un verdadero ejemplo. También tengo muchos amigos árabes a los que escucho y me escuchan. Estos amigos míos siempre dicen que ellos son los primeros perjudicados con las actitudes de los violentos, de los islamistas.
Estoy leyendo, con mucha atención, el libro de mi compañero Alfonso. Mientras lo leo, voy a recuperar un artículo sobre "El Cid y la Alianza de Civilizaciones", que publiqué hace meses en la revista "Diplomacia". Esta mañana se habló mucho de la Alianza de Civilizaciones, y me parece interesante ofrecer lo que hubiera hecho hoy el Cid ante esta situación. Conozco bien al personaje porque he escrito una novela y muchos artículos sobre él. Estuve años investigándolo.


EL CID Y LA ALIANZA DE CIVILIZACIONES



Hace algún tiempo Alfonso Basallo publicó un artículo en La Nación con el siguiente título: “¿Qué hará con el Cid la Alianza de Civilizaciones?”. La percha era la publicación de mi novela Cid Campeador, y el artículo explicaba cómo era mi libro y hacía un breve recorrido por la tradición cidiana. Al final del texto Basallo recogía el guante del título con esta frase: “Imagínense ustedes qué harán con el pobre Rodrigo Díaz de Vivar en el siglo del buenismo y la Alianza de Civilizaciones. No quiero ni pensarlo.”
Estoy seguro de que muchos lectores de La Nación leyeron el artículo sólo por el título, aunque en ese tema Basallo, quizá por el momento, prefirió no entrar. Pero yo sí deseo entrar porque me parece interesante, aunque aún es más interesante no lo que nuestro siglo haga con el Cid, sino lo que había en el Cid de Alianza de Civilizaciones. Y lo que no había.
El Cid está lleno de brumas. Su historia está hecha de muchos hechos, pero gran parte son leyendas. Sabemos muy poco sobre el Cid, y la persona que más lo estudió, Ramón Menéndez Pidal, hizo una reconstrucción que puede ser muy discutible. El Cid es un puzzle con muy pocas piezas auténticas, y muchas otras que se las hemos puesto nosotros para tener un retrato comprensible.
Pero sí sabemos muchos detalles. Rodrigo Díaz de Vivar era un vasallo brillante de Alfonso VI, pero con un carácter impetuoso e independiente. Además, las relaciones entre Alfonso VI y el Cid dejaban mucho que desear, porque había una sospecha sobre el rey castellano de haber matado a su hermano Sancho, el verdadero señor del Cid.
A Rodrigo no lo querían en León porque había pertenecido al bando enemigo y, más importante, por haber demostrado un talento mucho mayor que el de la camarilla de Alfonso VI.
Al Cid lo destierran dos veces, y tiene que ir a tierra de moros para ganarse la vida. Esto ha sido muy discutido por algunos historiadores, sobre todo el holandés Dozy, que le llama mercenario; pero ¿cómo si no iba a ganarse la vida un soldado como él? El Cid se las arregla para poder ser general en jefe del rey moro de Zaragoza sin tener que luchar con el que sigue considerando su señor, Alfonso VI: “Con el rey no quiero yo lidiar”. Y ésa va a ser la tónica general de Rodrigo con los moros: pactar, prestar servicios, luchar, defenderlos… siempre que eso no entre en conflicto con su señor natural.
Estamos en el siglo XI, gran época de transformaciones en España. Los cristianos deciden abandonar sus pugnas y avanzar en la Reconquista. Los Reinos de Taifas, muy refinados culturalmente, eran débiles política y militarmente. Por eso deciden unirse y llamar a los almorávides, comandados por el héroe Ben Yúsuf, que habían conquistado todo el Norte de África en muy poco tiempo. Esto significa el final de su forma de vida, porque los almorávides tenían una observancia muy rígida del Islam, mientras que los moros españoles estaban muy relajados. Los almorávides eran invencibles, y Rodrigo fue el único que pudo vencerlos.
Vivimos en un tiempo en el que unos radicales, con su terrorismo, han puesto en jaque el mundo occidental. Muchos musulmanes moderados, millones y millones, se sienten perjudicados por estos radicales. Hoy el Cid hubiera sido amigo de ellos, les hubiera ayudado, hubiera pactado y construido proyectos, pero nunca hubiera dejado que esa amistad entrara en conflicto con sus raíces religiosas y políticas. El terreno en el que Rodrigo estaba más dispuesto a la mezcla y confluencia era el cultural, porque admiraba la cultura árabe. Muchos moros fueron con él mucho más nobles y atentos, mucho más amigos, que Alfonso VI y su camarilla, pero el Cid tenía miras muy amplias, y dentro de su proyecto contaba siempre con el rey castellano, tan influido por mediocres.
El Cid dialogó con los moros, pero castigó a los radicales y belicistas, sin dejar de respetar a su oponente el almorávide Ben Yúsuf, el único hombre en esta historia que estaba a su altura.


Eduardo Martínez-Rico
Autor de la novela Cid Campeador (Imágica)

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