miércoles, 16 de diciembre de 2009

Oración

De vez en cuando escribo mis oraciones. Ésta es una de ellas. La hice hace tres años, y parece que no ha pasado un segundo desde entonces. Ahora soy más duro, pero suscribo de nuevo todo lo que digo en ella.


ORACIÓN


Esta oración la realicé anoche, acostado, antes de dormir. Hoy quiero fijarla y continuarla en el papel.


Padre, tú llenas mi ignorancia. En todo lo que no sé te pongo a ti y me vuelvo sabio. Los agujeros de mi curiosidad que nunca podré llenar los cubres tú, mi fe, con tu omnisapiencia. Me la transmites, gozosamente, porque mi fe es tan grande como para encontrarte en lo más pequeño de lo pequeño y lo más grande de lo grande.
Te veo, cuando paseo, en lo verde de la hierba y de los árboles, en la luz espléndida del sol, en el cabello sedoso, gozoso de mi perra, y en los gestos que realizan sus orejas, caídas y preciosas, cuando se mueven, su cara buena.
Te veo en mis amigos y en mis amigas, en lo que más quiero. En la mujer que amo. Te veo en la belleza, en la verdad, en todo lo bueno, pero también en lo malo, porque lo comprendo, gracias a ti. Puedo comprenderlo, y esos agujeros de los que hablaba antes tú los llenas.
Me veo a mí mismo, con todos mis defectos, cada día más sobresalientes para mí, pero que pueden ser pulidos. Te veo cuando me miro a los brazos e imagino de qué estoy compuesto, y tú llenas mi ignorancia, tú eres mi sabiduría.
Cuando me siento pequeño, infinitamente pequeño, y miro al cielo, y me imagino cómo asemejaré a cientos de miles de kilómetros de la Tierra... te veo. Te siento, como una figura, como una presencia. Esto último lo pienso mucho, cuando tengo un problema, cuando debo dejar una cosa en su sitio. Pero he llegado a la conclusión, Padre, de que lo maravilloso no está en las distancias, ni está en los tamaños, ni está únicamente en los brillos, las apariencias, todo eso que al ser humano siempre nos ha deslumbrado tanto.
Es muy fácil, sí, pero hay que darle muchas vueltas a la vida para tener esto claro.
La maravilla está en la relación, el baile, entre unas cosas y otras, unos seres y otros, todo y todo, y ahí estás tú, padre, dando cohesión, significado a todo. Por eso soy tan feliz, y a veces, ahora que te escribo, mi corazón salta en el pecho, lentamente, pero salta, se hace notar.
La maravilla, sí, está en la relación.
Por ejemplo, cuando dos personas, hablan, se miran y no se tocan. Hay algo mágico ahí, pero no lo comprendemos. Si fuéramos sustancias microscópicas el científico vería que estamos muy cerca, que “interactuamos”. Y así es. ¿Qué estamos pensando? ¿Qué piensa el otro, o la otra, cuando estamos tan juntos?
Tú eres la gota que cae en el agua turbia y la vuelve cristalina. Y esa agua soy yo, Padre, y esa agua es el mundo, el conocimiento. Tú vuelves la interrogación frase clara, y sólo el que lo haya experimentado puede dar fe de esto.
Junto mis manos, envuelvo la una con la otra y te siento, tu energía, Padre.
Llevo en mi cuerpo tu presencia, como todos los hombres, también los que la han olvidado, algunos.
A veces me siento solo y me pongo triste, y luego me arrepiento de haber pensado esto, de haberme sentido mal. Te tengo a ti, qué más puedo pedir.
El Dios que guió a Moisés, en los peores momentos, por el desierto y a través de toda su vida, que empezó antes que el desierto; el Dios que debió de dar ánimo a Jesús, en los peores momentos, pero que también alimentó su risa; el Dios que ha estado con tanta gente, con tantos, aunque no lo sientan, está conmigo, infla mi pecho, y yo sé que nunca me abandonará. Quizá el mayor regalo que he recibido de Él es la conciencia de que está conmigo, a mi lado, en mí. Soy consciente de que lo llevo en mi pecho, que me marca el camino cuando me encuentro más perdido, que me da agua cuando estoy sediento, y que se manifiesta en aquello que más amo, y en los que me voy encontrando por mi camino. Un hombre de bien debería ser capaz de amarlo todo, de comprenderlo todo.
Tengo treinta años, no sé cuántos más viviré. Muchos, muchísimos o pocos, poquísimos. Quizá ni lo uno ni lo otro. Quién sabe. Pero tengo inflado el pecho. Con mis manos Dios se hace evanescente y presente. Con mis pies. Con mis piernas. Con todo mi cuerpo.
Siento a Jesús, y Él para mí es la alegría, mi amigo.
Dejo que esa gota que es Dios caiga encima de mí y me reconcilie de nuevo, me haga limpio, transparente, dinámico, de nuevo.
Y cierro esta oración que no acaba nunca.


Eduardo Martínez Rico
Montepríncipe, 3 de abril de 2006

4 comentarios:

  1. Un escrito muy emocionante, a pesar de que sigo las palabras de esta sentimental canción de "mis" Héroes del silencio:

    http://www.youtube.com/watch?v=vwVxCeiNKqk

    Escuchala ¿eh? :)

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  2. Escuché la canción. Cuando era niño me gustaba mucho "Héroes del silencio", luego perdí el contacto con ellos. He escuchado también "Entre dos tierras". He vuelto a otros tiempos.

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  3. Héroes tiene canciones y melodías realmente mágicas.
    Pues de pequeñ había alguna canción, como maldito duende, que me chiflaban, pero con el tiempo los oí más... hasta amarlos. Son increíbles.

    Te invito a que los escuches más.


    PD: ya he hecho mi entrevista: al escritor David Lozano, mira por net quien es :)
    Me encanta, y ha sido una gran experiencia, estoy muy contenta.
    Pronto más noticias.

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  4. Me acuerdo de "Maldito duende", al menos del título. Muy bien que hayas hecho la entrevista. Después de pasarla y pulirla, podrías escribir en quinientasa palabras la impresión que te produjo el encuentro, por qué hiciste la entrevista, qué ves en ese escritor que te llame la atención, conectando lo que sabes de él con lo que sabes de otros escritores de su edad, o/y con tu propia vida. Entonces ya tendrás una columna, que es lo que voy a explicar a la vuelta de vacaciones. Deja correr la pluma y luego retoca.

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