martes, 8 de diciembre de 2009

Juan Goytisolo: "Son los escritores los que honran a los premios"

Hace dos años publiqué esta entrevista en Capital. La recupero ahora porque estoy desarrollando con mis alumnos de School of Communication de IE University el tema de la entrevista. Fue un placer conocer a Juan Goytisolo, la primera vez que tengo la sensación de estar ante una "vaca sagrada" de la literatura. Lo que llaman "vaca sagrada".


Alineación al centro
“Son los escritores los que honran a los premios”


Entrevista a JUAN GOYTISOLO
Capital
Eduardo Martínez Rico




Juan Goytisolo es uno de los escritores españoles más prestigiosos. No sólo se ha limitado a escribir, sino que se ha convertido en una conciencia crítica de lo español fuera del mundo, y del mundo dentro de España. Ha viajado constantemente buscando alimentar sus obras de las culturas más lejanas, y ha denunciado los conflictos más importantes de los últimos años, desde sus libros y artículos, y como profesor y conferenciante.
Ahora ha publicado El exiliado de aquí y allá (Galaxia Gutenberg).


-¿Por qué le interesa la mezcla de culturas, el mestizaje literario?
-Porque la cultura es esto. No hay culturas homogéneas, puras. Una cultura es la mezcla de las influencias exteriores que ha recibido a lo largo de su Historia. ¿Qué es la cultura española? La cultura romana, la influencia visigoda, árabe, judía, francesa, ahora norteamericana… Todas las culturas están en contacto permanentemente con las otras, y cuanto más interés tengan por las otras es señal de buena salud. Las culturas que se encierran en sí mismas y se miran el ombligo entran en decadencia.
-¿Por qué en política no hay ese espíritu abierto que hay en cultura?
-Porque la cultura en principio debería ser algo desinteresado, y en la política siempre hay intereses, aunque también los haya en el mundo cultural. Lo que la humanidad debe a la cultura es una búsqueda desinteresada.
-Un enriquecimiento interior.
-Sí, pero esto también se da en el campo científico. Ahora hay científicos que trabajan sobre el calentamiento global en contra de los intereses generales; en cambio, hay otros que se ponen al servicio de las compañías. Siempre está el saber interesado y el saber desinteresado. Interesado por razones económicas, políticas, religiosas…
-Usted dice mucho que se considera un emigrante.
-Sí, yo salí de España en el año 56, y en el tren en el que viajaba era el único emigrante del grupo, porque era un emigrante cultural y político, mientras que los demás eran sobre todo de la región de Valencia, debido a la helada de la naranja, y el tren estaba lleno de emigrantes. Empecé a escribir sobre la inmigración española, en Francia, a fines de los cincuenta, principios de los sesenta. Publiqué en el exilio unas biografías de emigrados.
-Ése es el concepto de cultura que acaba de decir.
-Yo vivía en París donde los franceses eran una población más. Mi barrio era judío y armenio, con una pequeña población magrebí. Luego llegaron oleadas yugoslavas cuando no existía Yugoslavia… después del golpe de Estado de Turquía del año 80, llegaron masivamente los turcos, luego los paquistaníes, los de Bangladesh… Lo más interesante es que en este barrio había árabes y judíos, pakistaníes e hindús, turcos y armenios… países en conflicto. Y en este barrio jamás hubo el menor incidente, precisamente porque era un barrio multiétnico.
-Durante muchos años la literatura española fue conocida en el exterior por su obra…
-Ahora son muchos más traducidos los éxitos de ventas. Ahora prima el campeón de ventas. Yo hice lo posible por dar a conocer la literatura española fuera de España. Con una novela, Tiempo de silencio, de Martín Santos, se me adelantó otro editor y lo lamenté muchísimo. Cuando lo leí acababan de firmar el contrato.
-Alguna vez ha dicho que libros suyos del pasado hoy no serían publicados.
-Yo lo que digo es que en las actuales circunstancias si firmo Perico de los Palotes, y envío Reivindicación del conde don Julián, seguro que no me lo cogen.
-¿Y éste último, El exiliado de aquí y allá?
-Alguien que tenga el sentido del humor… disfrutará mucho con este libro. Si alguien no lo tiene que lo deje, que no intente leerlo.
-Es una novela… muy rara.
-Me parece muy bien, es un elogio. No hay que olvidar que Cervantes se definía a sí mismo como raro inventor. Son las anomalías las que crean la literatura. Si uno entra en agrupaciones generacionales verá más de lo mismo. Yo desde el Don Julián hago en cada novela una propuesta distinta. No cambio de tema, cambio de propuesta, que es muy distinto.
-En El exiliado de aquí y allá hay humor, sí, pero es una visión terrible.
-Cuando uno ha tenido una experiencia como la mía tiene esa visión del mundo.
-¿Cuál es esa visión?
-Que vivimos atrapados entre el consumismo desenfrenado y el terror. El terror se convierte en una mercancía más: vivimos controlados, vigilados, etc. Esto supone una técnica, una industria y una inversión de capital extraordinaria. Ésa es la realidad. Por otra parte hay otra cosa: vivimos en la sociedad del espectáculo. En las elecciones norteamericanas las ideas cuentan poco; lo que cuenta es la intimidad, ver a Mc Cain y a Obama confesándose con un pastor evangelista y diciendo: “Sí, yo fumé marihuana cuando tenía diecisiete años, yo me porté mal con mi primera esposa…” Esta invasión nauseabunda de la intimidad en el espacio público.
-¿Lo que nos está pasando con el mundo árabe es nuevo o viene de muy atrás?
-Hay que tener en cuenta que el Islam ha ocupado siempre un puesto central de enfrentamiento con Europa. Primero con los árabes, luego con los otomanos… De hecho parecía que Europa estaba rodeada del mundo islámico. Lo curioso es que cuando Cristóbal Colón descubrió América se llevó consigo un traductor árabe. Imaginaban que si descubría nuevas tierras allí estarían los árabes. Pero el traductor se dirigió a los indios y no se enteraban de nada. Europa acabó con el mundo árabe, ocupó con el colonialismo todo un espacio, y durante la Guerra Fría el enemigo fue el comunismo; con la caída del comunismo volvió a reaparecer el Islam como posible enemigo.
-En De la Ceca a la Meca dice, por ejemplo, que vivimos muy condicionados por las películas, por la versión virtual de la realidad.
-Desgraciadamente lo que se ve en un país se aplica a otro. En Crónicas sarracenas decía: “Desde nuestro punto de vista etnocéntrico todos los orientales son pardos.” Como los gatos. En De la Ceca a la Meca trataba de reflejar la diversidad, las situaciones de este ámbito del Islam.
-¿Y para ellos, para los musulmanes, nosotros somos también pardos?
-Hay menos curiosidad. Es algo distinto porque a veces el rasgo más interesante de la cultura europea ha sido su interés por otras culturas. En cambio, la cultura árabe, que los tres primeros siglos tuvo una curiosidad enorme se apoderó vorazmente de las otras culturas, las incorporó a su propio saber… En los tres primeros siglos del Islam se apropiaron de la filosofía griega, de todo el saber del Próximo Oriente, hasta llegar a Toledo… que fue lo mejor de Al Ándalus. Luego cuando empezaron a buscar la pureza religiosa la cultura se devaluó. En España pasó algo parecido por cuestiones de nacionalismo; el discurso patriótico, la religión y la pureza de sangre… hicieron que a mediados del siglo XVII la cultura española prácticamente hubiese caído. Y no se recuperó, para ponerse a nivel europeo, hasta el final del siglo XIX.
-¿Qué puede hacer hoy un escritor para ayudar a esta situación?
-Desde el punto de vista pragmático yo escribo artículos, procurando ver las cosas con mis conocimientos, pero desde un punto de vista político pragmático. Ahora, en la creación ya no hay ninguna limitación. Este libro excluye cualquier corrección política, religiosa…; es la absoluta libertad que puede reírse, a partir de su experiencia, de lo que está ocurriendo. La libertad total.
-Eso lo ha hecho siempre.
-Pero ahora con la experiencia de la década pasada en Bosnia, Chechenia y Argelia, allí viví la capacidad de monstruosidad que llevamos dentro.
-¿Qué queda de todos esos viajes? ¿Cuando uno ha viajado tanto por todo el mundo, qué le queda?
-El viaje para alguien curioso, que no viaja en turista, sino buscando el conocimiento… es una manera de informar de lo que está ocurriendo, pero al mismo tiempo esta experiencia produce luego un proyecto literario. Escribí el Cuaderno de Sarajevo, pero cuando volví a Sarajevo ya no pude escribir un segundo cuaderno, y fue convertir el concepto de asedio en el asedio al lector, al mismo tiempo que los extremistas serbios estaban asediando a la población. Es decir, pasé de un relato lo más fiel posible de lo que ocurría a una invención novelesca basada en la experiencia.
-Ha hablado algunas veces de las leyes del mercado, de los best-sellers, de cómo trabajan las editoriales. ¿Cómo consigue mantener a raya una editorial? Ahora usted es un escritor consagrado, pero ¿cómo lo ha conseguido toda su vida?
-Bueno, yo nunca he escrito para ganarme la vida, sino que he procurado ganarme la vida para poder escribir. Es algo completamente distinto. A los cuarenta años daba cursos en universidades americanas, y aquí doy conferencias y cursos que me permiten vivir dignamente. Si además gano algo con la escritura, pues muy bien, pero nunca he escrito para ganar dinero. Lo tengo clarísimo.
-Y eso te permite decir que no.
-Te permite escribir con entera libertad, y no en función de intentar agradar al público con un tema que cansa. No me interesa.
-Al fin y al cabo el público es muy caprichoso.
-Lo peor que le puede ocurrir a un escritor es ponerse de moda; si se pone de moda pasa de moda. Esto lo tengo muy claro, y he visto cómo los que triunfaban se olvidaban. Me han interesado siempre los autores que no han buscado tener un gran número de lectores, sino tener un mayor número de relectores.
-¿Le preocupa la posteridad?
-¿Se leerá dentro de un siglo? No estoy seguro de nada.
-¿Cómo se mantiene un escritor al margen del poder?
-Rehuyendo el poder y los honores. Cuando me han ofrecido cualquier cosa honorífica, si alguna vez me han dado algunos premios… doctorados honoris causa, los he rechazado. Rotundamente. Rechacé la Legión de Honor, porque dije que todos los oficiales franceses que mataron argelinos, vietnamitas, malgaches, todos tienen la Legión de Honor, y su honor no es mi honor. Lo tengo clarísimo.
-Y si le dieran el Cervantes, ¿diría que no?
-No son los premios los que honran a los escritores, sino los escritores los que honran a los premios. Sánchez Ferlosio no fue honrado con el Cervantes, ni el Cervantes fue honrado por Sánchez Ferlosio.
-Pero no me contesta.
-La respuesta está ahí.

2 comentarios:

  1. Siempre me ha inquietado ver cómo gran parte de aclamados escritores y periodistas son personas con muchos kilometros bajo sus pies. Viajar debe otorgar una experiencia y una perspectiva de la vida imposible de conseguir solamente leyendo.
    Interesante el apunte de Colón y el traductor árabe (también lógico, en realidad buscaban un camino más corto a Las Indias)
    Me quedo con lo de "ganarme la vida para escribir" y con su punto de vista respecto a los premios.

    Un saludo

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  2. Hay pocos escritores que estén por encima de los premios, uno es Juan Goytisolo, y otro Alberto Vázquez-Figueroa. A mí me gusta mucho el titular. Esto se ve muy bien en cómo, al final, son los premios los que buscan a los escritores. Hay pocos escritores dignos de cada premio, que puedan funcionar en cada premio, y las editoriales, las instituciones, todo el mundo, hasta el Nobel, los busca. El prestigio de un premio es su nómina de galardonados.
    Los premios tienen ventajas, dinero y lectores, pero hay escritores que no necesitan todo eso. Prada se compró un piso cuando ganó el Planeta, y le comprendo perfectamente. A mi edad comprarse un piso está francamente difícil.
    He llegado a la conclusión de que para un gran escritor lo mejor es dos cosas: ganar el Nobel y rechazarlo, como Sartre, o ser Borges y que no te lo den.
    Pero también es verdad que conocí a muchos grandes escritores, como Bioy -y además personalmente; yo era un crío- y Roa Bastos sólo porque habían ganado el Cervantes.
    Durante una época leía los premios; en otra época los premios se los empezaron a dar a la gente que yo conocía.
    Me leí casi toda la obra de Cela sólo, ¿sólo?, porque había ganado el Nobel.
    A mí, hoy, lo que me interesa de los premios es que ofrecen modelos a los futuros escritores.

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