martes, 29 de diciembre de 2009

Mujeres, hoy

¿Sabes algo de mujeres? Crees que la misma pregunta se hacen todos los hombres, aunque menos los que se les dan bien, que no necesitan hablar y pensar sobre mujeres. Les basta con actuar. Alguna vez has dicho que cuando nos va bien no nos dedicamos a pensar o hablar de mujeres, y que sólo lo hacemos cuando nos va mal. Esto tiene mucho que ver con rachas, aunque tú las has tenido gloriosas. Ahora piensas que lo fundamental es que el trabajo vaya bien, porque lo otro está más sujeto al albur del viento. Y de nosotros mismos: nosotros somos el problema y la solución.
Has quedado a comer con un amigo y te encuentras con que, prácticamente, no habéis hecho otra cosa que hablar de mujeres. Qué importante es esto para que le dediques una hora o una hora y media de tu tiempo, cuando tienes cosas más importantes en qué pensar, y de qué hablar.
Ayer quedaste con otro amigo a comer, un periodista, y llegaste a la conclusión de que el patio está muy revuelto, que la gente, ellas y ellos, no paran quietos, y que ya es momento de que te pongas un poco al día sino quieres ponerte morado de tortas. Vivimos en una sociedad que ha entronizado la mentira y el engaño; ahora estás leyendo a Ovidio, y en sus Metamorforsis habla de las diferentes edades por las que hemos pasado, Oro, Plata, Bronce y Hierro, y la del Hierro significa la desaparición de los ideales, el honor, la lealtad, la responsabilidad. Has pensado que ahora estamos, otra vez, en la Edad de Hierro. Somos patéticamente sombras de lo que fuimos, aunque tú aún crees en antiguos ideales; puedes relajarte, pero no dejas de creer. Tiene demasiado peso tu educación, tu familia, lo que te han enseñado y, sobre todo, lo que has aprendido.
Tu coraza se hace más fuerte cuando el ambiente es tan duro, y esa coraza no te quita ninguna sensibilidad.
Una vez te dijo una compañera, hace años, que ibas como Don Quijote, “con la lanza y el escudo”, y así te va como te va. No te va nada mal, pensándolo bien. Ya son demasiadas las veces que te han dicho que eres “un caballero”, y yo creo que te lo dicen porque eso llama mucho la atención en nuestro mundo.
El amigo con el que has comido hoy rompía con todo, como tú rompiste hace años, cuando decidiste que ya se habían acabado los tiempos de ir por la calle mirando a todas las mujeres. Menuda adicción. Creo que los hombres sólo miramos dos cosas por la calle: los coches y las mujeres. Llegó un momento en que decidiste no mirar los coches sino el fondo, el paisaje, las casas, las cosas. Qué enriquecedor.
Ahora sigues mirando a las mujeres, pero mucho menos. Te gusta más leer a Ovidio y escribir tus cuentos, artículos, poemas en tu libreta. Cuando uno tiene universos así entre sus manos el mundo que tiene alrededor le parece pobre y lento.
Hace poco una persona a la que quiero y respeto mucho me decía, con una especie de sorpresa vuelta de todo, sobre las mujeres de hoy, las “chicas”: “Siempre tienen un lío, o dos, o tres…” Además de nuestro “lío”. Miro esto desde mi punto de vista, y el de los hombres, que habrá que conocer al suyo, pero eso significa estar metido en un menú complejo, o, como me decía una amiga con su propia experiencia, un equipo de fútbol: “A Fulanito creo que le voy a sacar del banquillo y le voy a hacer titular.”
Durante una época, hace muchos años, la mujer fue para mí una prioridad, y todo marchó bien: ligué muchísimo y no me até con ninguna. Al final me até con una, pero fue demasiado pronto. Luego he tenido temas más importantes sobre qué pensar y hacer. De vez en cuando aparecía algo y desparecía, porque ésa es una virtud de las mujeres que más me gustan: que aparecen y desaparecen. Me ocurre un poco como con el deporte; durante un tiempo hice muchísimo deporte, y ahora lo hago por mantenimiento, constante pero no mucho.
Ahora, y desde antiguo, lo que me importa es mi cabeza y mi pluma. Lo demás es secundario. Pero adoro estar con una mujer y su punto de vista insólito, que tanto me enriquece. Las mujeres que más me han gustado siempre me han dado lo mejor, sin darse cuenta, y eso era su forma de ver las cosas, su mundo, lo que yo hacía, lo que yo escribía. Lo he pasado muy bien con mujeres, y no hablo sólo de sexo. El sexo al final es algo más, un tirón que nos acerca a ellas; el tesoro está en su mentalidad, en su compañía, en su abrazo. Me encanta hablar con mujeres.
He empezado una etapa nueva de estar con mujeres, porque he aterrizado y sólo sé que me tengo que poner un poco al día, sobre todo en lo social, en las convenciones. Tengo mucha experiencia, mucha más de lo que me creo. Hasta para ir con mujeres hay que ser práctico, ellas que son tan prácticas.




Eduardo Martínez-Rico

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