viernes, 11 de diciembre de 2009

Famosos

Esta columna la publiqué el lunes en "El Norte de Castilla":



Una de las cosas buenas que tiene el periodismo es que conoces gente interesante. Tampoco conozco a tanta gente famosa, pero me dicen mis amigos que para tener 33 años, periodista y todo, conozco a mucha gente. Famoso no significa interesante, pero los famosos que yo conozco son todos interesantes; es más, los conozco porque son interesantes. El periodista debe buscar lo que le interesa a la gente, y al final acaba convirtiéndose en una especie de médium del público, ofreciéndole incluso lo que no sabe que le va a gustar.
Uno busca a la gente que aporta algo, y si le dejan, la conoce, le hace una entrevista, escribe una columna sobre estas personas… He estado reflexionando buscando puntos en común entre los famosos que conozco. Sobre todo conozco a escritores, pero también a filósofos, a algún actor, a un arqueólogo, a sabios profesores, y, claro, a muchos periodistas. Cada vez me voy abriendo más. A quienes no conozco, todavía, es a modelos o toreros, deportistas de élite, etc. Todavía. Porque me interesan.
Yo creo que esta gente tiene muy interiorizada su propia valía. En general les ha costado mucho llegar adonde están. Suelen ser personas de fuerte vocación que han hecho muchos sacrificios para triunfar en su profesión, guiados sobre todo por el placer que les proporcionaba, más que por la ambición. Aunque ambición, poca o mucha, tienen todos, pienso yo.
La ambición tiene muy mala prensa, pero es como la zanahoria que se le pone a la liebre para que corra. Si nosotros no vemos adonde queremos llegar, adonde podemos llegar, será difícil que lleguemos. Si no estamos dispuestos a hacer los esfuerzos necesarios tampoco lo lograremos. Muchas veces se trata más de trabajo que de talento, aunque algo hay que tener. Beethoven decía que el genio se componía de 3 % de talento y el resto de trabajo duro. No conozco a ningún gran profesional que no sea un gran trabajador, y todos los famosos –qué mal suena esto- que conozco son grandes trabajadores, de una manera u otra. Hay muchas formas de trabajar.
Luego esta gente es muy orgullosa; hay que tener cuidado al hablar con ellos. Han conquistado una poderosa autoridad. Los éxitos, incluso los errores, les han dado la razón, y se han ganado el lugar que ocupan en la sociedad. No se les puede decir cualquier cosa, hay que decirlo con cuidado. Pero si uno está seguro del mensaje que se les debe transmitir, si uno, por ejemplo, como espectador exterior e informado, nota que hacen algo mal, se les debe decir. La gente inteligente, y suelen ser muy inteligentes, toma nota de lo que se les dice, de lo bueno y de lo malo, por igual, y aunque se enfaden en un primer momento te pueden hacer caso y rectificar. De la excelencia a una mayor excelencia a lo mejor sólo le separa la distancia de un buen consejo. La naturaleza humana es imperfecta pero, si la controlamos, tiende a la perfección.

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