sábado, 12 de diciembre de 2009

Querida mía


Querida mía,



Tanto tiempo sin escribirte que parece que no ha pasado ni una hora sin pensar en ti. Ya llega la Navidad, los regalos, los constipados están con nosotros y se avecina el próximo viaje. Pronto te dejaré. En la puerta dejaré esta carta y tú tendrás que explicarles a los niños, una vez más, por qué su padre no para quieto, no para de venir y de volver, de marchar cuando todos los padres les toman la lección.
Ya te dije cuando nos hicimos novios que no era un hombre normal, y que mi vida no sería normal en absoluto. Siempre con el corazón en un sitio y el cuerpo en mil lugares, esperando encontrarte en el siguiente aeropuerto, y nunca encontrándote.
Siempre te veo en los ojos de todas las mujeres que me encuentro en el mundo. En sus palabras, en sus ideas, en cómo ven el mundo. En sus perfumes, hasta en sus ambiciones las veo. Siempre te veo en todos los anuncios de las Ópticas, cuando sacan a una de esas ejecutivas con su ordenador y sus finas y transparentes, preciosas, gafas. Te veo en las mujeres que se bañan en la playa, lejano Oriente, te veo hasta en las tenderas de los zocos, en lo más hondo del mundo conocido.
Te dejo esta carta, más por seguir una costumbre que otra cosa, porque siempre te tengo en mente, y estamos permanentemente en contacto con los móviles, Internet y todo lo demás. Cierro los ojos al hablar contigo, luego los abro, y mi imaginación te dibuja tal como eres, tal como me dejaste la última vez que nos vimos, al acostarme. Nunca te despierto antes de irme en todos los viajes, y nunca lo haré, porque me gusta tener de ti la última imagen.
Querida mí, no me eches de menos. Siempre regreso. Nunca dejaré de volver porque tú eres para mí como un imán, y no se puede luchar contra los imanes. En principio… Yo nunca lo haría.
Diles a los niños esta mañana, cuando se despierten, que su padre está lejos pero que los ama y los cuida desde lo lejos. No hace falta estar siempre cerca de ellos para educarlos, y mi pensamiento está siempre con ellos. También sus palabras y sus imágenes que me inspiran cuando escribo.
Diles que papá tiene que viajar tanto porque así lo decidió él, el destino y el trabajo que eligió. Diles que cuando les pregunten en el colegio a que se dedica su padre sólo digan: “Es escritor”. Y que cuando les pregunten “¿Qué es eso?” ellos tienen que responder que no lo saben, porque el oficio de su padre no se puede definir con palabras. Simplemente es un hombre que crea sueños, y que antes de escribirlos tiene que vivirlos, otros.
Querida mía, te llamaré desde el aeropuerto.
Hasta la vuelta, preciosa.



Eduardo


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