jueves, 10 de diciembre de 2009

Las alas y el chaleco


Has alcanzado una impasibilidad razonable que sin embargo no te ha hecho insensible. Una coraza interior, muy metafórica y muy real, flexible, te cubre, peto y espaldar. Te cuesta cumplir y piensas en lo grande. Lo grande eres tú, tu trabajo, tu circunstancia y el amor que te rodea. Eres mejor porque no has olvidado nada de tu vida, tienes los pies en el suelo y vives para el futuro.
Estás deseando salir a correr y luego ponerte a escribir, leer, escribir, lento camino hacia la cama.
Te ducharás y pensarás en palabras e imágenes, un cuento, una idea, una página. Has comprendido que ningún error tuyo será peor que el peor error de un hombre bueno.
Tratas de no contaminarte, de permanecer sereno y fuere sin ser nunca un hijo de puta. Pero la vida nos da motivos a menudo para mostrar los colmillos, para ser lo más sobrios posibles pero sin dejar de ser nosotros mismos.
He descubierto, he recordado, que tengo una personalidad mucho más expansiva, simpática y bromista de lo que creía, porque lo había olvidado, pero así fui yo muchos años de mi vida.
La gracia constante, cuando me llamaban el “chico del mes” porque no duraba con ninguna más de un mes. Me acuerdo que a una la dejé justo el día que hacíamos un mes, con la importancia que tenía eso para nosotros en aquella época. Tenía 18 años y sólo pensaba en tres cosas: leer, escribir y ligar. Yo vine al mundo para crear sueños, sobre todo para ellas, pero esto también lo descubrí con el tiempo.
A veces sueñas con ese chico tan gran deportista, tan ligón y tan simpático, al que le decían –una vez te lo dijeron- que eras el más guapo del colegio –un colegio muy grande-, cuando eso todavía te importaba. Ahora ha vuelto a importarte, Ícaro, y tus alas ya no son de cera, sino de un metal nunca visto, interior y resistente, que tiene la flexibilidad de la poesía y la fuerza de la novela. Para la mala voluntad de los hombres, y es el perfecto aislante contra la carbonería. Estás forrado por dentro como lo estaban Ulises, que peleaba sin armadura, porque tenía la inteligencia y algo más, Aquiles porque estaba predestinado y Héctor, porque era el noble y el mejor hijo.
Es un chaleco antibalas metafórico que te has ganado tras 33 años de vida. A eso se le llama estar curtido.
Vive y escribe sin tregua, Ícaro, vuela a una altura razonable, controla tus mandos y no dejes de navegar. Lo importante es navegar.

2 comentarios:

  1. -Sé luchar
    -Sí, lo sé, pero es la inteligencia la que nos convierte en hombres.

    Braveheart.



    Siempre navegar, siempre.

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  2. Estupendo. Un luchador, de por sí, sólo es un gladiador, un luchador inteligente es mucho más que eso: es alguien que lucha por algo grande, más grande que él, que le supera, algo que tiene un destino y un fin.
    Creo que era Marina, el sabio Marina, el que decía que inteligencia era la capacidad de conseguir lo que queríamos, es decir, de realizar nuestros proyectos. El espíritu de lucha, y la inteligencia, sin un fin que merezca la pena no es nada, polvo y circunstancia. Lucha, en el campo que hayas elegido, pero lucha para algo, algo bueno, porque el mal ya tiene demasiados secuaces. Eso sí, como decía Loli, una profesora de Latín que tuve en tercero de BUP: "Dios nos ha hecho hermanos pero no primos." Un hombre bueno e inteligente no es un tonto, y puede ser terrible, como Braveheart.

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