jueves, 24 de diciembre de 2009

Cualidades humanas

El lunes publiqué esta columna en "El Norte de Castilla". Feliz Navidad para los hombres de buena voluntad.


CUALIDADES HUMANAS



Voy a hacer una columna abstracta a sabiendas, pero también sabiendo que cada lector va a identificar perfectamente lo que digo, con su vida o con la de otros. Yo creo que es bueno en la vida conocer lo que se quiere, tener las cosas claras. Es difícil que lleguemos a donde queremos si no lo identificamos, y me parece que eso ocurre constantemente, y que a la mayoría de personas les sucede, simplemente, que no saben lo que quieren, adónde quieren llegar. El cómo puede ser más difícil, pero colocarse una meta no lo es tanto, y dentro de ella metas parciales.
Lo difícil es el viaje, porque éste tiene muchas etapas, hay accidentes, desvíos, rodeos, e incluso bandidos y piratas. Todo esto, que son obstáculos, le da por otro lado aliciente a la vida. Siempre que el final, cuando llega el “The End”, y que cada uno piense cuál es ese momento, estemos donde queremos estar. Aunque todo es susceptible de cambiar… la vida da muchas vueltas, ¿verdad?
Hay que luchar, hay que formarse, constantemente, hay que perseguir algo, no hay que desanimarse, al menos no por mucho tiempo, y hay que soltar improperios, si es necesario, pero rápidos y para desahogarse, porque hay que seguir adelante. La vida no se para, la tierra sigue girando, y aunque nosotros nos tumbemos en el sofá y nos apartamos del mundo, siguen ocurriendo cosas, con nosotros o sin nosotros.
Para un ejecutivo la corbata es como el casco. Va a la guerra, por mucho que le guste su trabajo. Él ha elegido, si ha tenido suerte, si tiene talento y se le valora, el lugar en el que está trabajando. Tendrá sus aspiraciones, sus ambiciones; sabrá lo que quiere ser dentro de diez años, adónde quiere llegar. Un paso en falso puede traer muchos disgustos, desviarnos del objetivo, sea el que sea, pero ningún paso, por muy malo que sea, es suficiente para apartarnos definitivamente de lo que queremos.
Para los clásicos griegos el fin de la vida era la felicidad, lograr la felicidad. Yo no sé si esto es aplicable hoy en día, a nuestras vidas rápidas, cibernáuticas, impacientes; supongo que sí, porque las personas al final siempre quieren lo mismo: la plenitud, la comodidad, hacer lo que les gusta, en el trabajo o fuera del trabajo, y, como decía el Arcipreste de Hita, “yacer con hembra placentera”, o varón placentero… Siempre las mismas cosas: perseguimos la felicidad. Lo que no está claro es que sepamos qué es la felicidad; aunque lo nieguen muchos la identifican con el dinero, por eso hay tantos ricos vocacionales, y tantos que serán frustrados. Pero la felicidad es alimentar en el interior un fuego y mantenerlo vivo, pero equilibrado, aceptando que el equilibrio nunca será perfecto. Yo creo que el máximo talento que hay en la vida es precisamente tener el acierto de identificar qué nos da la felicidad. Una vez que uno lo ha identificado no tiene más que cultivarlo y perseguirlo. Y que nuestros sueños de hoy sean la realidad del mañana.




Eduardo Martínez-Rico

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