jueves, 3 de diciembre de 2009

La inmortalidad


El lunes publiqué esta columna en "El Norte de Castilla":


Relatos vividos



LA INMORTALIDAD






Les he puesto en clase a mis alumnos una película que marcó mi infancia, o mi adolescencia, que ya no recuerdo muy bien. Lo mismo les ha pasado a otros miembros de mi generación. Se trata de Los inmortales, protagonizada por Christopher Lambert y Sean Connery. Recuerdo, hace muchos años, cómo hablaba esta película con mis amigos, de esa manera que tiene el niño y el adolescente de vivir la ficción, haciéndola realidad en su imaginación y, de alguna manera, en su propia vida.
He investigado mucho La guerra de las galaxias, entre otras cosas, también, como algo muy importante para mi generación. Recuerdo que durante la época en que le dediqué mucho tiempo a Star Wars hablaba con mucha gente, mucha de mi edad, y me llevé la sorpresa de que la saga galáctica no gustaba tanto como yo pensaba, o no gustaba, al menos, “a todo el mundo”. Pero siempre me ofrecían nuevas vías. Recuerdo, por ejemplo, cómo Carlos Cuesta, de Expansión, antiguo compañero, me decía que a él le parecía más importante, generacionalmente, Los inmortales.
¿Cómo empezó la historia de Los inmortales en mi clase? De la forma más sencilla: quise presentar y estudiar, aunque fuera por encima, a Borges. Quería que mis alumnos conocieran con una profundidad mínima, por el momento, al gran escritor argentino, tal vez el mejor escritor que ha habido en el siglo XX. Aunque eso no se puede decir nunca de nadie.
A mí me apasiona Borges, Borges también marca una etapa de mi vida. Lo leí casi todo de él, y me acuerdo que lo primero que leí fue el cuento “El inmortal”. Un día, en verano, yendo a mi pueblo con mi tío Pancho a comprar unas cosas, entramos en una librería, y mi tío me dijo que me regalaría el libro que yo quisiera. Entonces elegí El aleph, de Borges, y allí empezó una historia de amor, intelectual. Borges invita a desarrollar el intelecto, otro tipo de amor es difícil.
¿Por qué elegí ese libro? Por la sencilla razón de que contenía “El inmortal”, y relacioné el título, con la película, Los inmortales. No me equivoqué; hay puntos en contacto: los dos protagonistas acaban siendo, en nuestro tiempo, anticuarios, los personajes principales de cuento y película encuentran la inmortalidad –en Borges el protagonista la persigue-, pero al final desean deshacerse de ella. El premio es la mortalidad, y la mortalidad implica la sabiduría.
El personaje de Christopher Lambert, cuando llega a la meta de su viaje por la inmortalidad, cuando mata a todos los inmortales que le hacen la competencia, se hace mortal, como todos los hombres, pero con la diferencia de que posee el conocimiento, la inteligencia, la sabiduría infinita; puede leer en las mentes de los hombres, de todos, incluso de los más poderosos.
Les puse la película a los alumnos y han leído “El inmortal”. Les he pedido, con carácter voluntario, que hagan un trabajo en el que reflexionen sobre la inmortalidad a partir de la película y del cuento.
Los que creemos en la otra vida sabemos que la inmortalidad nos será dada, pero antes tenemos que pasar, atravesar, la mortalidad y la muerte. Estoy convencido de que uno no puede ser sabio y ser inmortal, y ésa es la enseñanza, en medio de luchas, espadas, del caballero de Carlos V Juan Ramírez –Sean Connery-, ésa es la enseñanza que nos da Los inmortales. Otra importante, en estas dos obras, es que no se puede ser feliz siendo inmortal: el amor se complica y uno se convierte en un perseguido, aunque sea de sí mismo.





Eduardo Martínez-Rico

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