domingo, 26 de julio de 2009

El éxito

El éxito, grande o pequeño, hay que asimilarlo. Disfruta del éxito, como la cima de un gran trabajo, como la satisfacción más o menos merecida de un logro, pero no dejes que te gobierne. No dejes que cambie, porque sí, tu forma de ver las cosas, las personas, todo. El éxito hay que descomponerlo y expulsarlo y que quede en ti como parte de tu memoria o tu currículum. Por supuesto que el éxito no te impida emprender otros proyectos, llegar a otras metas. Nunca dejes que te paralice un éxito. Nunca permitas que te estupidice un éxito.
Tienes que triunfar sobre el éxito, no dejar que el éxito triunfe sobre ti. Nunca dejes que te gobierne.
El éxito está lleno de fracasos. Todo el que ha tenido un éxito sabe cuántos fracasos lo han jalonado.
Hay que despertar del éxito para seguir trabajando y no convertirse en un pequeño monstruo. Vivimos en sociedad y nadie está por encima de nadie, otra cosa es que nos sintamos más cómodos con unas personas que con otras, pero nada de esto nos permite despreciar a nadie. Tener éxito puede llevar a despreciar a los demás.
Es bueno, cuando a uno le van bien las cosas, saber a quién se lo debe agradecer. Nadie se mueve en el vacío, y todos debemos mucho a los demás. Ser consciente de esto, y de dónde venimos, nos puede ayudar a asimilar mejor el éxito. El triunfo, bien comprendido y asimilado, sea del tipo que sea, y del tamaño que sea, enseña humildad.
Si no llegamos a este punto es que no somos dignos del éxito, de que la ruleta de la Fortuna haya decidido condecorar nuestros méritos. Otros los tenían y no les ha ido tan bien.
Lo mejor es no dejar de caminar, buscar otras metas y aprovechar el impulso de lo ya logrado para seguir avanzando.
Creo que hay una gran diferencia entre los éxitos. El obtenido tras una larga y sentida vocación es muy diferente al oportunista, y hay éxitos que se han obtenido con malas artes, aplastando a los demás o utilizando medios de dudosa honorabilidad.
El éxito se hace grande cuando el que lo obtiene es digno de él, y lo ideal es que, por supuesto, nosotros estemos por encima del éxito. Se nos conoce por lo que hacemos, por lo que decimos, por lo que nos quieren los demás o lo que dicen de nosotros. Nunca hay que olvidar que los triunfos son sucesos de nuestra vida, pero que somos nosotros lo que importa, y es en nosotros en lo que más debemos trabajar. Para ser mejores, en todos los sentidos posibles.
Hay muchos tipos de éxito, y no todos tienen relumbrón, aunque el más famoso sea ése, el de relumbrón, el de las cámaras. Hay éxitos más callados, más moderados, pero que revelan muy bien a quienes los han obtenido. Ser buen padre o madre lo es; o hermano o hermana; ser buen amigo; ser buen profesional; ser buen jefe… Tantas cosas.
El mayor éxito al que puede aspirar una persona es la felicidad, pero hay muchos caminos para lograrla y no todos somos felices con lo mismo.


Eduardo Martínez-Rico

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