sábado, 11 de julio de 2009

El verano enamorado

Cómo es el amor, tan mudable. Cómo cambia todo en tan poco tiempo. La mujer a la que entusiasmábamos ahora nos rehuye en las fiestas. La mujer para la que éramos su héroe ahora está con otro. Y todo esto sucede a veces por nuestra culpa, y a veces porque el corazón es una veleta que apunta a una dirección y luego a otra.
Pero no hay que desesperarse, no hay que preocuparse. Hay que sufrir lo justo y tener una actitud activa. Nos podemos retirar del tablero durante un tiempo, pero tarde o temprano tendremos que volver. Está en nuestra naturaleza, y es sano y bueno.
El problema es cuando uno piensa que si esto es lo que nos sucede de solteros, qué nos pasará de casados. Ellas tendrán otros pensamientos y otros problemas.
Tú ahora no estás precisamente en un momento de gran ilusión, pero, paradójicamente, estás muy contento con tu aspecto físico. El físico te lo dieron, no lo buscaste. Sólo lo trabajaste en serio en la adolescencia, y luego lo mantuviste. Siempre te ha preocupado la cabeza y la pluma, no tu físico, aunque éste te ha dado siempre muchas alegrías. Es algo que tienes: dichoso tú.
No hagas caso a la mujer que ahora te rehuye. Así es la vida, y tú podrías hacer algo parecido llegado el momento. Si quieres sacar algo de esto analízalo como un científico, y tómate a ti mismo como objeto de análisis. A ti y a ella. Pero no te agobies, no te obsesiones.
Concéntrate en lo que nunca te abandona, en lo que nunca te falla, y vive. Estate abierto a la gente que no conoces, porque la que conoces, en general, se te ha quedado un poco estancada, y tú a ella. Ve en busca del mundo, aventurero del mundo, y llévate tu libreta de notas y el ordenador.
El verano ya está en marcha. Baja el volumen de trabajo. Te llama menos gente; recibes menos correos electrónicos. Aprovecha esto para vivir el verano, esa época del año única, la más diferente a todas las demás porque se hace una vida completamente distinta a las demás.
Tienes que trabajar, pero te encanta trabajar en verano a velocidad de crucero, sin prisa pero sin pausa, constante.
Escucha la música de tu habitación, del coche y de la calle. Inspírate en ella. Respira hondo y expira despacio. Bébete la vida con el filtro del que sabe qué bebe y lo valioso que es lo que bebe.
Viste ropa alegre y luce tu sonrisa para los demás. Disfruta cada pequeño detalle que te brinde la vida, y busca los detalles desconocidos, pequeños, esos rincones de la vida a los que no solemos prestar mucha atención.
Goza de la luz y de la oscuridad. Empieza el verano de tu vida, que te lo mereces después de trabajar tanto –trabajar para ti-. Sé más simpático que nunca, pero también serio y riguroso cuando hay que serlo.
Y no te preocupes que tu amor, ¿tu antiguo amor?, haya decidido que tú eres una página pasada. (Una página pasada bien escrita y llena de contenido.) Lo decidió hace mucho, y la amistad es una carga muy dura para un hombre y una mujer que han compartido algo más. Dale lo mejor que tienes, si hay ocasión, y fíjate en todas las demás mujeres que pueblan el mundo, tantas maravillosas, inteligentes, que tienen tanto que darte y que recibir de ti.
Pasamos una vez al año, cada nueve meses, por una ventana que se llama verano. Luego la ventana se va, queda atrás, y la añoramos. Vive este ventana con todo tu cuerpo y toda tu mente, ve por ella el paisaje incomparable, báñate en ella, aprende de ella, agárrala bien fuerte para que, mientras la tengas, te pueda hacer feliz.


Eduardo Martínez-Rico

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